Su nombre y su misma existencia eran secretos, pero fue el hombre que nos llevó finalmente a las estrellas.
Entre 1957 y 1966, la Unión Soviética asombró al mundo una y otra vez con los éxitos extraordinarios de su programa espacial: la primera vez en que la especie humana abandonó la cálida atmósfera que nos vio nacer para adentrarse en los senderos cósmicos. Fue un auténtico martilleo que dejó lívidos a sus enemigos y cautivó el entusiasmo de millones de personas por todo el mundo: el primer satélite artificial en órbita (Sputnik 1); el primer ser vivo en el espacio (Laika en el Sputnik 2); la primera nave que orbitó el Sol (Luna 1); la primera nave humana en alcanzar la Luna (Luna 2) y en fotografiar su cara oculta, hasta entonces misteriosa y desconocida (Luna 3, y por eso la mayor parte de los accidentes geográficos del otro lado de la Luna llevan nombres rusos); el primer hombre en el espacio (Yuri Gagarin en el Vostok 1); la primera mujer en el espacio (Valentina Tereshkova en el Vostok 6); el primer paseo espacial (Alexei Leonov en la Voskhod 2); y la primera nave espacial humana en alcanzar otro mundo (Venera 3, en Venus), entre otros muchos de menor enjundia.
Y el mundo, inevitablemente, se preguntó quién era el cerebro, el Von Braun soviético que dejaba chiquito al auténtico Wernher Von Braun, cuyas creaciones para la NASA a partir de la V-2 de la Alemania Nazi no pasaban de discretas segundonas, cuando no se saldaban con fracasos constantes. Los servicios secretos occidentales, también, con mejores o peores intenciones. Pero del otro lado del Telón de Acero no surgió ningún nombre. Ni siquiera dentro de la propia URSS, ni siquiera dentro del mismísimo programa espacial soviético, se mencionaba jamás ese nombre. Tán sólo se hablaba oblicuamente de un cierto Diseñador Jefe, muy de tarde en tarde vinculado a unas enigmáticas iniciales: S.P. Tanto secreto no hizo más que agigantar aún más su figura y disparar la curiosidad de millones, constituyéndose así en uno de los grandes arcanos de la Guerra Fría: el Diseñador Jefe, el Arquitecto Jefe, el incógnito genio soviético que parecía ser capaz de llevar a la humanidad a las estrellas... pero sólo bajo el estandarte rojo del martillo y la hoz.
Su nombre se descubrió el 16 de enero de 1966, cuando Pravda publicó la foto de un hombrecillo regordete, cuellicorto y cabezón cargado de medallas... como parte de su obituario. Había fallecido dos días antes en un hospital de Moscú, a consecuencia de un tumor abdominal, con 59 años de edad. Se llamaba, acorde a aquellas iniciales S.P., Sergei Pavlovich Korolev (también transliterado como Korolyov). Sergei Korolev era, había sido, el legendario Diseñador Jefe del programa espacial soviético, el hombre que sacó a la especie humana del planeta donde había surgido por primera vez.
En realidad hubo más, claro, pero Sergei Korolev ocupaba el trono de Zeus en aquel exclusivo y minúsculo Olimpo de genios donde se contaban también su archi-rival Vladimir Chelomey (padre de las estaciones espaciales), el Señor de los Cohetes Valentin Glushko y el Teórico Jefe Mstislav Keldysh. El entonces jovencísimo cosmonauta Alexei Leonov nos da una idea de su prestigio y autoridad:
Antes de que le conociéramos, un hombre dominaba la mayor parte de nuestras conversaciones en los primeros días del entrenamiento: Sergei Pavlovich Korolev, el cerebro tras el programa espacial soviético. Se le mencionaba sólo por las iniciales de sus dos primeros nombres, S.P., o por el misterioso título de "Diseñador Jefe" o, simplemente, "el Jefe". Para todos los que estábamos en el programa espacial, no había ninguna autoridad mayor. Korolev tenía reputación de ser un hombre sumamente íntegro, pero también extremadamente exigente. Todo el que le rodeaba vivía en ascuas, temiendo cometer algún error e invocar su ira. Se le trataba como a un dios.Sergei Korolev.
Pero, ¿quién era este Sergei Korolev? Pues, como suele ocurrir con los genios, fue un personaje singular: comunista a la antigua usanza pero represaliado por el estalinismo, austero, íntegro y casi abstemio pero también mujeriego e infiel, astuto político y extraordinario inventor a pesar de que sólo ostentaba una titulación mediana en ingeniería técnica, aprendiz de carpintero cuyas manos sólidas dibujaban incansablemente navíos etéreos para las regiones del cosmos. Suyas son las Sputnik, suyas son las Vostok, suyas son las Luna, suyas son las Venera y suyas son las Soyuz, su triunfo final cuarenta y cuatro años después de que desapareciera. Suya es buena parte de lo que sabemos sobre las maneras de ir más allá de la Tierra.
Sergei Korolev nació en Zhytomyr (Ucrania), cuando aún formaba parte del Imperio Ruso, en 1907. Fue un niño solitario de infancia complicada, con un padre ausente (le dijeron que había muerto) y criado por sus abuelos. El segundo esposo de su madre, un ingeniero eléctrico, demostró ser una buena influencia para el chaval y le introdujo la fascinación de crear cosas nuevas. Con él se mudaron a Odessa, donde pasaron hambre y tifus durante la Revolución y la subsiguiente Guerra Civil. Ya interesado en la aviación, se apuntó en 1923 a una escuela de formación profesional, para aprender carpintería. Comenzó a pilotar planeadores en el aeroclub local, se unió a una asociación aeronáutica y con 16 años marchó a Kiev para estudiar aviación en su Instituto Politécnico, viviendo con su tío Yuri y realizando pequeños trabajos para contribuir a su mantenimiento.
Pero el muchacho Sergei quería volar, quería volar más alto y más lejos que nadie, y el nivel del Instituto Politécnico de Kiev en aquellos años '20 no daba para tanto. Así pues, solicitó su ingreso en la Universidad Técnica Estatal Bauman de Moscú, donde fue aceptado en julio de 1926. La recién fundada Unión Soviética necesitaba urgentemente ingenieros, por lo que las autoridades decretaron que se acelerara la formación en todas las universidades. Así, Korolev obtuvo su título en 1929, con un trabajo que consistió en diseñar un pequeño avión capaz de volar (en madera, naturalmente). Aunque abandonó la universidad con unos conocimientos apenas equivalentes a los de un ingeniero técnico, quizá un poquito más pero no mucho más, su director en el proyecto había sido un tal Andrei Tupolev. Captando la brillantez del chaval, Tupolev le consiguió trabajo enseguida en una oficina de diseños aeronáuticos experimentales que cooperaba habitualmente con él. Allí, Korolev se convirtió pronto en ingeniero senior para el bombardero Tupolev TB-3, obtuvo una licencia de piloto y se casó con una vieja conocida, Xenia Vincentini.
En esta oficina de proyectos, Korolev se encontró con muchos entusiastas del espacio y descubrió el potencial del motor cohete para dominar los cielos. En 1932, co-fundó el Grupo de Investigaciones en Propulsión a Chorro, que pronto dirigiría. En 1933 esta organización fue fusionada con el Laboratorio de Dinámica de Gases de Leningrado para crear el Instituto de Investigaciones en Propulsión a Chorro (RNII). Allí conoció a más personas interesadas en el viaje espacial, entre ellos Valentin Glushko. Tuvo una hija, Natasha, y pudo mudarse a su propio apartamento en 1935. Pero se veía poco con su mujer, pues ambos tenían una intensa carrera profesional en la que Sergei adquirió fama como un gestor de proyectos capaz y exigente, duro pero honesto, que monitorizaba cada fase de desarrollo prestando atención enfermiza a los detalles. Durante este periodo, su equipo desarrolló un sistema giroscópico capaz de controlar los movimientos de una aeronave a largas distancias, en lo que es el origen de los modernos sistemas de navegación inercial, piloto automático y aeronaves y armas aéreas sin piloto. Sergei ascendía a toda vela, cada vez más cerca de las estrellas.
La Gran Purga.
Sin embargo, el 22 de junio de 1938, Sergei Korolev fue arrestado por el NKVD durante la Gran Purga de Stalin bajo la acusación de sabotaje. Le habían denunciado bajo tortura dos compañeros del Instituto, detenidos con anterioridad... y también Valentin Glushko, para salvar su propia cabeza. Aparentemente, ambos fueron víctimas de la ambición de Andrei Kostikov, que quería convertirse en director del NRII a costa de aquellas dos cabezas brillantes interpuestas en su camino.
Korolev fue torturado en la Lubyanka hasta sacarle una confesión por retrasar deliberadamente los trabajos del Instituto; pero, convencido de que se trataba de un error, dirigió muchas cartas a las autoridades y al mismísimo Stalin. Lavrenti Beria, nuevo jefe del NKVD en sustitución del psicótico Yezhov, quiso volver a juzgarle con unas acusaciones menores, pero para entonces Sergei ya estaba de camino a las minas de oro de Kolyma. En lo que el lento aparato judicial se aclaraba con su caso, pasó un año en trabajos forzados, perdió todos los dientes y adquirió diversos problemas de salud que años después conducirían a su temprana muerte. Finalmente, a finales de 1939, lo enviaron de vuelta a Moscú con una sentencia reducida, que cumplió en una sharashka: un centro de detención de régimen relajado y cierta calidad de vida para científicos e intelectuales útiles al estado.
Sergei quedó muy amargado por esta experiencia, y muy tocado de salud. Haciendo gala del inquietante fatalismo ruso, su frase favorita fue a partir de entonces: da igual; todos desapareceremos sin dejar rastro. Pese a ello, no abandonó ni sus convicciones ni sus sueños. La sharashka donde le habían mandado era conocida como la tupolevka, pues en ella dominaba el también represaliado Tupolev, su antiguo mentor, y el diseñador Petlyakov. Juntos, desarrollaron allí los bombarderos Tupolev Tu-2 y Petlyakov Pe-2. En 1944, todos ellos fueron liberados por un decreto de Stalin "para realizar trabajos importantes al servicio del estado", aunque no fueron rehabilitados por completo hasta después de la muerte del autócrata.
Pero para entonces, Korolev se las había ingeniado para ser trasladado a otra sharashka donde trabajaban en cohetería, bajo la dirección de... Valentin Glushko, uno de los que le habían denunciado para salvar su cuello. Pese a que Korolev odiaba a Glushko por este motivo, y vivía bajo el constante temor de que le fusilaran como había ocurrido con tantos otros, cooperaron para crear un motor cohete de uso en aviación militar. Más o menos por estas fechas Xenia Vincentini se divorció de él, porque Sergei le ponía los cuernos con una jovenzuela de buen ver llamada Nina Kotenkova; la nueva pareja prosiguió su romance y Sergei se casó con Nina poco después.
Constructor de misiles atómicos.
Al acabar la Segunda Guerra Mundial, Korolev era ya en esencia un hombre libre poseedor de su primera condecoración y reclutado en el departamento científico del Ejército Rojo con el grado de coronel. Pronto fue trasladado al OKB-1 (NII-88), donde se hallaban los científicos alemanes de los legendarios cohetes V-2 capturados por las fuerzas soviéticas, así como muchos planos y componentes de los mismos. Sergei se convirtió por primera vez en diseñador jefe: diseñador jefe de misiles balísticos de largo alcance capaces de transportar una cabeza nuclear hasta los Estados Unidos, el nuevo enemigo. El trabajo con los prisioneros alemanes no duró mucho tiempo, porque las autoridades soviéticas se negaban a proporcionarles información sobre sus propios trabajos; en 1950 se interrumpió la colaboración, y para 1953 ya habían vuelto casi todos a casa.
Lo que, de una manera retorcida, fue un acierto. El modelo de cohetes basado en la V-2 era menos esperanzador de lo que algunos pretenden, y la insistencia de Von Braun y su equipo alemán en ceñirse a él fue una de las causas del lento progreso estadounidense en materia de misiles pesados y lanzadores espaciales. El equipo de Korolev, pues, tomó únicamente las partes más interesantes de la tecnología germana y desechó lo demás en favor de conceptos propios. Así surgió a partir de 1953 el mítico R-7 Semyorka, conocido como SS-6 en su variante de misil atómico de alcance intercontinental, y como el cohete del Sputnik en su versión civil, que se lanzaría con éxito por primera vez en 1957 y entraría en servicio en 1959 para amenazar al nuevo enemigo estadounidense.
Sputnik.
Para 1952 Sergei había sido rehabilitado casi por completo y pronto pudo ingresar en el Partido Comunista de la Unión Soviética; en 1953 propuso por primera vez utilizar uno de aquellos cohetes Semyorka para viajar al espacio. En las altas instancias, le miraron raro. Pero cuando la idea de lanzar un satélite artificial comenzó a aparecer en la prensa norteamericana, allá por 1955, el equipo de Korolev volvió a sugerir la idea a la gente de Khrushchev. El Politburó les preguntó si realmente eso era posible. Sergei Korolev contestó que sí.
En realidad, ya tenían toda la tecnología necesaria. El 30 de enero de 1956, el Consejo de Ministros de la URSS aprobó el inicio de los trabajos en un cierto objeto D, bajo el paraguas de la Academia Soviética de Ciencias, el Ministerio de Industria Radiotécnica, el Ministerio de Construcción Naval, el Ministerio de Construcción de Maquinaria, el Ministerio de Defensa y el Ministerio de la Industria de Defensa a través de la OKB-1 dirigida por Sergei. El objeto D era un proyecto a gran escala, que después se convertiría en el Sputnik 3, pero en un cierto momento hubo temor de que los norteamericanos lo consiguieran primero. Así pues, en la primavera de 1957 le preguntaron a Korolev si sería posible lanzar una variante reducida con carácter inmediato. Sergei Korolev volvió a responder que sí.
A las 22:28 del 4 de octubre de 1957, hora de Moscú, un cohete R-7 Semyorka despegó desde una plataforma secreta en Tyuratam, Kazajstán, cerca de la vía del ferrocarril a Tashkent; hoy en día, forma parte del Cosmódromo de Baikonur. Transportaba una esfera metálica fabricada en aluminio-magnesio-titanio, con cuatro antenas, presurizada a 1,3 atmósferas mediante nitrógeno, conteniendo un transmisor de radio de un vatio de potencia que emitía pulsos en 20,005 y 40,005 MHz: el histórico bip-bip-bip que dio –literalmente– la vuelta al mundo. Se llamaba, claro, Sputnik 1.
De manera ni deliberadamente buscada ni deliberadamente evitada, la frecuencia de 20,005 MHz se hallaba en medio de la onda corta comercial, utilizada por muchas estaciones de radio para emitir en AM, en aquella época muy popular. Así, todos los pueblos del mundo pudieron escuchar en directo aquel bip-bip-bip espectral que se metía en medio de sus programas favoritos a distintas horas del día y la noche, durante los siguientes veintidós días. Desde los espacios que antes pertenecían exclusivamente a dioses, ángeles y prodigios, dominaba plácidamente el mundo una nueva estrella roja: la primera obra maestra del Diseñador Jefe, Sergei Korolev.
Laika.
Mientras una oleada de pánico e histeria se extendía por los Estados Unidos y muchos otros países opuestos a la Unión Soviética y su modelo, Khrushchev y el Politburó estaban exultantes. El impacto del Sputnik 1 había sido inmenso, planetario, propulsando instantáneamente a la Unión Soviética a la posición de superpotencia global dominante en la percepción del mundo entero. Se escribieron libros, poemas, canciones, se filmaron películas, se habló de ello en todos los medios horas y días y meses y años. Pero, curiosamente, no dentro de la URSS. Los propagandistas del Politburó se preparaban para electrizar al público de los países soviéticos con un logro mucho mayor, y no deseaban que cualquier fallo entre medias pudiera estropearles la sorpresa. Por ello, el lanzamiento del Sputnik no ocupó ni siquiera un titular en Pravda, cuando la mayor parte de la prensa occidental anunciaba el hecho en portada a cinco columnas.
Khrushchev pidió a Sergei otro éxito clamoroso para el 40º aniversario de la Revolución Soviética; algo de lo que los Estados Unidos no estuvieran ni cerca. Y aunque faltaba menos de un mes, Sergei volvió a decir que sí.
Al amanecer del 3 de noviembre de 1957, otro cohete R-7 Semyorka partía de Kazajstán en dirección a la órbita terrestre. A bordo, en un precario módulo de soporte vital, viajaba una perra callejera de raza terrier mezclada con samoyedo o husky obtenida en una perrera de Moscú. Los científicos soviéticos consideraron que un perro callejero capaz de sobrevivir al invierno moscovita sería muy resistente, y no se equivocaron. En un principio el personal la llamaba Kudryavka (Rizadita), Zuchka (Bichito) e incluso Limonchik (Limoncito), aunque finalmente se quedó con Laika, que significa Ladradora, pero es el nombre genérico para varias razas caninas rusas similares al husky.
En el entusiasmo del éxito, no consideraron importante proveer a Laika con un sistema de retorno, aunque probablemente la última ración de comida disponible a bordo estuviera envenenada para practicarle la eutanasia. De todos modos, la sensibilidad para con los animales no era la misma en los años '50 que en la actualidad, y además a esas alturas Laika ya estaría muerta en su perrera moscovita.
Así pues, Laika voló a las estrellas, y cautivó la imaginación del mundo entero. Por primera vez, un ser viviente nacido al calor de la atmósfera terrestre conquistaba el cosmos, aunque fuese de manera tan precaria. Murió pronto, apenas unas horas después, debido a un fallo en el sistema de control térmico, y a nadie a ningún lado del Telón de Acero pareció importarle demasiado: todos andaban muy ocupados con esta nueva gloria soviética (aunque, con el tiempo, se convertiría también en un símbolo para los defensores de los derechos de los animales). A todos los efectos prácticos de su tiempo, el último viaje de Laika fue la confirmación del poderío cósmico soviético y puso en marcha la Carrera Espacial.
Luna.
Ahora, el equipo del Diseñador Jefe trabajaba a destajo en la OKB-1 de Moscú. Curiosamente, Sergei siempre encontraba tiempo para ponerle los cuernos también a su segunda esposa, pero esa era toda su distracción. Trabajaban en varios programas a la vez; uno de ellos, aún ultrasecreto, se denominaba Mechta ("Sueño").
El sueño era alcanzar la velocidad de escape del planeta Tierra y llegar hasta la Luna orbitando alrededor del Sol: tres logros en uno. Todas las instituciones científicas implicadas trabajaban día y noche, 365 días al año. El anuncio de que los Estados Unidos había puesto en órbita sin pena ni gloria su primer sputnik, el Explorer-1, no les preocupó ni un poquitín. El equipo de Sergei estaba por delante, meses o incluso años por delante, y pretendían explotarlo a fondo.
Necesitaban un cohete nuevo, mucho más potente, y resolver incontables problemas científicos y tecnológicos con que ninguna mente humana se había encontrado jamás. Hasta cierto punto, los vuelos del Sputnik habían sido posibles con evoluciones sobre unas técnicas creadas a lo largo de años, desde los orígenes de la investigación espacial: el estado de la ciencia estaba a punto, y lo lograron. Esto era algo completamente distinto. Había que inventarlo todo.
El primer intento se produjo el dos de enero de 1959, con la intención de estrellar una nave instrumentada contra la Luna. Este lanzamiento, denominado Luna 1, falló nuestro satélite por casi seis mil kilómetros; pero fue el primer navío humano en alcanzar la velocidad necesaria para escapar de la gravedad terrestre y también el primero en orbitar el Sol (de hecho, ahí se quedó accidentalmente tras el fallo, entre la Tierra y Marte).
El 13 de septiembre del mismo año, despegaba de Baikonur una segunda nave instrumentada con el propósito de estrellarse en la Luna: se llamaba Luna 2. Luna 2 se alejó del planeta Tierra en órbita alrededor del Sol, tomó muchos datos científicos de los cinturones Van Allen, y se aproximó a nuestro viejo satélite durante los siguientes dos días de viaje. El impactor se separó de la tercera fase del cohete y, treinta y tres horas y media después del lanzamiento, se estrelló deliberadamente entre los cráteres Arístides, Arquímedes y Autólico, al este del Mar de la Serenidad. Dispersó numerosas esferas metálicas conmemorativas con emblemas soviéticos, que aún deben andar por allí. La tercera fase hizo lo propio treinta minutos después.
Fue la primera vez en que un objeto creado por manos humanas entraba en contacto con un lugar extraterrestre, y el mundo quedó una vez más atónito ante la obra del Diseñador Jefe.
Menos de un mes después, el 6 de octubre, Luna 3 dio la vuelta a nuestro satélite y fotografió por primera vez su cara oculta, que había permanecido hasta entonces desconocida para la humanidad. Como descubridores, se permitieron el lujazo de ponerle nombre a todo, por lo que la atormentada cara oculta de la Luna está llena de nombres soviéticos y también de científicos de fama mundial, quizá como una cortesía.
Gagarin.
Pero el equipo del Diseñador Jefe se preparaba para un éxito aún mayor. De manera muy discreta, durante los siguientes meses, hasta seis perros rusos más viajaron al espacio, en naves cada vez más sofisticadas. Belka y Strelka ("Blanqui" y "Flecha") fueron, volvieron con vida y se reprodujeron sin problemas; se entregó un cachorro de la camada como obsequio al presidente norteamericano John F. Kennedy. Les siguieron Pchyolka y Mushka ("Abejita" y "Mosquita"), que perecieron accidentalmente durante la reentrada, y después Chernushka ("Negrita") y Zvyozdochka ("Estrellita"), acompañada por un maniquí de madera; ambas retornaron con bien.
El maniquí de madera, claro, ocupaba el espacio de un ser humano. Por diversos lugares de la URSS, diecinueve hombres se entrenaban siguiendo un durísimo programa nunca visto antes para sustituir a ese maniquí. Dos de ellos destacaban notoriamente sobre sus compañeros: un piloto militar llamado Gherman Stepanovich Titov, y un antiguo aprendiz de obrero industrial bajito, simpático y ligón conocido como Yuri Alekseyevich Gagarin.
El Diseñador Jefe y su equipo se emplearon a fondo. Ahora, las apuestas estaban muy altas: se trataba, ni más ni menos, que de enviar al primer hombre al espacio. Se eligió a Gagarin, quizá porque era de origen más humilde, algo muy apreciado en la Unión Soviética, y porque su nombre no sonaba tan alemán (aunque el ruso Gherman viene de San Germán de Constantinopla, un patriarca antiguo de la Iglesia Ortodoxa). Y también porque era el favorito de Sergei, a esas alturas ya el dios de la cosmonáutica. Sergei Korolev conocía personalmente a sus pilotos (los llamaba sus aguiluchos), y el entusiasmo contagioso de Gagarin, así como su honda comprensión de lo que significaba todo aquello para la humanidad, le impresionaron muy favorablemente. Cuando además Gagarin se demostró un excelente técnico que había memorizado al detalle cada elemento tecnológico de la nave y cada paso de las operaciones, pasó a ocupar el número uno en la lista de los elegidos para la gloria.
Y Yuri Gagarin se sentó en el asiento del comandante de la Vostok 1, encima de un cohete que era otra variante del R-7 Semyorka, en la mañana del 12 de abril de 1961. Y gritó Поехали!, que significa "¡vamos allá!", y allá fue. Durante los siguientes 108 minutos, Gagarin describió una órbita completa alrededor de la vieja Tierra alcanzando 327 km de altitud, y descendió sin mucha novedad cerca de Engels, junto al Volga. Así Yuri Gagarin entró en el Libro Gordo de la Humanidad con letras de oro, convertido en una celebridad mundial instantánea, y dicen que el melancólico Diseñador Jefe cuyo mismo nombre era secreto sonrió y tomó un poquito de vodka.
El ocaso del gigante.
Pero ya estaba muy delicado de salud. El 3 de diciembre de 1960, cuatro meses antes del vuelo de Gagarin, Sergei había sufrido su primer ataque cardíaco debido al exceso de trabajo agotador. Entonces, los doctores le diagnosticaron también un grave problema renal, a consecuencia de su paso por los campos de trabajos forzados de Kolyma. Le sugirieron que bajara el ritmo, pero Sergei temía que Khrushchev cortara la financiación de sus proyectos si parecía incapaz de terminarlos, así que volvió a la mesa de diseño con más ímpetu que nunca.
Y Gherman Titov subió también al cosmos, y las Vostok 3 y 4 se lanzaron simultáneamente y se aproximaron hasta comunicar entre sí para aprender a ejecutar ensamblajes espaciales, y luego subió Valentina Tereshkova, la primera mujer en el espacio. El Diseñador Jefe tuvo también mucho que decir en las naves Venera que viajaron con éxito a Venus, convirtiéndose en los primeros navíos terrestres capaces de alcanzar otro planeta. Y se vio implicado en las monumentales banderías político-científicas en torno al proyecto fallido para enviar una misión tripulada a la Luna, que los Estados Unidos lograron transformar en su primer gran éxito espacial. E, incluso en el proceso de este fracaso, Sergei concibió las naves Soyuz que ahora constituyen nuestra última esperanza.
En 1962 sus problemas de salud comenzaron a acumularse. Una hemorragia intestinal obligó a ingresarle de urgencias. En 1964, le diagnosticaron arritmia cardiaca en su ya muy débil corazón. Además se estaba quedando sordo, seguramente debido a su presencia en numerosas pruebas de cohetes espaciales. En diciembre de 1965, cuando la Venera 3 viajaba ya hacia el lucero del alba, le diagnosticaron pólipos intestinales. Ingresó en un hospital para operárselos, y resultó ser un tumor abdominal de gran tamaño. La intervención se complicó y el Diseñador Jefe nunca recuperó la consciencia. Su débil corazón ya no pudo resistir más. El hombre que había llevado a la humanidad de la mano a las estrellas se apagó en Moscú el 14 de enero de 1966, un mes antes de que su Luna 9 se convirtiera en el primer navío que alunizó suavemente de manera totalmente robótica, en el Océano Proceloso, y tres meses antes de que su Venera completara el primer viaje interplanetario.
La herencia que nos legó es inmensa, a pesar de su complicada y corta vida, y sus aspectos más brillantes superan con muchísimo a los más oscuros. Ahora muy bien podría estar riéndose en su tumba de la Necrópolis del Muro del Kremlin, sabiendo que sus obras triunfaron al final sobre todos sus enemigos, sobre todos sus competidores, sobre todos los mediocres, los miserables y los ciegos. Más que nadie, nos enseñó los senderos hacia el Cosmos, y durante mucho, mucho tiempo cualquier cosa que hagamos en nuestro inevitable camino a las estrellas aún llevará en sus entrañas la sombra del nombre que en vida nunca pudo dar a conocer: Sergei Pavlovich Korolev, el Diseñador Jefe.
Sergei P. Korolev (1907-1966), ingeniero, miembro de la Academia de Ciencias de la URSS.
Coronel del Ejército Rojo, doble Héroe del Trabajo Socialista, Premio Lenin, triple Orden de Lenin.
Diseñador de naves espaciales.
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Excelente artículo Yuri, me encanta este tema y la figura de Korolev siempre me ha parecido interesantisima.
ResponderEliminarComentar un par de cosas: El Fracaso que apuntas a W. Von Braun, en realidad no fue suyo, si no del NRL (Navy) es mas, para el fue un autentico exito, me explico:
A Pesar del genio indudable que era Koroloev, y de sus conocimientos previos, el programa sovietico de misiles para el cual se le recluto, estaba basado casi completamente en las V-2 encontradas, que se irian tuneando con el tiempo, el primer cohete diseñado por korolev en esa epoca era, de hecho,una copia de la V-2 (El R-1). Obviamente, los americanos tenian ventajam ya que habian capturado mas V-2, la fabrica y, lo mas importante, a W.V. Braun, el inventor y su equipo.
Sin embargo, mientras que Korolev cotinuaba su trabajo y avanzaba, desarrollando conceptos nuevos, W.V. Braun en USA, no lo hacia. A pesar de desarrollar cohetes militares, USA apoyaba mas al NRL que a la ABMA de Von Braun, basicamente por su pasado Nazi (No olvidemos que era SS y ademas empleaba esclavos, era un tio al que le daba todo igual con tal de mandar sus cohetes al espacio, se la sudaban los esclavos, se la sudaba perder la guerra, etc).
Como resultado los sovieticos tomaron la ventaja y por eso fueron sus grandes triunfos. Sin embargo, V.B. estaba en disposicion de lanzar un satelite artificial en 1956 y lo demostró, al alcanzar su cohete Juno I un record de altitud. Sin embargo, se le dio prioridad al NRL, que no tenia listo el lanzamiento. Los rusos se adelantaron y encima, el lanzamieto del Vanguard falló, (Kaputnik, lo llamó la prensa) y solo tras esto se le dio via libre a Von Braun, lanzando el Explorer I, que ademas fue un exito cientifico teniendo en cuenta sus limitaciones.....
.....Sin embargo, la desventaja acumulada ya era excesiva y los Rusos acabaron ganando en todo.
ResponderEliminarLa situacion, sin embargo, se empezaria a invertir muy pronto (No hay que llegar al 69, los Rusos perdieron la carrera a la Luna mucho antes). El principal problema Ruso fue que no habia una estrategia demasiado clara, mientras que en USA, estaba todo enfocado y todos los esfuerzos puestos en llegar a la Luna. W.V Braun y equipo comenzaron a diseñar el Saturno V sobre el 61 y para el 64 ya era un cohete efectivo, para el 66 ya era capaz de volar, todo un record para una maquina tan compleja y unica en ese momento.
Ademas, simultaneamente, USA sacó el Gemini (Mas tarde que el Apolo y como un programa de apoyo, lo que demuestra lo que estaban invirtiendo en el), un programa muchas veces injustamente olvidado, pero que fue sin duda importantisimo: Los USA adquirieron una experiencia muy grande en maniobras y acoplamientos orbitales, entrenaron muchos astronautas y acumularon horas de vuelo y ahí fue cuando los Rusos perdieron la Luna.Conseguirian exitos, como el paseo de Leonov, pero estos eran ya solo golpes de efecto, sin un fondo real. El Programa Lunar Ruso empezo tardisimo, encima con toda clase de trabas y aún siendo un programa menos ambicioso que el Apolo, era imposible que llegaran antes aunque hubiese funcionado bien el N1 (Que no lo hizo). La muerte de Korolev fue una autentica puntilla, en verdad, Korolev eran los hombros sobre los que descansaba el programa sovietico, era el propulsor. Mientras diseñaban a la vez el Apollo, los Yankees hicieron volar entre los años 65-67 a un total de 10 misiones Gemini, los Rusos solo el Voskhod 2 de Leonov y el malogrado Soyuz 1 de Komarov.
Y todo este tocho para deciros cuan poco pueden hacer las personas (Ingenieros, investigadores, cientificos), sin el apoyo de sus gobernantes o de quien sea que les de dinero, por muy listos que sean: Von Braun era en su epoca el mejor diseñador de Cohetes y Korolev le ganó y le saco ventaja por la inoperancia de USA, y luego,teniendo los Rusos una gran ventaja sobre USA y la posibilidad de llegar a la Luna antes, se perdio la oportunidad por los palos en las ruedas a Korolev y la falta de un objetivo y tambien, la multiplicidad de oficinas de diseño que competian entre si.
Y tambien para subrayar la importancia de saber presentar tu proyecto de forma que al politico de turno le interese: Korolev convencion a Jrushhev de que lanzar satelites hablandole de las bondades de los satelites-Espia (Un adelantado a su tiempo, sin duda) y W.V. Braun acudio a la Disney para provocar el interés del publico americano.....
Saludos
Se nota que has redactado esta entrada con especial cariño. Muchas gracias por ella, y muchas gracias a Rcubo por los apuntes.
ResponderEliminarA parte de esto, en el momento en que estamos no deja de ser normal darse cuenta de que entre 40 y 50 años después de todos aquellos avances fulgurantes, estamos casi como entonces. Dentro de poco dependeremos, todos, de un concepto de los albores de la exploración espacial para salir al espacio.
Por un lado, esto da más relevancia a lo que hicieron aquellos adelantados a su tiempo. Por otro, no deja de ser profundamente triste ver como la humanidad ha renunciado, por primera vez en la historia, a explorar algo que está a su alcance.
Un OT como una casa:
ResponderEliminarComo uno de los foreros más antiguos de forocoches, ¿crees que es normal lo que ha ocurrido con Cobra? ¿Un foro de acceso restringido a usuarios "amigos de" no es responsable de haber ensalzado a un nazi? ¿Crees que esa actuación ha perjudicado a internet?
Saludos, y gracias por este blog. Es magnífico
La humanidad no ha renunciado, ha renunciado la NASA, que es mucho, pero no es la humanidad, a Dios gracias. Es un paso atrás en la exploración espacial, aunque el mas grave fue cancelar la verdadera exploracion espacial,la cancelacion del Apolo y de su programa de aplicaciones fue el mayor paso atrás, junto con la cancelacion de los programas homologos Rusos.Estos programas tenian una importancia clave, y os voy a decir por qué:
ResponderEliminar-A pesar de que el vuelo espacial es hoy cuasi rutinario (Gracias a Korolev mayormente), el verdadero vuelo espacial (salir de la tierra, en especial de su magnetosfera), solo se llevo a cabo en las pocas misiones lunares del Apolo. esto es de vital importancia para futuras exploraciones, solo unos pocos hombres han salido de la magnetosfera y a la vuelta, tras tan solo 7 dias, han mostrado problemas de salud (cataratas, en especial), que no se han dado en estancias de meses y meses en orbita en la Mir o la ISS.
Esto tenia que ser resulto por estos programas, en especial, los programas de sobrevuelo tripulado a Venus y de estancias largas en la Luna como parte del Programa de Aplicaciones del Apolo (del que solo se llevo a cabo el Skylab, birrioso al lado de las estaciones Rusas)
Se canceló, y ahora estamos en las mismas: Incluso aunque, con el adecuado presupuesto, consiguieramos una nave capaz de ir a Marte y volver, que es posible tecnicamente, biologicamente no sabemos como afrontar esos problemas y esto es una cosa que ya deberiamos haber solucionado o afrontado en los años 70-80. No lo hicimos y no solo estamos igual, sino peor, teniendo en cuenta que no hay planeados en serio ningun vuelo fuera de nuestro planeta a corto-medio plazo. Es un tema de debate actualmente como protegernos de la radiacion exterior durante muchos meses y la verdad, su solucion no es facil manteniendonos dentro de unos compromisos de peso y velocidad.....asi que...confiemos en los Rusos y Chinos, por que los yankes me da que van a abandonar
Saludos
Rcubo, el caso es que la NASA es la agencia más avanzada y mejor financiada para llevar adelante esos programas. No es que haya abandonado la NASA y no la humanidad, es que el resto del mundo que no es la NASA ya había renunciado mucho antes.
ResponderEliminarPor un lado tenemos a los rusos, muy buenos en lo que hacen, pero con tecnología de hace 40 años y sin haber puesto a ningún ser humano más allá de LEO nunca.
Por otro los europeos, incapaces ni tan siquiera de emular lo que consiguieron soviéticos y americanos en los 60.
Y por otro los chinos, que de momento se limitan a comprar diseños rusos y los tunean como pueden.
Y fuera de esto, no hay nada.
Pau
ResponderEliminarLos Rusos han avanzado también, las soyuz de hoy poco tienen que ver con las de antaño, llevan tecnologia de punta, Hay un articulo en este mismo blog con una buena descripción.
Si te refieres a que llevan 40 años haciendo lo mismo, pues he de darte la razón, pero es que, aparte del Apolo, es lo que ha estado haciendo todo el mundo, NASA incluida. Por eso la gravedad de la cancelación del AAP. Lo del Constellation, es un mal menor, por que lo que iba a hacer es lo mismo que habiamos hecho ya, no hacia falta para viajes interplanetarios o interlunanes, eso se puede hacer ya, tanto Rusos como Americanos y pronto, los Chinos.
El problema de la NASA es que va a retroceder aun mas, va a perder la capacidad de poner un Hombre hasta en LEO. Por eso digo que tenemos aún a los Rusos y a los Chinos, por que si la NASA no va a poner un hombre en orbita hasta sabe dios cuanto tiempo, ir mas allá, se me antoja aun mas dificil. Y lo que vayan a hacer empresas privadas para mi es secundario. Quien mandará a partir de ahora es Roskosmos, y por lo menos, algún proyecto de futuro tienen, aunque no sea el constellation. A eso es a lo que me referia
Saludos
Muchas gracias por tu esfuerzo en divulgar estos temas, que a mí me encantan. Y con el buen trazo de narrador que tienes se hacen aún más interesantes de leer.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Rcubo, es cierto que las Soyuz de hoy en día están mucho más avanzadas que las primeras versiones, principalmente en sistemas de guía, capacidades de acoplamiento y de permanencia en el espacio. Pero a parte de eso, el concepto, el diseño básico, es el mismo. Y por eso dudo mucho que las Soyuz sirvan para mucho más que hacer sobrevuelos lunares o ir a los puntos de Lagrange.
ResponderEliminarLlevamos 60 años atascados en LEO, seguramente por culpa del transbordador. Pero por lo menos el sistema STS tiene (y dentro de poco tenía), unas capacidades de carga, de manipulación de objetos en órbita, de cantidad de tripulantes, etc.. a años luz de los de la Soyuz.
Es decir, dentro de 1 año, ni tendremos nada capaz de hacer mucho más que ir a LEO, ni tendremos las capacidades del Shuttle.
Es decir, como en la era pre-Apollo.
Muchas gracias por vuestras aportaciones. :-)
ResponderEliminarDe todas formas, yo no tengo clara esa idea tan generalizada de que el programa espacial soviético se quedó "desnortado" tras la muerte de Korolev y el fracaso en el vuelo tripulado a la Luna.
Salvo por lo de la Luna y la "machada" del Buran, continuó la exploración interplanetaria y se lanzó el programa de estaciones espaciales, que al final ha resultado ser "lo que más hacemos en el espacio". Lo que ocurre es que después de estos "años románticos" de los pioneros hay una normalización y vulgarización del vuelo espacial en la URSS y luego en Rusia (alguien lo definió como: "antes era una aventura; ahora es un trabajo"). Pero yo no tengo la impresión de que se quedaran "fuera de juego" de ninguna manera significativa, después de un periodo bastante breve de reajuste.
Y sí, Korolev es una persona que me parece especialmente entrañable. :-)
simplemente brutal el post y el trabajo que te pegas haciendolos....
ResponderEliminarHola.
ResponderEliminarAcabo de llegar a este tu blog. Sólo unas líneas para ofrecerte mis más sinceros agradecimientos y felicitaciones por este gran trabajo.
Un cordial saludo.
Muchas gracias a todos.
ResponderEliminarUna biografía apasionante y muy bien contada. Me ha enganchado de principio a fín. A partir de ahora te quedas en mis marcadores.
ResponderEliminarQué bárbaro maestro!!! Qué buen trabajo el suyo.
ResponderEliminarSaludos.
Como siempre genial, pero esta vez además emocionante. Se me han puesto los pelos de punta leyendo.
ResponderEliminarEres un crack, Yuri.