La pizarra de Yuri: El calendario maya y otras maneras de contar hasta el fin del mundo

domingo, 29 de noviembre de 2009

El calendario maya y otras maneras de contar hasta el fin del mundo

Tiempo y medida del tiempo son cosas distintas.

Según el Calendario de Cuenta Larga Mesoamericano, hoy es
....
(Script cortesía del Fourmilab)


Dicen algunos que, cuando este calendario marque 13.0.0.0.0, el 21 de diciembre de 2012 (lo que viene a ser la figurita de la izquierda en jerogrífico maya), algo le pasará a nuestro mundo. Uno, que va peinando alguna cana (¿algún amable lector o lectora conoce algún método eficaz de liquidarlas, malditas sean?) ya ha sobrevivido a algunos días del Juicio Final según los esclarecidos profetas habituales. Recuerdo especialmente las muchas que hubo a principios de los años '80, quizá porque yo empezaba a ser un chaval en aquellos tiempos y consiguieron impresionarme.

Mi difunto señor padre, hombre sencillo aunque con gran interés por el mundo que le rodeaba y talante cachondo, llegó a espetarle una vez a cierta damisela que trataba de convencernos de que el mundo se terminaría en la Nochevieja de 1983: "el 1 de enero de 1984 voy a tu casa y te echo un polvo." Según supe tiempo después, fue demasiado caballeroso para ir a exigirle el pago de la apuesta (y eso que era viudo y no tenía que dar explicaciones a nadie). De risas, le pregunté el porqué, y repuso: "bastante hecha polvo estaría la pobre". Cosa que en su día se me antojó extrañamente enigmática.


No he logrado identificar de qué olla de grillos en particular se había escapado esta joven, pero más por hastío que otra cosa: ha habido decenas, cientos, miles de predicciones del fin del mundo, el fin de los tiempos o lo que cada uno se imagine para tales eventos del juicio final. Los testigos de Jehová han sido especialmente prolíficos a la hora de meter la pata hasta el corvejón con sus profecías fallidas: 1914, 1915, 1918, 1920, 1925, 1941, 1975 y 1994 se cuentan entre las fechas propuestas por la Sociedad Atalaya de Pennsylvania para tan extraordinario suceso. Cualquiera diría que desde esa atalaya no se ve muy bien. Después de perder aproximadamente la mitad de sus fieles con cada una de estas pequeñas equivocaciones en las que miles de personas habían comprometido sus vidas y fortunas, han decidido ya sumarse a la corriente mayoritaria entre los protestantes milenaristas y decir que "ningún hombre puede saber cuándo, pero pronto."


No han sido los únicos. A los milleristas y quienes se han dejado influir por ellos les va mucho la marcha del fin del mundo: Adventistas del Séptimo Día, mormones y otros muchos vienen creyendo en un inminente fin de los tiempos y en uno u otro momento adelantaron fechas para sus seguidores. Se ve que el Gran Chasco de 1844 no fue suficiente lección. La Iglesia Católica –más sabe el diablo por viejo que por diablo– también picó en sus tiempos, pero aproximadamente desde el siglo IV consideraron heréticos tales planteamientos. Sin embargo, ello no impidió el pánico del año 1000 (los historiadores debaten sobre su alcance, pero lo hubo), o que el Papa Inocencio III (1161-1216) advirtiera del fin del mundo en 1284 como parte de la campaña de propaganda para la Quinta Cruzada, a través de su encíclica Quia Maior. Tampoco evitó que en el siglo XVI algunos eclesiásticos usaran una supuesta profecía de San Malaquías para tratar de imponer un Papa; esta es la famosa Profecía de los Papas, que por cierto anda a punto de caducar: sólo quedarían el presente y otro más. O el decepcionante Tercer Secreto de Fátima, que al final no fue ni chicha ni limoná y vale lo mismo para un cosido que para un fregado.

Tampoco es de extrañar que, en una cultura cuyo libro sagrado termina con una profecía apocalíptica –la Revelación de San Juan– el número de personas tratando de poner fecha a tan notable evento u otro parecido haya sido elevado. El más conocido de todos ellos es, indudablemente, el médico y astrólogo occitano Miquèl de Nostredame, conocido en francés como Michel de Nôtre-Dame y en casi todos los idiomas por su latinización Nostradamus. Aunque Nostradamus no predice propiamente un fin del mundo, y de hecho, es tan críptico que no predice nada en particular, las pocas veces en que dio una fecha para algún suceso apocalíptico, no parece que ocurriera gran cosa:
 
X Centuria, Cuarteta LXXII en Les Propheties de M. Michel Nostradamvs, Benoist Rigaud, Lyon, 1568. El texto (en francés antiguo) se traduce como "El año 1999, a los siete meses | del cielo vendrá un gran Rey terrorífico | resucitar el gran Rey de Angolmois | antes después Marte reinar por dicha". Además de que el texto es indescifrablemente ambiguo, en julio o agosto de 1999 no parece que ocurriera nada por el estilo sin retorcer mucho el lenguaje.
A lo largo del último medio siglo vivimos bajo una amenaza que fue lo más parecido a un verdadero aviso del apocalipsis, pero no se trataba de una profecía, sino de algo mucho más palpable: el riesgo de que una guerra nuclear a gran escala ocasionara inmensa mortandad y devastación, pudiendo llegar a la extinción de la especie humana en sus formas más extremas. Sin embargo, hasta el día presente hemos sido más cuerdos que todo eso y las armas preparadas para la última de todas las guerras siguen dormitando pesadillas neutrónicas en sus lanzadores y almacenes. No obstante ello, de manera acorde al signo de los tiempos, fue la primera vez en que todos comenzamos a creer en una profecía apocalíptica laica, no religiosa. Naturalmente, pronto comenzaron a surgir otras menos tangibles, a caballo entre la pseudociencia y la religión; muy propio de la evolución sincrética a donde están yendo las sociedades occidentales en materia espiritual.


Esto ya venía notándose entre grupúsculos de naturaleza esotérica, astrológica, contactista y demás, pero se manifestó con toda claridad en el año 2000 –a los milenaristas, por motivos obvios, les encantan los números exactos–. Todos recordaremos que, debido a unos supuestos fallos informáticos en cadena derivados de la fecha de dos dígitos que caracterizaba a la mayoría de ordenadores de su tiempo, el mundo tal y como lo conocemos se iba a terminar primero en la Nochevieja de 1999 y luego con el cambio de siglo. Lógicamente, los técnicos tomaron las precauciones oportunas, se hicieron las modificaciones necesarias, se corrigieron los fallos aparecidos y el mundo prosiguió su curso exactamente como el día anterior.

Desacreditadas las profecías religiosas, y saturado el público del temario habitual de Papas y cuartetas, quienes se ganan la vida con esto del milenarismo tuvieron que recurrir a saberes más olvidados y exóticos para mantener la clientela. El problema es que cuando uno se sale del entorno cultural de las grandes religiones monoteístas occidentales (cristianismo, judaísmo, islamismo y el zoroastrismo que impregna a las tres) el concepto de fin del mundo no es tan popular, pues les resulta bastante ajeno. Por ahí fuera creen en ciclos kármicos, ruedas de la vida y cosas así, lo que resulta difícil de conciliar con gloriosas Segundas Venidas o durísimos Días del Juicio Final. El sincretismo, una vez más, es la solución: buena parte de la literatura apocalíptica habla ya de cambios de ciclo o transformaciones de paradigma, normalmente relacionados con un suceso catastrófico pero no tanto y echando a la cazuela astrología, pseudociencia y elitismo. Lo mejor de todos los mundos, vaya.

La profecía de los mayas de 2012.


En esta búsqueda de nuevas fuentes de inspiración aptas para el gran público, los apocalípticos se encontraron con el Calendario Mesoamericano de Cuenta Larga, inventado probablemente por los olmecas pero conocido gracias a su vinculación con la cultura maya. Para usos cotidianos, los mesoamericanos precolombinos usaban un calendario religioso de 260 días y otro civil, solar, de 365. Pero ninguno de ellos servía para contar años, por lo que sus astrónomos crearon un calendario perpetuo con objeto de referirse a fechas lejanas en el pasado o en el futuro. Este es el Calendario de Cuenta Larga en cuestión.


La verdad es que el asunto da para un buen argumento. Los mayas fueron un pueblo nativo americano, surgido en lo que hoy en día viene siendo México y parte del extranjero, donde acostumbraban a vivir hasta la llegada del Conquistador. Curiosamente no conocían la rueda, pero parece que fue lo único en lo que no cayeron: estaban ocupados creando grandes ciudades, ziggurats llenos de jeroglíficos y una asombrosa astronomía más o menos en la época en que aquí los visigodos agonizaban para dejar paso al musulmán. Sus matemáticos conocieron el número cero y sus escribas redactaban la historia y los mitos de aquella cultura. Tenían una religión cañera, con sacrificios humanos y todo. Y lo que es más raro: en el siglo IX, a pesar de hallarse en plena expansión civilizatoria, los mayas meridionales abandonaron todo –incluso grandes expansiones urbanas en construcción– para desaparecer en las selvas. Se habla de un colapso ecológico agravado por cierta pertinaz sequía, pero en realidad nadie tiene ni idea del porqué. Lo que se encontró el Conquistador fue un pueblo en completa decadencia, fácil de invadir y asimilar, casi un okupante de todas aquellas riquezas antiguas.

El Calendario Largo que nos ocupa fue uno de los logros de estos olvidados mayas o sus predecesores olmecas. En su conjunto, puede usarse para calcular fechas durante cientos de miles de millones de años. Lo cual se nos antoja especialmente inquietante, sobre todo si tenemos en cuenta que por aquella época todo el mundo pensaba que el mundo tendría unos miles de años y los abismos cósmicos que hoy en día nos resultan naturales ni siquiera se habían empezado a sospechar. Por otra parte, claro, el hecho de que alguien elabore matemáticamente un sistema de contar hasta casi el infinito no implica que sepa lo que hay hasta casi el infinito. Más quisiéramos.


Al igual que el calendario occidental arranca en el año (falso) de nacimiento de Cristo, el Calendario Largo cuenta a partir de lo que nosotros llamaríamos el 11 de agosto del 3.114 a.C. Esta fecha se correspondería con un mito maya de la creación, y el Calendario Largo la expresa como 13.0.0.0.0 en su versión abreviada y 13.13.13.13.13.13.13.13. 13.13.13.13.13.13.13.13. 13.13.13.13.0.0.0.0 en la completa. Como hemos visto, la versión abreviada consta de cinco cifras, y era la de uso más corriente. Usando la versión abreviada, hay otra fecha que se podría indicar como 13.0.0.0.0: el 21 de diciembre de 2012 según el calendario común.

Y eso es todo. La profecía maya del 2012 se sustenta por completo en esta observación.

Si no ha estado expuesta a los envoltorios de misterio comercial y esoterismo de andar por casa, cualquier persona contestaría: "bueno... ¿y qué?" O sea, la versión abreviada de la Cuenta Larga marca otro 13.0.0.0.0 en torno al solsticio hiemal de 2012, así como la versión abreviada del calendario occidental marca 31 de diciembre cada Nochevieja, 1 cada vez que empieza el mes o lunes siempre que comienza la semana. Significa que cambiamos de baktun, igual que todos los siglos cambiamos de siglo, con la única diferencia de que un baktun dura 394 años y pico. Ya está. Nada más que decir, a menos que seas un vendedor de miedos, en cuyo caso te sacarás de la manga alineamientos galácticos (o de agujeros negros, que da más yuyu) corrientuchos para presentarlos como inquietantes; el fliposo planeta Nibiru de los contactados o su más cutre versión hispánica, el Hercólubus del Venerable Maestro Rabolú (no es coña); inversiones geomagnéticas relacionadas con el máximo solar (que se da cada 11 años y, por cierto, cae en 2013, no 2012); o delirantes disquisiciones sobre la numerología, el I Ching, el Hunab Ku o la mitología del Popol Vuh.


En realidad, cualquier cosa que suene bien para impactar a las almas cándidas olvidando que hablamos simplemente de un "arrancar la hoja del calendario" en versión mesoamericana antigua. Entre estas almas cándidas, por cierto, no se cuentan los descendientes genuinos de los mayas, que pasan bastante de todo el asunto (excepto los que aprovechan el invento para sacarle algún dólar, muy legítimamente, a los bobos del Primer Mundo en busca de la verdad).

Y es que los antiguos astrónomos olmecas y mayas –y quizá sus remotos descendientes– jamás habrían caído en semejante error: mezclar el tiempo con la forma de contar el tiempo, una tontada antropocéntrica que sólo las clases medias occidentales mal leídas y peor estudiadas podían pergeñar. Aunque algunos tengan carrera y todo, y por eso se crean el más sabio del lugar. Como dice Rafa Pla, hay mucha gente que pasa por la universidad, pero la universidad no pasa por ellos. O ellas. Veámoslo.

Del tiempo y de la manera de contar el tiempo.


El tiempo es un concepto que se les atraganta a muchos, e incluso algunos creen erróneamente que es una construcción arbitraria de la mente humana, recogiendo a sabiendas o sin saberlo las enseñanzas del budismo y de algunos sofistas griegos (si así fuera, entonces, ¿cómo habría evolucionado el universo hasta el momento en que los humanos pudimos surgir?). El tiempo es una dimensión, como lo son las del espacio, y sobre estas dimensiones espaciotemporales se desarrolla la realidad: el marco de referencia universal, por así decirlo. Se trata de una magnitud fundamental estrechamente relacionada con el calor y la entropía, siguiendo la Segunda Ley de la Termodinámica; fue la bajísima entropía del universo primigenio quien determinó la presente flecha del tiempo que avanza en un solo sentido.

Lo que pasa es que los humanos, para manejarnos con las magnitudes, inventamos unidades de medida. Nos sirven para saber cuánto hay de una magnitud determinada –tiempo, espacio, energía, masa, lo que sea– y éstas sí son esencialmente arbitrarias, creadas por el ser humano y dependientes de la cultura. El metro, por ejemplo. Un metro no es el espacio, sino una forma humana de medir una cantidad de espacio. Lo inventó en 1675 el científico veneciano Tito Livio Burattini, describiéndolo como la longitud de un péndulo de segundos.


Es cosa sabida que diversas culturas utilizan distintas maneras de medir el espacio, de manera igualmente eficiente, puesto que como descripción arbitraria que es funciona igual de bien o mal usemos la que usemos. Este es el caso de los anglosajones con su conocido Sistema Imperial en millas, pies y pulgadas, surgido de los navegantes marítimos y especialmente bien adaptado para barcos y aviones. O las unidades históricas, que a nuestros tatarabuelos les servían bien: la legua, el pie castellano, la toesa, la versta, al igual que la hanegada o fanega de tierra para el área, y el celemín o la arroba para el peso y el volumen. A decir verdad, la única gracia significativa del metro es que, como parte del sistema métrico decimal, resulta muy fácil convertir unas unidades en otras, a diferencia de lo que sucedía con estas medidas tradicionales.

Pero un metro no es el espacio. Confundir el espacio con la manera de medir el espacio es un error. Pensar que las unidades de medida humanas tienen algún efecto sobre el espacio, sus propiedades, su naturaleza o las cosas que suceden en él, una idea insólita y descabellada (a menos que este conocimiento nos permita modificar la realidad a través de la tecnología).


Lo mismo ocurre con el tiempo. Sólo que el caso del tiempo es aún más inaprehensible para los sentidos. Por lo general, desde muy antiguo se vincula a los ciclos de la luna, el sol y las estrellas, esto es, a fenómenos cíclicos de fácil observación con períodos percibidos como estables. Esto viene sucediendo desde mucho antes de que supiéramos que las órbitas de los astros se vienen a comportar como un "péndulo" muy preciso gracias a sus enormes masas gravitacionales. El paso de un día es obvio para cualquiera que tenga ojos en la cara, pero su duración varía a lo largo del año. Existen indicios de que venimos usando el mes lunar desde el Paleolítico, entendido como el tiempo que transcurre entre inicio de cuarto creciente e inicio de cuarto creciente. El año es también bastante antiguo, aunque ya requiere un poquito más de astronomía para darse cuenta de que el sol y las estrellas hacen las mismas cosas una vez, más o menos, cada doce meses lunares (en realidad las hacemos nosotros, al describir una órbita completa alrededor de nuestra estrella). Los antiguos persas ya lo usaban con normalidad, y seguramente venimos utilizándolo al menos desde los inicios de la agricultura y la civilización.

Más delicado es el asunto de la hora, el minuto y el segundo; al no haber nada inmediatamente obvio a los ojos que los determinen, su medición ha sido mucho más arbitraria y variable entre civilizaciones. Nuestra hora actual la inventaron los egipcios, dividiendo por doce el tiempo en que hay sol en el cielo por imitación de los doce meses lunares que hay en un año, y nos ha llegado a través de griegos y romanos. Los sesenta minutos que hay en una hora y los sesenta segundos que hay en un minuto son probablemente invención babilónica, que contaban en base 60, pero no tuvieron gran utilidad hasta que hubo relojes modernos. Por el extremo contrario, el siglo de 100 años y el milenio de 1.000 han ido apareciendo y desapareciendo de la mano de las culturas que usaban sistemas decimales, y no se generalizó su uso hasta la llegada del calendario gregoriano de 1582, el que nos sirve en la actualidad.


El ámbito de civilización mesoamericano estaba radicalmente separado del conglomerado cultural del Levante-Mesopotamia-Egipto-Mediterráneo Oriental donde se gestó la civilización occidental, y no consta ningún contacto sostenido antes de que Colón llegara hasta allá. Por ello, utilizaron una manera de contar diferente, en base 18 y 20, que es precisamente este Calendario de Cuenta Larga que nos ocupa, dividido en kins (días), uinals (20 días), tuns (360 días), katuns (7.200 días) y baktuns (144.000 días). Cambiar de baktun, por tanto, viene a ser como cambiar de siglo en la cultura occidental.

Y, por supuesto, no significa nada más. Un baktun no es el tiempo, como no lo es el año o el milenio. Confundir el tiempo con su unidad de medida es también un error. Pensar que las unidades de medida humanas para el tiempo tienen algún efecto sobre el tiempo, sus propiedades, su naturaleza o las cosas que suceden en él, una idea insólita y descabellada. Por mucho que los apocalípticos del 2012 y buena cantidad de astrólogos insistan en lo contrario.


Y sin embargo, escuchando a sus proponentes, cualquiera diría que el mundo va a cambiar de bases o ser directamente aniquilado el 21 de diciembre de 2012. Es más: da la sensación de que lo estén deseando. Entonces me acuerdo de mi difunto padre y su enigmática contestación. Pues sí, cualquiera diría que están deseando que suceda algo, algo gordo. Como no creo que lleguen al extremo de desear que se acabe el mundo con tal de tener razón –aunque nunca se sabe–, pienso más bien que operan en ellos mecanismos típicos de la mentalidad mágica y conspiranoica. Por un lado, ese deseo de sentirse parte de una élite exclusiva e incomprendida, la calidez de saber algo que el resto del mundo no sabe, de tener una razón de fondo. Por otro, una profunda insatisfacción y sentimiento de injusticia en su relación con este mundo, deseando de forma oculta que verdaderamente ocurra algo que cambie todo y ponga las cosas en su sitio. Todo ello, claro, sin levantarse demasiado del sillón. Y también la necesidad de creer en cosas y fuerzas ocultas que dominan el devenir de los tiempos, ante la imposibilidad de comprender sociedades y conocimientos que se les antojan demasiado complicados: desear que su explicación personal cuadre.


Por todo lo que sabemos, la Tierra no se acabará hasta dentro de unos cinco mil millones de años, cuando se la trague el Sol. Y el universo... bueno, empezaremos a discutir de ello cuando vayamos por un uno seguido de cuatrocientos ceros de años. Lamentable o afortunadamente, y salvo catástrofe personal de alguno de nosotros, nos veremos por aquí el día 13.0.0.0.1, que vendrá siendo el 22 de diciembre de 2012. Será otro día más, el mundo seguirá su ritmo, los apocalípticos buscarán algún nuevo temor que satisfaga esas necesidades secretas de tanta gente. Y si eres guapa, déjate de fines del mundo, mándame un e-mail y lo celebramos al estilo de papá.  :-D








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20 comentarios:

  1. Jajaja, cojonuda la ultima frase cacho buitre.

    PD. Grandisimo articulo.

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  2. Cada vez dejas el listón más alto. Vaya "peacho" artículo, me ha encantado ;)

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  3. Yo creo en las profecías de la Biblia, Cristo dijo que nadie sabe el día ni la hora del Rapto de la Iglesia, luego de esto vendrá la Gran Tribulación que será iniciada cuando el Anticristo haga un pacto de paz con Israel.

    Es lamentable que algunos religiosos pongan fechas del fin, y por esto desacrediten a los que creemos en la Biblia.

    Aparte de todo me parece este un blog interesante.

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  4. Hola:

    Impresionante blog, estas entradas son de lo más necesario y estimulante.

    Muhcas gracias.

    Un saludo

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  5. Buenas! Lo primero, felicitarte por tu blog, me lo recomendó un amigo que te conocía por ForoCoches y, ¡En maldita hora! ¡¡¡Jajajajaja!! ¡Tus artículos me han mantenido despierto toda la noche!

    Me han encantado todos, especialmente aquellos en los que desmontas mitos pseudocientíficos de la cultura popular (cómo lo de los satélites espía o este que te comento, sobre el rollo apocalíptico del 2012).


    En resumen, que muchas felicidades por un blog tremendamente bien escrito y llevado. ¡Sigue así!





    PD: Para las canas, el Just for Men me han dicho que va de fábula! xD

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  6. Tanekron: tomo nota *importante* de lo del Just for Men. :-D

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  7. PERO YURI ,esto es una contradicciòn evidente con la referencia de las bombas extraatmòsfera.
    Sos un maya científico NO CABE NINGUNA DUDA .
    Angel Luis si fuera por los MOISHES ya estarìamos girando alrededor de SIRIO o los SIRIOS no se muy bien como se llama la estrella esa.

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  8. Yuri, eres genial. Menos mal que alguien con todos esos conocimientos se digna a explicar a quien, por desgracia, no los tiene de manera amena y divertida.
    Por cierto, el relato en forocoches sobre el fin del mundo es impresionante, de ahi pude descubrir tu blog.
    Si has escrito algun relato mas de ese estilo, POR FAVOR, di donde lo has publicado.

    Saludos

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  9. lucido , simple y hasta entusiasta. Mi padre es Chaman, el no cree que el 2012 pase algo, y si pasa, le da lo mismo,lo que si le da pena es que se siga asustando a la gente. Voy a compatir tu escrito que esta buenazo.

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  10. Hombre, ha habido post mejores pero claro, si te metes a explicar que una unidad de medida no altera la magnitud medida... :S

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  11. Partiendo de la base de que me parece (como siempre) un artículo muy interesante, voy a volver a enfundarme el traje de Abogado del Diablo... ja ja!
    En tu artículo afirmas que "si tenemos en cuenta que por aquella época todo el mundo pensaba que el mundo tendría unos miles de años y los abismos cósmicos que hoy en día nos resultan naturales ni siquiera se habían empezado a sospechar". Eso no es cierto, en el budismo primitivo ya se hablaba de la infinitud del universo y de la extrema antigüedad de este universo, que a su vez estuvo precedido por otro, y así en un ciclo interminable. Como ya apunté en otra ocasión, en occidente tenemos una tendencia muy marcada al etnocentrismo, a creer (con frecuencia inconscientemente) que nuestras ideas o valores son únicos o universales.
    También afirmas que las filosofías dhármicas no predicen fines del mundo. De nuevo el budismo primitivo lo refuta, al afirmar que este mundo sería pasto del fuego en un remotísimo futuro.
    Un último apunte: dices que "Por todo lo que sabemos, la Tierra no se acabará hasta dentro de unos cinco mil millones de años, cuando se la trague el Sol". Entre los astrónomos existe la idea de que sucederá antes del colapso solar, cuando nuestra galaxia choque con la de Andrómeda (3Ma-5Ma), lo que causará desajustes gravitatorios que seguramente lanzarán a La Tierra al espacio profundo o a caer hacia El Sol.
    Bueno, espero no ser ofensivo, sino enriquecedor. Aparte de algunos detalles, tus artículos me parecen siempre brillantes.
    Un abrazo

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  12. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  13. Intentando documentarme más, he descubierto una puntualización a mi afirmación anterior, ja ja.
    En el artículo de wikipedia "formación y evolución del sistema solar" viene algo muy interesante. Cito el contenido:
    "El Sol se está haciendo más brillante a una tasa de más o menos del diez por ciento cada mil millones de años. Se estima que dentro de mil millones de años, ello provocará un efecto invernadero descontrolado en la Tierra que hará que los océanos empiecen a evaporarse[28]

    Toda la vida sobre la superficie se extinguirá, aunque la vida podría sobrevivir en los océanos más profundos; se ha sugerido que finalmente nuestro planeta podría recordar a cómo es Titán, la mayor luna de Saturno, hoy: una región ecuatorial cubierta por campos de dunas, con fuertes tormentas ocasionales descargando allí y creando depósitos fluviales, y la poca agua líquida existente concentrada en los polos -el resto perdida a la atmósfera y destruida allí por la radiación solar-[29]

    Dentro de 3,5 mil millones de años, la tierra alcanzará condiciones en su superficie similares a las de Venus (planeta) hoy en día; los océanos hervirán por completo, y toda la vida (en las formas conocidas) será imposible.

    Dentro de alrededor de 5 mil millones de años, las reservas de hidrógeno dentro del núcleo del Sol se habrán agotado y comenzará a utilizar aquellas en sus capas superiores menos densas. Esto requerirá que se expanda ochenta veces su diámetro actual, y, en más o menos 7,5 mil millones de años en el futuro, volverse una gigante roja, fría y embotada por su muy incrementada área de superficie. Así como el Sol se expanda absorberá al planeta Mercurio. Se espera que el Sol permanezca en una fase de gigante roja por alrededor de cien millones de años, alcanzando un diámetro alrededor de 170 veces mayor al que tiene ahora y una luminosidad más de 2300 veces superior.
    La Tierra poco antes de su fin.

    Esto tendrá consecuencias dramáticas para la Tierra; prácticamente toda la atmósfera se perderá en el espacio debido a un potente viento solar y la temperatura de la superficie terrestre, la cual estará cubierta por un océano de magma en el que flotarán continentes de metales y óxidos metálicos y "glaciares" de materiales refractarios por entonces, puede sobrepasar en algunos momentos los 2000°"

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  14. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  15. He suprimido dos comentarios porque sin querer había metido el mismo 3 veces, al pensar que el anterior intento no funcionaba.
    Si lo que dice wikipedia es cierto habría que cambiar nuestra cosmovisión: A la vida en La Tierra, que tiene 3500 Ma de antigüedad, podrían quedarle sólo otros 1000 Ma; estaríamos ya ante un planeta habitado en la fase final de su existencia.

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  16. García Risueño:

    Realmente no se sabe cuándo la Tierra se tornará inhabitable. :) Un 10% de incremento en el brillo del sol puede o no significar el fin de la vida en nuestro planeta; lo que te puedo asegurar es que no significará su fin, sólo su fin como planeta habitado.

    También puedo asegurarte que las probabilidades de que nuestro sistema solar sufra algún daño cuando "choquemos" (nos crucemos) con Andrómeda son francamente bajas, en el rango de varios ceros después de la coma y antes del uno. ;)

    Y estoy en desacuerdo con que el budismo (o cualquier otra gente del pasado) pensara estas cosas en términos de miles de millones de años. Que yo sepa, no hay ningún indicio de que realmente tuvieran percepción alguna de esas escalas de tiempo cósmico; tan sólo "interpretaciones" modernas sobre textos antiguos. Simplemente, no teníamos esa clase de conocimiento. Muéstrame alguna cita si me equivoco.

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  17. Estimado Yuri
    A mí también me ha extrañado que sólo un 10% de mayor radiancia pudiera acabar con la vida en La Tierra. Habría que leer el estudio en sí. Pero no me digas que no resultaría inquietante, caso de ser cierto, que la vida en La Tierra (viajes espaciales aparte) pudiera estar ya en su madurez.
    Mi profesora de astronomía me dijo (aunque no sé si con buen criterio) que aunque el choque entre estrellas al unirse Andrómeda y la Vía Láctea sea improbable, el desajuste gravitatorio sería probablemente catastrófico.
    No tengo a mano los textos de los que te hablo (Canon Pali), pero no es difícil encontrar fuentes en las que se comenten las escalas de tiempo en el budismo e hinduísmo. Por ejemplo, en la wikipedia, en el artículo sobre Brahma, cuya vida discurre pareja a la del Universo sobre el que reina según estas filosofías, puede leerse: "The lifespan of Brahmā is 100 Brahmā years, equivalent to 311,040,000,000,000 solar years (311 trillion and 40 billion earth years). At the end of His lifespan, there will be a gap of 100 Brahmā years, after which another Brahmā or creator will begin the process of creation anew. This cycle is thought to repeat without end". O sea, que Brahma y su Universo duran unos 300 billones de años. Cuando estos mitos se extendían en La India, en Occidente se creía en un universo de unos pocos miles de años de antigüedad. Creo que esto no es una mera anécdota, porque nos muestra las diferentes visiones que tienen diferentes culturas. Volver la vista hacia lo diferente puede ser intelectualmente muy enriquecedor.
    Gracias por el blog otra vez
    : )

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  18. Muy buena la entrada. Creo que el propio ser humano mediante una guerra, una contaminación masiva por medio de virus o cualquier otra cosa similar, o cualquier método de destrucción acabará antes con nosotros que cualquier calendario Maya, Inca o Azteca. Incluso creo que más peligroso que el sol nos trague, nos achicharre o venga el Hercólubus, es que haya gente tan convencida en estas historias para no dormir y que lo crean y lo vivan tanto. A ver si van ha hacer todo lo posible por lograr ese fin del mundo.

    Muy bueno el blog.

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