La pizarra de Yuri: Quienes estaban viento abajo.

domingo, 14 de marzo de 2010

Quienes estaban viento abajo.

Durante 14 años, los EEUU realizaron un centenar de pruebas nucleares atmosféricas en Nevada,
a 150 km de Las Vegas. Sólo recientemente empezaron a estudiarse sus efectos.
John Wayne y Susan Hayward podrían contarse entre las víctimas.


Entre 1945 y 1980, y sobre todo hasta 1963, las principales potencias nucleares realizaron más de quinientas pruebas atómicas atmosféricas; es decir, al aire libre. Inevitablemente, los Estados Unidos y la Unión Soviética perpetraron la parte del león, con unas 215 cada uno. El resultado fue una inmensa cantidad de conocimientos sobre este tipo nuevo de arma devastadora y sus aplicaciones científicas y militares; para sorpresa de muchos, tantos cientos de explosiones atómicas apenas han incrementado la radiación de fondo global en mucho menos del equivalente a una radiografía por año.

Pero no en todas partes por igual, claro. La deposición de una explosión o un accidente nuclear depende generalmente de la distancia. Cuanto más cerca, peor. Por eso, la mayor parte de estas potencias optaron por ejecutar estas pruebas en lugares remotos, con muy baja densidad de población y vientos dominantes que transportaran el grueso de la radiación a desiertos u océanos; lo cual es francamente una salvajada, pero evidencia una cierta voluntad de proteger a la población frente a sus efectos peores.

Francia, por ejemplo, realizó casi todas sus pruebas en islotes del Pacífico. China, en el desierto del Gobi. El Reino Unido, en el desierto australiano. La URSS las repartió entre Nueva Zembla, que básicamente está en el fin del mundo, y Semipalatinsk, que no está tan en el fin del mundo –la ciudad, con cien mil habitantes por aquel entonces, se halla a unos cien kilómetros– pero se le parece, en la frontera de Siberia con el Gobi. Estados Unidos también optó por sus posesiones pacíficas para un centenar de estas pruebas... y realizó otro centenar en el campo de pruebas de Nevada.

¿Y cuál es el problema? Pues el problema es que los Estados Unidos continentales no son tan grandes, y están mucho más poblados que todos los demás lugares mencionados. De hecho, el campo de pruebas de Nevada se encuentra a menos de ciento cincuenta kilómetros de Las Vegas, que por aquellos tiempos contaba unos cien mil habitantes, como Semipalatinsk. Pero eso no fue lo más grave. Lo más grave fue que los vientos dominantes empujaban la radiación no hacia océanos, hielos y desiertos, como en los casos anteriores, sino hacia las vastas extensiones agrícolas de las Grandes Llanuras, perfectamente habitadas. Cinco millones de personas absorbieron dosis tiroideas per capita (yodo-131) entre 9 y 16 rads: más que en Kiev a consecuencia del accidente de Chernóbyl, aproximadamente el 5% de lo absorbido por la población de Pripyat y similar a la sufrida en las áreas periféricas de Hiroshima.

Les llaman downwinders: quienes estaban viento abajo. Sobre todo, los niños que se criaron entre 1951 y 1971 absorbieron altas dosis de yodo-131 radioactivo –uno de los radioisótopos más peligrosos que existen– a través de la leche, particularmente en Colorado, Idaho, Montana, Kansas, Dakota del Sur y Utah, pero también en lugares tan lejanos como Florida. Numerosas reservas de los norteamericanos nativos (indios) Navajo, Hopi, Zuni, Ute y Pueblo resultaron severamente afectadas, pero también el área metropolitana de Denver e incontables comunidades agrícolas de las praderas.

Absorción de yodo-131 en tiroides por condados, National Cancer Institute, USA.

Los downwinders de Hanford.

No fueron los únicos, ni todos se debieron a una ignorancia esencial de los efectos radiológicos de las armas nucleares (que no deberían haber tenido, después de años de ocupación del Japón, incluyendo Hiroshima y Nagasaki).

En 1943 se instalaba en Hanford (estado de Washington) la primera planta del mundo de separación del plutonio. Allí se produjo el plutonio para la primera prueba nuclear (Trinity), y para la bomba de Nagasaki. Y después, para las 60.000 armas nucleares creadas por los Estados Unidos a lo largo de la Guerra Fría. Con este objeto, instalaron hasta nueve reactores y cinco plantas separadoras de separación y ultrapurificación. La instalación fue cerrada tras el colapso de la URSS, y hoy en día es el lugar más contaminado de los Estados Unidos.

A lo largo de los primeros años de su existencia, los procedimientos de seguridad radiológica fueron mucho menos que óptimos. Incluso se llegaron a practicar varias emisiones deliberadas de gases radioactivos a la atmósfera, bajo secreto de estado; una de ellas, conocida como Green Run, liberó de 5.500 a 12.000 curios de yodo-131 al aire, a lo largo de dos días. Los detalles de estos experimentos siguen siendo confidenciales 61 años después.

Estas emisiones deliberadas y los descuidos accidentales afectaron a cientos de miles de personas a lo largo del Río Columbia, desde la Columbia Británica canadiense hasta Oregón, e incluyendo al estado de Washington y el área metropolitana de Seattle. Toda esta gente sufrió exposición a niveles no determinados hasta hoy de plutonio-239, yodo-131, cesio-137, estroncio-90 y otras sustancias radiológicas. De nuevo, las comunidades de norteamericanos nativos resultaron expuestas de manera particular. Nunca se ha realizado un estudio exhaustivo sobre los efectos de esta historia aún secreta en su mayor parte.

El uranio de los navajos: quienes estaban tierra abajo.

En 1948, conforme la Guerra Fría comenzaba, la Comisión para la Energía Atómica de los Estados Unidos (AEC) anunció que garantizaba la compra en exclusiva de cualquier cantidad de uranio extraida en el país, para reducir la dependencia del uranio obtenido en el exterior. La AEC no se dedicaría a extraer el uranio, sino que le cedió el derecho a las empresas privadas.

Como consecuencia, se produjo un boom de minas de uranio allá donde se podía encontrar alguna cantidad de este metal. El 92% de estas minas se hallaban en el Altiplano de Colorado, al noroeste de Albuquerque. Muchas de ellas resultaron estar en los territorios ancestrales de los navajos; al menos 1.000 se encontraban dentro de su reserva. Las compañías contrataron a estos norteamericanos nativos, siempre sacudidos por el desempleo, a cambio de cuatro perras. De hecho, para muchos de ellos era el único trabajo disponible en el sector. Miles de ellos se desplazaron a las minas con sus familias para tratar de ganarse la vida con esta oportunidad. Entre 1944 y 1989, extrajeron a las montañas y llanuras casi cuatro millones de toneladas de mineral de uranio, para que sus patronos las vendiesen a la AEC sin riesgo empresarial alguno.

En 1950, el servicio de Salud Pública de los Estados Unidos comenzó a estudiar la relación entre la minería del uranio y los numerosos casos de cáncer de pulmón que surgían entre estas personas. No fue publicado hasta 1962, estableciendo por primera vez una correlación estadística clara entre el radón presente en estas minas y los tumores pulmonares. Sólo que los estudios se mantuvieron durante muchos años envueltos en un aura de secretismo. Nadie se lo explicó a estos humildes trabajadores, muchos de los cuales apenas hablaban inglés; pavorosamente, en navajo no existía ninguna palabra que significara 'radiación', con lo que ni siquiera eran capaces de expresar el concepto. Las autoridades laborales, de acuerdo con la patronal, no reconocían la exposición al uranio y al radón como causa de enfermedades profesionales. A los navajos se les enviaba al subsuelo inmediatamente después de las explosiones, mientras que los trabajadores blancos permanecían en el exterior.

Nadie contó al pueblo navajo que el estratégico uranio de sus tierras ancestrales, que extraían por salarios de miseria para sus empresarios y para los Estados Unidos, podía matarles. Y, de hecho, los estaba matando a un ritmo pavoroso: entre 15 y 200 veces más casos de cáncer de pulmón y estómago que en cualquier otro punto del país. Fueron los que estaban tierra abajo.

La maldición de John Wayne.

En 1955, John Wayne y otras conocidas personalidades de Hollywood se desplazaron a Utah para filmar lo que resultó ser un fiasco sobre la vida de Gengis Khan: una película llamada El Conquistador. El equipo de producción se componía de unas 220 personas, incluyendo al famoso actor, el director Dick Powell, las actrices Susan Hayward y Agnes Moorehead, o el renombrado mexicano Pedro Armendáriz.

Aparentemente, el equipo directivo era al menos en parte consciente de las peculiaridades radiológicas del área; se dice que existe incluso una fotografía de Wayne estudiando el terreno con un contador Geiger. Fuera así o no, la cercanía del campo de pruebas de Nevada no les impidió pasar allí varias semanas, y luego meter excavadoras y remover el terreno para enviar 60 toneladas de la característica tierra local para completar la filmación en Hollywood.

Veinticinco años después, noventa y uno de ellos (el 41%) habían contraído cáncer y 46 habían perecido de esta enfermedad, incluyendo a la totalidad del equipo principal: Dick Powell (linfoma, 58 años de edad), John Wayne (tumor estomacal, 72 años), Susan Hayward (tumor cerebrarl, 57 años), Agnes Moorehead (cáncer de útero, 73 años) y Pedro Armendáriz (cáncer renal, 51 años). Algunos de ellos eran fumadores compulsivos (Wayne era conocido por atizarse seis paquetes diarios), pero otros no, y de todas formas estas tasas de morbilidad y mortalidad son tres veces superiores a las de la media estadounidense, que debería haber sido de unos 30 casos.

Del viento y del silencio.

Al igual que ocurre en Chernóbyl, nadie se pone de acuerdo sobre las cifras de personas muertas o enfermas por todas estas contaminaciones radiológicas. El National Cancer Institute cree que pueden haber sido unas 6.000 muertes por cáncer de tiroides, sobre todo en niños, y unas 1.800 por leucemia en combinación con las pruebas globales, con un número indeterminado de afectados que estiman a partir de 70.000. Los procesos judiciales llevan recorridos de décadas, y suelen saldarse con acuerdos extrajudiciales por agotamiento económico de los demandantes.

En 1990 Estados Unidos aprobó la Radiation Exposure Compensation Act, que garantizaba unos pagos a quienes pudiesen demostrar la relación entre sus problemas de salud –o su fallecimiento– con lo sucedido con la minería del uranio, las pruebas de Nevada o los experimentos secretos de Hanford. Esta demostración ha resultado ser especialmente difícil, en parte porque una cantidad significativa de documentación sigue estando clasificada. Por otra parte, las viudas navajo raras veces podían cobrar debido a que estuvieron casadas mediante rito tribal, no civil; recientemente se han incorporado algunos cambios para facilitárselo, pero mucha gente ha desaparecido o abandonado ya. En total se han aprobado, hasta octubre del año pasado, 21.629 solicitudes, por un total de 1.441 millones de dólares: menos de 70.000 dólares para cada afectado reconocido.

Dado que los dos grandes partidos estuvieron implicados en estos hechos, y con ellos importantes corporaciones vinculadas a la seguridad nacional, el asunto ha sido tratado con extrema discreción en los medios de comunicación de masas. Quienes estaban viento abajo, además de sus males, fueron invisibilizados en la gran resaca de la Guerra Fría, como tantos otros. Poco a poco van desapareciendo, y con ellos una historia cruel, inhumana y deshonrosa. Como si dijéramos, se los llevó el viento.

Sitios web

Bibliografía
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  • Welsome, Eileen (1999), The Plutonium Files: America's Secret Medical Experiments in the Cold War, The Dial Press, New York.

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4 comentarios:

  1. un artículo fantástico, es muy difícil hacer que algo así sea ameno de leer. felicidades.

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  2. Muy buen artículo .Todos tus artìculos son coleccionables.
    Casualmente en otro blog estaba comentando que antes la inteligencia se medía por la posibilidad de medir el sujeto las consecuencias de sus actos ,invenciones ,etc etc.
    Ahora el sujeto SUPUESTAMENTE pensante hace cualquier cosa QUE PERJUDICA AL RESTO DE LA HUMANIDAD y que esta sufra las consecuencias el dìa de mañana ,TOTAL QUE IMPORTA NO?.
    Antes de los terremotos de CHILE ,te contè que los TERREMOTOS DE CHILE DE 1960 SE COMPROBO SE PRODUJERON POR LAS DETONACIONES SUBTERRANEAS ATOMICAS DE FRANCIA.

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