Capítulo anterior: Navíos cósmicos en regiones mágicas
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(Fracción de los planetas de la galaxia que podrían albergar vida donde ésta, efectivamente, ha surgido)
(Fracción de los planetas de la galaxia que podrían albergar vida donde ésta, efectivamente, ha surgido)

Visto así, la vida parece un fenómeno poco menos que absurdo. La vida avanzada, un puro milagro. Y llegar a la inteligencia civilizatoria, el toque del Dedo de Dios. Si lo que buscara la hija de la lluvia fuese una reproducción más o menos paralela de los mecanismos que condujeron a la inteligencia en la Tierra, pensando que esos u otros parecidos son los únicos posibles, mejor le decimos que se olvide. Es extremadamente improbable que haya en nuestra galaxia una Vida Terrestre B. Y pese a la enormidad de los números –cientos de miles de millones de estrellas en cientos de miles de millones de galaxias–, puede irse olvidando también de encontrar una Inteligencia Humana B.
Si la manera terrestre de hacerlo u otra similar fuera la única manera de alcanzar la inteligencia civilizatoria, la hija de la lluvia se estaría dejando llevar por su cabeza llena de pajaritos en una chaladura tan inútil como las Pirámides de Egipto o la Estatua de la Libertad.


Bien, es que el principio de entropía sólo vale para un sistema aislado y para la totalidad del mismo. Si el sistema no está aislado, o si sólo atendemos a una parte del mismo, a veces se producen las denominadas Fluctuaciones. Estas fluctuaciones no invalidan el principio de entropía –de hecho, lo refuerzan–, pero ponen en evidencia que a nivel local pueden producirse y de hecho se producen fenómenos que no tienden a un mayor grado de desorden, sino a un mayor grado de orden. A veces, extremadamente elaborado. Como la vida.

Otro de estos patrones geométricos básicos es el ángulo de sesenta grados. Se da en los cristales de nieve, en los panales de las abejas, en las moléculas del benceno. Por no entrar ya en patrones complejos, como los fractales. Orden que trasciende por encima de los niveles de la existencia donde, según una lectura simplista del principio de entropía, sólo debería haber caos y más caos. Es la obra de las fluctuaciones.
La vida, ha quedado claro, es una de esas fluctuaciones que pelean contra la entropía.
Pero, ¿acaso será un patrón? ¿Aparece sólo de vez en cuando, por azar? ¿O será –como la espiral, la ramificación o el ángulo de 60º– uno de esos patrones esenciales a los que tiende el Universo de manera natural tan pronto como se dan las condiciones mínimas?
Una atrevida pregunta, para la que aún no tenemos respuesta.
Pero sí tenemos un par de barruntos.

La vida ocurrió mientras la Tierra aún estaba terminando de enfriarse, hace como mínimo 3.850 millones de años. Tenemos fósiles de bacterias que son tan antiguos como el surgimiento de las rocas sedimentarias capaces de albergarlos. Esto es, apenas 700 millones de años después de que se formara el planeta. Tenemos también indicadores químicos de que esa vida bacteriana pudiera haber estado ahí antes de que hubiera rocas sedimentarias para actuar de testigos; investigadores de la Universidad de Glasgow retroceden la fecha hasta los 4.300 millones de años. Según estos, apareció en los volcanes submarinos de un mar ácido bajo una atmósfera maldita de gases de efecto invernadero e intensos bombardeos de meteoritos. John W. Valley, profesor de geología y geofísica en la Universidad de Wisconsin-Madison, llega incluso a sugerir que la vida pudo nacer y extinguirse varias veces antes de abrirse paso.
No, todo esto no suena como una feliz tirada de dados en un mundo plácido listo desde muy atrás para acoger su llegada, como un útero caliente. Suena más bien como una fuerza cósmica al acecho, que luchó desde el principio, contra toda probabilidad, para imponer su ley. Suena como una tendencia. Como un patrón intrínseco a la naturaleza profunda de la materia.
Pero no es concluyente, ni mucho menos.

Probablemente resulte excesivo, aunque inevitable, proyectar la pregunta un poco más hacia atrás.
“¿Si hay carbono, estupendo; si no, también?”
“¿Si hay abundancia de elementos pesados, magnífico; si no, también?”
“¿Si hay estabilidad térmica, genial; si no, también?”
Preguntas excesivas, especulativas y de nuevo inconcluyentes. Pero, visto cómo nació y se comporta la vida en la Tierra, más excesivo y especulativo resultaría proponer que no es capaz de apañárselas con lo que haya, como pueda. En todo caso, habrá que esperar a toparnos con otras formas de vida para darles respuesta. O con planetas que, hallándose en zonas habitables, carezcan consistentemente de nada que aliente.
Mientras tanto, permanecerá la duda. La hija de la lluvia no sabe si la vida será tan virulenta bajo otros soles, con otras químicas, en otras condiciones físicas.
Sabe que aquí lo fue. Y por tanto, mantiene la esperanza de que se comporte igual en todas partes. Que para algo las leyes del Universo son eso, universales.
Próximo capítulo en La Pizarra de Yuri el jueves, 08/10/2009: El barro que te mira.
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Interesantísima la saga de La Hija de la Lluvia. En cuanto al tema del carbono, creo haber leído o visto en algun sitio que la vida es muy dependiente de él. Que quizá sólo el silicio se le acerque en capacidades combinatorias consigo mismo y con otros elementos. La vida puede carecer de oxígeno, de luz, pero ¿de carbono?
ResponderEliminarSi es así, si la vida sólo puede depender de abudancia de carbono/silicio, nos estamos cepillando algunos planetas de la zona habitable.
Un saludo, gran blog.
Déjame cambiar los conceptos de "vida" e "inteligencia" por otros diferentes pero igualmente válidos y ya verás qué risas nos echamos. ;)
ResponderEliminarAl paso que vamos con los extremófilos, lo complicado será encontrar un lugar en el que no pueda haber vida. Lo del carbono ya parece más delicado... de momento XD
La cuestión se reduce a dar por el saco. No importa quien se ponga por delante, empezando con la entropia, siguiendo con el caldo primigenio, para acabar con nuestra propia razón de ser.
ResponderEliminarPara mi, me es mas chocante el impulso vital que la composición per se. ¿Sera posible la vida sin ese afan de conquista que nos corroe?