La pizarra de Yuri: Cuando CSI se equivoca: limitaciones de la ciencia forense.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Cuando CSI se equivoca: limitaciones de la ciencia forense.


Los desastres de la superstición.

El 17 de febrero de 2004, un hombre llamado Cameron Todd Willingham fue asesinado por el Estado de Texas mediante inyección letal. Había sido condenado por matar a sus tres hijas pequeñas en 1991 provocando un incendio en su casa. El circo judicial corriente en estos casos no se privó de nada: manipulación mediática, testigos (chivatos carcelarios) comprados por la fiscalía, un renombrado psiquiatra asegurando que el acusado era un "sociópata violento", un informe pericial que explicaba cómo se usaron acelerantes para causar el fuego y la habitual campaña de calumnias para reafirmar a la chusma en su convicción de que Cameron era un maligno criminal.

Cameron Todd Willingham, además, era un hombre pobre que no disponía de recursos para comprar la suficiente cantidad de defensa; una realidad que no es exclusiva de los Estados Unidos. Hay quien afirma que el sistema penal es racista, pero esto rara vez resulta cierto hoy por hoy. Lo que es, sin duda alguna, es clasista. En los Estados Unidos y en todas partes. Cameron Todd Willingham, que se sabía inocente, tampoco se sometió al indigno chantaje según el cual declarándote culpable puedes comprar tu vida a cambio de la cadena perpetua.

Ya en 2004, antes de su asesinato a manos de las autoridades texanas, un químico de verdad llamado Gerald Hurst demostró que el incendio no podía haber sido provocado. Pero el Estado de Texas eligió ignorarle.

Ahora, la Comisión de Ciencia Forense de Texas ha determinado por fin que no existe indicio alguno de que el incendio que mató a las niñas de Cameron fuera provocado, y que éste se ocasionó probablemente debido a un aparato o unos cables defectuosos; el informe acusatorio estaba sustentado totalmente en supercherías, falsas creencias policiales y pseudociencia. (Fuente)

Cameron Todd Willingham, que vio morir a sus hijas ante sus propios ojos e intentó salvarlas sin éxito, fue acusado, condenado y ejecutado por matarlas siendo perfectamente inocente; en lo que muy bien podría ser una versión del infierno. No hace veinte, ni treinta, ni cincuenta años. En 2004.

No es preciso llegar a estos extremos de barbarie y salvajismo para comprender que la denominada ciencia forense ha fracasado en incontables ocasiones a la hora de establecer la verdad sobre lo ocurrido. A diferencia de lo que se ve en la televisión, sus resultados presentan un elevado margen de incertidumbre que con frecuencia alcanza el 100%. O sea: la misma certeza que tirando una moneda a cara o cruz. Es la ciencia como excusa para la superstición, exactamente igual que hacen el resto de pseudocientíficos. Su problema es que, en la mayoría de casos, no es ciencia verdadera. Aunque pretenda hacerse pasar como tal.

Polis metidos a científicos.

Una de las debilidades mayores de la ciencia forense es que buena parte de ella no fue desarrollada por científicos, sino por policías. Esto no es malo por sí mismo; cualquier persona, aunque no tenga los títulos, puede ser un buen científico si actúa de manera conforme al método. Pero las personas sin instrucción formal en la epistemología científica suelen cometer errores de bulto a la hora de validar sus tesis y tomar por ciertos lo que sólo son sesgos cognitivos y falacias estadísticas.

Lo que no te han contado de las huellas dactilares y los estudios balísticos.

Este es el caso, por ejemplo, de la identificación mediante huellas dactilares. Por extraño que pueda parecer, después de tantos años, no se ha realizado jamás un estudio de validación de sus tesis, y toda ella se basa en suposiciones quizá ciertas pero desde luego no comprobadas.

Se dice, por ejemplo, que dos personas diferentes no pueden tener las mismas huellas dactilares. Sin embargo, esto no ha sido verificado. Tampoco se sabe cómo evolucionan las huellas de una persona en función del tiempo. Ni el mecanismo exacto mediante el que se fijan en las distintas superficies, y si permanecen estables en ellas o no. Los modelos de similitud estadística no han sido validados ni por asomo. Entre otras muchas cosas.

Pero esto no es lo más grave. En unos experimentos doble ciego realizados por la propia Asociación Internacional de Identificación (que reúne a los supuestos expertos en el área), menos del 45% de las identificaciones fueron correctas en todos los casos y casi el 40% resultaron totalmente incorrectas. Distintos especialistas obtenían distintos resultados con las mismas muestras. Hasta un 22% resultaron proclives a "tomar por datos ciertos lo que sólo eran suposiciones". (Fuente)

Cosa parecida cabe decir de los estudios balísticos, cuando pretenden determinar de qué arma salió un proyectil. En septiembre de 2008 se clausuró el departamento de Policía Científica del Estado de Michigan después de que una auditoría descubriese que más del 10% de estas identificaciones habían resultado falsas. Y no es de extrañar, puesto que esta presunta ciencia incorpora un importante componente de ojímetro bajo el aspecto engañoso de aproximaciones probabilísticas. Tampoco el análisis de trazas (de pintura, sangre, fibras, cabellos...) está libre de estas aproximaciones.

Cosas de locos.

Estas preocupantes imperfecciones, que muy bien pueden condenar a un inocente o liberar a un culpable apoyándose en pura pseudociencia, alcanzan el paroxismo cuando hablamos de la psiquiatría o psicología forense. Es cosa sabida que la mente resulta hoy por hoy aún huidiza a la hora de estudiarla según el método científico estricto. Pero, salvo casos muy evidentes, los informes mentales forenses no son más que una impresión diagnóstica.

¿Y qué es una impresión diagnóstica? Sencillo: una opinión profesional no sujeta a responsabilidad de ninguna clase. Un especialista en salud mental forense puede diagnosticar que alguien está perfectamente cuerdo, o perfectamente loco, o que es un sociópata peligroso, o cualquier otra cosa que le parezca sin temor a las consecuencias.

Los antecedentes históricos resultan especialmente inquietantes. Las supuestas ciencias de la mente tienen un historial de someterse, o incluso apoyar, determinados planteamientos filosóficos, sociales, morales o políticos de dudosa bondad; desde la drapetomanía y la disetesia etiópica con que se caracterizaba a los esclavos que trabajaban poco o anhelaban su libertad en los Estados Unidos, hasta la represión psiquiátrica practicada en la URSS contra quienes no sabían ver el Paraíso de los Trabajadores, pasando por la surrealista psiquiatría nazi, la patologización de minorías sexuales, el abuso de la lobotomía (incluso por ser una niña precoz) y un largo etcétera que se extiende hasta nuestros días.

Los jueces y jurados con poder sobre el destino de otras personas actuarían con prudencia y sabiduría si aprendiesen a relativizar y poner en su justa medida todas estas supuestas pruebas científicas que de ciencia tienen poco. Todo el mundo es inocente hasta que se demuestre su culpabilidad en un juicio justo donde se le hayan asegurado las garantías suficientes para su defensa. La palabra clave, como siempre, es demostrar. Afirmar no es demostrar, aunque se camufle con cháchara pseudocientífica. Quien acusa, debe probar. Quien afirma, debe probar. Lo contrario es lanzarnos otra vez en manos de la injusticia y de la superstición. Cameron Todd Willingham es la última víctima conocida de una larguísima historia de injusticia sustentada en la superstición que debería terminar ya. Tenemos los medios para hacerlo. Sólo hace falta la voluntad. Y el dinero, claro.

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6 comentarios:

  1. Me quedo con esto; (si para publicar comentarios, se permitiese copiar y pegar, sería más fácil y cómodo jajaja)

    "Todo el mundo es inocente hasta que se demuestre su culpabilidad en un juicio justo donde se le hayan asegurado las garantías suficientes para su defensa. La palabra clave, como siempre, es demostrar. Afirmar no es demostrar, aunque se camufle con cháchara pseudocientífica. Quien acusa, debe probar. Quien afirma, debe probar. Lo contrario es lanzarnos otra vez en manos de la injusticia y de la superstición."



    Saludos

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  2. Más que frecuentes, son inquietantes. Se les suele conceder tanta verosimilitud incluso cuando son "aproximativos" que tienden a diluír otras pruebas que pudieran ser contradictorias.

    Y sobre todo, lo más grave, es que una parte de sus principios se sustentan en afirmaciones que, aunque populares, no están verificadas fehacientemente.

    Un placer.

    Iker: creo que no existe la opción; echaré un vistazo, a ver.

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  3. (He borrado accidentalmente el segundo mensaje. Un lector preguntaba si son frecuentes los falsos positivos en la identificación por huellas dactilares. Mis disculpas.)

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  4. Fui yo quien preguntó, gracias por la respuesta. La verdad es que soy un completo ignorante en el tema, cuando me tomaron las huellas por primera vez con 14 años asumí que era un sistema infalible para identificar sin opción a error a una persona, no me planteé que simplemente pudiera ser el mejor conocido. Quizás debería empezar por estudiarme la estadística... lo dicho, gracias de nuevo, que me enrrollo.

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  5. Hola, nosotros en el curro utilizamos un sistema de detección de huellas dactilares para fichar. Parece que funciona bastante bien, lo que pasa es que no somos muchos. Supongo que si aumentas el número de individuos de la muestra, la cosa ya puede empezar a fallar. Además, se ve que no guardan la huella sino un número que acumula las coordenadas de ciertos puntos (estilo CRC). Así que no guardan la foto de las huellas por si entrara un hacker o parecido al servidor...
    Por cierto, parece que no funcionan las teclas de desplazamiento a la hora de escribir un comentario, qué raro! Saludos!

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  6. Hola, Gödel.

    En un sistema de detección por huellas dactilares, la muestra es siempre óptima. Vamos, que pones el dedo de pleno en el detector, proporcionando al sistema una muestra idónea y en las mismas condiciones en que se tomó la de muestra. Cosa distinta es analizar unas huellas parciales dejadas de mala manera en la culata de un arma, por ejemplo. :)

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