Puede que salvaran a millones de personas sacrificando sus vidas, y ya nadie se acuerda.
Es una de las historias más conocidas de nuestro tiempo: el día 26 de abril de 1986, el reactor nº 4 de la central nuclear de Chernóbyl estalló durante el transcurso de una prueba de seguridad mal ejecutada, a consecuencia de 24 horas de manipulaciones insensatas y más de doscientas violaciones del Reglamento de Seguridad Nuclear de la Unión Soviética. Estas acciones condujeron al envenenamiento por xenón del núcleo, llevándolo a un embalamiento neutrónico seguido por una excursión de energía que culminó en dos grandes explosiones a las 01:24 de la madrugada.
Sobre Chernóbyl se han contado muchas mentiras. Y las han contado todos, desde las autoridades soviéticas de su tiempo hasta la industria nuclear occidental, pasando por los propagandistas de todos los signos y la colección de conspiranoicos habituales. Hay una de ellas que me molesta de modo particular, y es esa de que los liquidadores –el casi millón de personas que acudieron a encargarse del problema– eran una horda de pobres ignorantes llevados allí sin saber la clase de monstruo que tenían delante. Y me molesta porque constituye un desprecio a su heroísmo.
Y porque es radicalmente falso. Una turba ignorante no sirve para nada en un accidente tecnológico tan complejo. Los equipos de liquidadores estaban compuestos, sobre todo, por bomberos, científicos y especialistas de la industria nuclear; tropas terrestres y aéreas preparadas para la guerra atómica; e ingenieros de minas, geólogos y mineros del uranio, debido a su amplia experiencia en la manipulación de estas sustancias. Es necio suponer que esta clase de personas ignoraban los peligros de un reactor nuclear destripado cuyos contenidos ves brillar ante tus ojos en un enorme agujero.
Los liquidadores acudieron, sabían lo que tenían ante sí, y a pesar de ello realizaron su trabajo con enorme valor y responsabilidad. Cientos, miles de ellos, de manera heroica hasta el escalofrío. Los bomberos que se turnaban entre vómitos y diarreas radiológicas para subir al mítico tejado de Chernóbyl, donde había más de 40.000 roentgens/hora, para apagar desde allí los incendios (la radiación ambiental normal son unos 20 microrroentgens/hora). Los pilotos que detenían sus helicópteros justo encima del reactor abierto y refulgente para vaciar sobre él los buckets de arena y arcilla con plomo y boro. Los técnicos y soldados que corrían a toda velocidad por las galerías devastadas cantándose a gritos las lecturas de los contadores Geiger y los cronómetros para romper paredes, restablecer conexiones y bloquear canalizaciones en turnos de cuarenta o sesenta segundos alrededor de la sala de turbinas (20.000 roentgens/hora). Los mineros e ingenieros que trabajaban en túneles subterráneos, inundándose constantemente con agua de siniestro brillo azul, para instalar las tuberías de un cambiador de calor que le robase algo de temperatura al núcleo fundido y radiante a escasos metros de distancia. Los miles de trabajadores y arquitectos que levantaban el sarcófago a su alrededor, retiraban del entorno los escombros furiosamente radioactivos y evacuaban a la población. Salvo a los soldados, sometidos a disciplina militar, a nadie se le prohibía coger el petate e irse si no quería seguir allí; casi nadie lo hizo. Es más: muchos de ellos llegaron como voluntarios desde toda la URSS, especialmente muchos estudiantes y posgraduados de las facultades de física e ingeniería nuclear. Esta fue la clase de hombres y no pocas mujeres que algunos creen o quieren creer una turba ignorante y patética. Esto fueron los liquidadores.
Un helicóptero Mi-8 toca los cables de una grúa utilizada en la construcción del sarcófago y cae mientras intenta descargar arena con boro sobre el reactor abierto, el 2 de octubre. Las operaciones de liquidación se extendieron durante más de un año.
Les llamaban, y se llamaban a sí mismos, los bio-robots, que seguían funcionando cuando el acero cedía y las máquinas fallaban. No lo hicieron por el dinero, ni por la fama, de lo que tuvieron bien poco. Lo hicieron por responsabilidad, por humanidad y porque alguien tenía que hacer el maldito trabajo. Hoy quiero hablar de tres de ellos, que hicieron algo aún más extraordinario en un lugar donde el heroísmo era cosa corriente. Por eso, sólo se me ocurre denominarlos los tres superhéroes de Chernóbyl.
El monstruo del agua que brilla en azul.
Lo único que hay de cierto en estas suposiciones sobre la ignorancia de los liquidadores es que, en las primeras horas, no sabían que había estallado el reactor. Pero no lo sabían porque nadie lo sabía. La misma lógica errónea de los responsables de la instalación que provocó el accidente les hizo creer que había estallado el intercambiador de calor, no el reactor; y así lo informaron tanto al personal que acudía como a sus superiores. Hay una historia un tanto chusca sobre cómo los aviones que llevaban al lugar a destacados miembros de la Academia de Ciencias de la URSS se dieron la vuelta en el aire por órdenes del KGB cuando éste descubrió, a través de su equipo de protección de la central, que había explotado el reactor (además de sus atribuciones de espionaje por el que es tan conocido, el KGB "uniformado" desempeñaba en la Unión Soviética un papel muy parecido al de nuestra Guardia Civil, exceptuando tráfico pero incluyendo la seguridad de las instalaciones radiológicas).
En la mañana inmediatamente posterior al accidente, un helicóptero militar obtiene las primeras tomas de video donde se observa el reactor abierto y fundiéndose.
Debido a este motivo, en un primer momento se echaron sobre el agujero millones de litros de agua y nitrógeno líquido, con el propósito de mantener frío y proteger así el reactor que creían a salvo y sellado más allá de las llamas y el denso humo negro. Esto contribuyó a empeorar las consecuencias del siniestro, pues el agua se vaporizaba instantáneamente al tocar el núcleo fundido a más de 2.000 ºC; y salía disparada hacia la estratosfera en forma de grandes nubes de vapor que el viento arrastraría en todas direcciones.
De todos modos, tenía poco arreglo: era preciso apagar los enormes incendios. Cuando el fuego quedó extinguido por fin, no sólo había pasado la contaminación al aire, sino que ahora tenían una gran cantidad de agua acumulada en las piscinas de seguridad bajo el reactor. Estas piscinas de seguridad, conocidas como piscinas de burbujas, se hallaban en dos niveles inferiores y tenían por función contener agua por si fuese preciso enfriar de emergencia el reactor. También servían para condensar vapor y reducir la presión en caso de que se rompiera alguna tubería del circuito primario (de ahí su nombre), junto a un tercer nivel que actuaba de conducción, inmediatamente debajo del reactor. Así, en caso de ruptura de alguna canalización, el vapor se vería obligado a circular por este nivel de conducción y escapar a través de una capa de agua, lo que reduciría su peligrosidad.
Ahora, después de la aniquilación, estas piscinas inferiores estaban llenas a rebosar con agua procedente de las tuberías reventadas del circuito primario y de la utilizada por los bomberos para apagar el incendio y en el vano intento de mantener frío el reactor. Y sobre ellas se encontraba el reactor abierto, fundiéndose lentamente en forma de lava de corio a 1.660 ºC. En cualquier momento podían empezar a caer grandes goterones de esta lava poderosamente radioactiva, o incluso el conjunto completo, provocando así una o varias explosiones de vapor que proyectasen a la atmósfera cientos de toneladas de este corio. Eso habría multiplicado a gran escala la contaminación provocada por el accidente, destruyendo el lugar y afectando gravemente a toda Europa. Además, la mezcla de agua y corio radioactivos escaparían y se infiltrarían al subsuelo, contaminando las aguas subterráneas y poniendo en grave peligro el suministro a la cercana ciudad de Kiev, con dos millones y medio de habitantes, en una especie de síndrome de China.
Se tomó, pues, la decisión de vaciar estas piscinas de manera controlada. En condiciones normales, esto habría sido una tarea fácil: bastaba con abrir sus esclusas mediante una sencilla orden al ordenador SKALA que gestionaba la central, y el agua fluiría con seguridad a un reservorio exterior. Pero con los sistemas de control electrónico destruidos, esto no resultaba posible. De hecho, la única manera de hacerlo ahora era actuando manualmente las válvulas. El problema es que las válvulas estaban bajo el agua, dentro de la piscina, cerca del fondo lleno de escombros altamente radioactivos que la hacían brillar tenuemente en color azul por radiación de Cherenkov. Justo debajo del reactor que se fundía, emitiendo un siniestro brillo rojizo.
Así pues, como las máquinas ya no podían, era trabajo para los bio-robots.Alguien tendría que caminar, un paso detrás del otro, hacia el reactor reventado y ardiente a lo largo de un grisáceo campo de destrucción donde la radioactividad era tan intensa que provocaba un sabor metálico en la boca, confusión en la cabeza y como agujas en la piel. Viendo cómo tus manos se broncean por segundos, como después de semanas bajo el sol. Y luego sumergirse en el agua oleaginosa y de brillo tenuemente azul, con el inestable monstruo radioactivo encima de las cabezas, para abrir las válvulas a mano: una operación difícil y peligrosa incluso en circunstancias normales.
Ese era un viaje sólo de ida.
Al parecer, la decisión sobre quién lo haría se tomó de manera muy simple; con aquella vieja frase que, a lo largo de la historia de la humanidad, siempre bastó a los héroes:
–Yo iré.
Los tres hombres que fueron.
Los dos primeros en ofrecerse voluntarios fueron Alexei Ananenko y Valeriy Bezpalov. Alexei Ananenko era un prestigioso tecnólogo de la industria nuclear soviética, que había participado extensivamente en el desarrollo y construcción del complejo electronuclear de Chernóbyl: cooperó en el diseño de las esclusas y sabía dónde estaban ubicadas exactamente las válvulas. Casado, tenía un hijo. Valeriy Bezpalov era uno de los ingenieros que trabajaban en la central, ocupando un puesto de responsabilidad en el departamento de explotación. Estaba también casado, con una niña y dos niños de corta edad.
Los dos eran ingenieros nucleares. Los dos comprendían más allá de toda duda que se disponían a caminar de cara hacia la muerte.
Mientras se ponían sus trajes de submarinismo sentados en un banco, observaron que necesitarían un ayudante para sujetarles la lámpara subacuática desde el borde de la piscina mientras ellos trabajaban en las profundidades. Y miraron a los ojos a los hombres que tenían alrededor. Entonces uno de ellos, un joven trabajador de la central sin familia llamado Boris Baranov, se alzó de hombros y dijo aquella otra frase que casi siempre ha seguido a la anterior:
–Yo iré con vosotros.
Era media mañana cuando los héroes Alexei Ananenko, Valeriy Bezpalov y Boris Baranov se tomaron un chupito de vodka para darse valor, agarraron las cajas de herramientas y echaron a andar hacia la lava radioactiva en que se había convertido el reactor número 4 del complejo electronuclear de Chernóbyl. Así, sin más.
Ante los ojos encogidos de quienes quedaron atrás, los tres camaradas caminaron los mil doscientos metros que había hasta el nivel –0,5, dicen que conversando apaciblemente entre sí. Qué tal, cuánto tiempo sin verte, qué tal tus hijos, a ti no te conocía, chaval, yo es que no soy de por aquí. O parece que hoy vamos a trabajar un poco juntos, igual podemos acceder mejor por ahí, yo voy a la válvula de la derecha y tú a la de la izquierda, tú ilumínanos desde allá, parece que va a llover, ¿no?, E incluso está bien buena la secretaria del ingeniero Kornilov, ¿eh?, ya lo creo, menudo meneo le arrearía, pues me parece que este año el Dinamo de Moscú no gana la liga. Esas cosas de las que hablan los bio-robots mientras ven cómo su piel se oscurece lentamente, se les va un poquito la cabeza debido a la ionización de las neuronas y la boca les sabe a uranio cada vez más, conteniendo la náusea, sacudiéndose incómodamente porque es como si un millón de duendes maléficos te estuvieran clavando agujas en la piel. Cinco mil roentgens/hora, llaman a eso.
Y bajo aquel cielo gris y los restos fulgurantes de un reactor nuclear, los héroes Alexei Ananenko y Valeriy Bezpalov se sumergieron en la piscina de burbujas del nivel –0,5, con una radioactividad tan sólida que se podía sentir, mientras su camarada Boris Baranov les sujetaba la lámpara subacuática. Ésta estaba dañada y falló poco después. Desde el exterior, ya nadie les oía ni les veía.
Pero, de pronto, las esclusas comenzaron a abrirse, y un millón de metros cúbicos de agua radioactiva escaparon en dirección al reservorio seguro preparado a tal efecto. Lo habían logrado. Alguien murmuró que los héroes Ananenko, Bezpalov y Baranov acababan de salvar a Europa. Resulta difícil determinar hasta qué punto tenía razón.
Hay versiones contradictorias sobre lo que sucedió después. La más tradicional dice que jamás regresaron, y siguen sepultados allí. La más probable asegura que llegaron a salir de la piscina y celebrar su victoria riendo y abrazándose a los mismísimos pies del monstruo, en el borde de la piscina; e incluso lograron regresar sus cuerpos, aunque no sus vidas. Murieron poco después, de síndrome radioactivo extremo, en hospitales de Kiev y Moscú. Aún otra más, que se me antoja casi imposible, sugiere que Ananenko y Bezpalov perecieron, pero el joven trabajador Baranov pudo sobrevivir y anda o anduvo un tiempo por ahí.
Esta es la historia de Alexei Ananenko, Valeriy Bezpalov y Boris Baranov, los tres superhéroes de Chernóbyl, de quienes se dice que salvaron a Europa o al menos a algún que otro millón de personas en miles de kilómetros a la redonda un frío día de abril. Fueron a la muerte conscientemente, deliberadamente, por responsabilidad y humanidad y sentido del honor, para que los demás pudiésemos vivir. Cuando alguien piense que este género humano nuestro no tiene salvación, siempre puede recordar a hombres como estos y otros cientos o miles por el estilo que también estuvieron por allí. No circulan fotos de ellos, ni han hecho superproducciones de Hollywood, y hasta sus nombres son difíciles de encontrar. Pero hoy, veinticuatro años después, yo brindo en su recuerdo, me cuadro ante su memoria y les doy mil veces las gracias. Por ir.
El Sacrificio, de Wladimir Tcherkoff.
Lectura recomendada:
- La verdad sobre Chernóbyl, con prólogo del Premio Nobel Andrei Sakharov (1991), escrito por el ingeniero nuclear Grigory Medvédev, un profundo conocedor de este complejo electronuclear y de la política energética soviética. Incluye un relato exhaustivo del accidente y haciendo honor a su título, es el que menos mentiras cuenta según mi opinión. Seguramente por ese mismo motivo, es el más difícil de conseguir. En España lo editó Heptada con el ISBN 84-7892-049-8; está agotado, pero siempre se puede intentar una llamada. En inglés fue editado con el ISBN 1-85043-331-3 (Tauris & Co, Londres) y está disponible aquí.
- El corazón de Chernóbyl. Seguramente, el mejor documental que se ha filmado sobre las consecuencias humanas del desastre. Desde dentro; tan dentro que la directora de la ONG que lo presenta sufrió envenenamiento por cesio-137 durante la realización. Durísimo, pero absolutamente necesario. En inglés, disponible en YouTube: Parte 1, Parte 2, Parte 3, Parte 4. Si te apetece colaborar con esta ONG, puedes hacerlo aquí.
EL LIBRO DE LA PIZARRA DE YURI:
Pídelo en tu librería: Ed. Silente, La Pizarra de Yuri, ISBN 978-84-96862-36-4
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Impresionante. Sencillamente impresionante. Gran anotación.
ResponderEliminarQué bueno.
ResponderEliminarIgual hasta esta especie nuestra tiene salvación.
¡Yuri, prepárate para el fecto meneame! ;)
Excelente articulo!! solo un apunte, en el principio dices que:
ResponderEliminar"Estas acciones condujeron al envenenamiento por xenón del núcleo, "
Yo tenia entendido que se saltaron las medidas de seguridad precisamente para evitar el envenenamiento por xenon, ya que cuando este se produce no es posible encender el reactor hasta pasados unos dias.
http://es.wikipedia.org/wiki/Envenenamiento_por_xen%C3%B3n
Saludos!!
Un magnifico relato, sin duda uno de los textos mas interesantes que he leido en la red.
ResponderEliminar¡Gracias!
Excelente post amigo. Me siento orgulloso de lo capaces que somos cuando bajo presión, necesitamos reaccionar de esta manera. Lo interesante sería ser capaces de no tener que llegar a ese punto... De todas maneras, este tipo de cosas me dejan con la gran duda siempre... "sería yo capaz?"
ResponderEliminarSaludos.
Tremendamente conmovedor, gracias por escribirlo. Gracias.
ResponderEliminarBuenas,
ResponderEliminarTe felicito por esta estupenda entrada. He visto también el reportaje al que haces referencia. Así da gusto echarle uno ojo a los blogs :)
Tanta mierda que hay últimamente y leer la entrada ha sido una muy buena manera de aprovechar el tiempo.
Una vez más, felicidades por el post.
Saludos!
Todos hemos tenido que recordar al hijo de puta de Eróstrato durante generaciones. A ver si nos aprendemos los nombres de Alexéi Ananenko, Valeri Bespálov y Borís Varanov (con perdón por la licencia dada a la grafía cirílica)
ResponderEliminarMagnífico artículo, don Yuri. Nos hace usted bajar los misterios cuánticos al inframundo en un click.
Muy muy buen post. Una historia que debe ser obligatoriamente conocida.
ResponderEliminar"...nos hace bajar DE los miesterios cuánticos al inframnudo", quise decir
ResponderEliminarDisculpe, cosas de no revisar lo que uno escribe.
ESPELUZNANTE
ResponderEliminarEspeluznante hoy y espeluznante ayer...
ya no podemos decir eso de "siempre son los mismos los que salen perdiendo"
ahora el cáncer nos afecta -por fin- a todos.
Excelente artículo. Enhorabuena, sabía algo de pasada sobre estos hombres que perdieron la vida en Chernobyl, pero no hasta dónde llegaron y lo que les debemos. Gracias por recordárnoslo. Un saludo.
ResponderEliminarhttp://www.uncafelitoalasonce.com
Gracias, no sabia nada acerca de esta historia.
ResponderEliminarDescansen en paz.
Fuerza y honor!
No es la primera vez que visito tu blog, pero esta entrada... Sencillamente sublime.
ResponderEliminarLa historia me ha gustado, lástima no poder saber qué es verdad y qué no.
ResponderEliminarLa pena es que para que la humanidad se salve de si misma necesitariamos a muchos como estos, y de momento van perdiendo...
ResponderEliminarImpresionante post. Me ha emocionado.
ResponderEliminarCon tu permiso, me apunto.
Mis sinceras felicitaciones por la entrada
ResponderEliminarEste post es todo mentira, en la URSS no había voluntarios, había obligados y había asesinados.
ResponderEliminarEl escritor de este blog es procomunista, si quieren leer algo de verdad.
Archipiélago Gulag del Nobel Sholzhenitshyn
http://es.wikipedia.org/wiki/Archipi%C3%A9lago_Gulag
Me encanto tu blog, y este articulo es sublime...
ResponderEliminarTe mando un saludito y te añado a mi lista de amigos, asi, te seguire mas de cerca.
http://manolinviciosamigos.blogspot.com/
Magnífico artículo, muchas gracias
ResponderEliminarenorme post,una maravilla mas que nos regalas y una interesantisima historia
ResponderEliminarMuy buen artículo, no conocía esta historia, me encontré ayer con este blog y es increíble :)
ResponderEliminarPor cierto, del libro que recomiendas hay un par de ejemplares en eBay sobre los 20 euros y en el Marketplace de Amazon también hay incluso por menos... igual voy y me lo pido :D
yuri, cada vez que escribes, me pones los pelos de punta
ResponderEliminarFantástico Yuri, fantástico.
ResponderEliminarGRACIAS.... espero que no te importe que lo publique en facebook, si es así, por favor házmelo saber. http://www.facebook.com/chema.sanmoran
ResponderEliminarUn saludo
Me encanta esta entrada. Pone los pelos de punta.
ResponderEliminarMe emocione leyendo el articulo, de verdad. Gracias por compartir esta historia.
ResponderEliminarMira Yuri, mi nombre es Jeffrey, te leo desde Costa Rica y quiero decirte que tengo agregados blogs, sin embargo de todos ellos, esta nota es la que jamas estuve esperando y de la cual nunca espere que me pusiese la piel de gallina y me hiciera sentir humano una vez frente al frio blanco de la pantalla de mi portatil. Gracias por compartir semejante nota. Es la mejor nota que haya leido nunca
ResponderEliminarLa entrada de blog que más me ha conmovido desde hace años. Muchas gracias.
ResponderEliminarSe me han llenado los ojos de lágrimas. Es un relato muy bien escrito, hay muchas cosas que desconocía. Gracias.
ResponderEliminarDesde hace años me ando preguntando ¿qué pasó con las personas que sobrevivieron? ¿Con las que estuvieron a pie de cañon? Hay tan poca información que conviene no dar a conocer. Gracias por hacer mención a personas que se merecen recordarles por generaciones, personas que lucharon sin preguntarse ¿para qué? y si lo hicieron más tarde se respondieron. Un bravo por esta publicación.
ResponderEliminarMuy, muy, muy... bueno.
ResponderEliminarGracias Yuri.
Increible entrada.Se puede dudar de los detalles de algunos hechos ocurridos, cualquier gobierno, ya sea comunista o capitalista oculta informacion. De lo que no se puede dudar es del heroismo de las personas que contribuyo a minimizar el problema (fueran o no obligadas) ya que con sus vidas, salvaron a muchas mas. Dave, no se puede afirmar que todo es mentira, esas personas estubieron alli realmente, y punto. Enhorabuena por el post Yuri.
ResponderEliminarGracias a todos. Sólo un apunte, necesariamente a Dave:
ResponderEliminarMira, esto era la URSS de Gorbachov, no la de Stalin. El GULAG había desaparecido 26 años atrás. Hacía décadas que no se fusilaba a nadie por desobedecer las órdenes del comisario de turno. Durante casi 40 años, ya no había habido ejecuciones políticas. Y desde luego, en Chernóbyl no había ni "comisarios de la ametralladora", ni nadie pegando tiros al que quisiera abandonar, y ni siquiera hasta donde alcanza mi información hubo represalias severas contra quien se negara a acudir.
Y ojo, que estamos hablando de una situación donde incluso en época estalinista, si te lo ponen muy mal, bien habrías podido decir "pues fusílame en esa pared, que es más rápido".
Hay gente que tiene idealizada la URSS en positivo, y otros en negativo. Para fechas como estas, era un país mucho más normal de lo que muchos creen, y desde luego la época del "habéis sido elegidos voluntarios" había finalizado muchas décadas atrás.
Que en un caso como este hubiera presiones del tipo de perder privilegios o el empleo, vale (más o menos como aquí). Que fueran obligados por las malas, ni de lejos. Excepto los soldados, sometidos a disciplina militar como en todos los países del mundo, si querías irte de Chernóbyl sólo tenías que subirte al primer autobús que saliera de allí. O echar a andar. Que se fueran tan pocos, y que llegaran tantos más como voluntarios, dice mucho de lo que fueron los liquidadores.
Y suponer que gente con esta clase de formación no sabía lo que tenía delante, en el momento o al poco rato, es una necedad.
Muy buen artículo.
ResponderEliminarComo puedo conseguir el libro de "la verdad sobre Chernobyl" en español?
Gracias de antemano
Maestro Yuri, como siempre. Esta vez, en un tema en el que es más que experto, y ya lo demostró en su día con un post algo interminable pero igual de interesante y currado.
ResponderEliminarMis más sinceras felicitaciones por la entrada.
Conocía la historia y no me ha sorprendido, pero sí me ha emocionado porque es genuinamente humana.
ResponderEliminarLo que tampoco nos debe extrañar es que no se haya divulgado mediante superproducciones cinematográficas, simple y llanamente porque los protagonistas no son "de los nuestros" (me refiero al primer mundo). Si los héroes hubieran sido norteamericanos el recuerdo estaría vivo y Hollywood habría concedido ya entre 8 ó 9 oscar.
Por encima de tantas vergüenzas de otros, los héroes Alexei Ananenko, Valeriy Bezpalov y Boris Baranov son un orgullo para su pueblo y por extensión son también un orgullo para todo el género humano, gora zuek!
Hola!
ResponderEliminaracabo de conocer tu blog, y quedé sumamente emocionada con esta historia,
leí bastante sobre esta tragedia, pero primera vez que escucho de estos tres heroes,
gracias por rendirles tribute al mantener vivo sus nombres y su historia.
saludos
Vero
Me sumo a los comentarios. Gran relato, conmovedor e inspirador. Saludos y muchas gracias.
ResponderEliminarEscalofriante artículo.
ResponderEliminarPero quisiera que me aclararan una duda. Salvo por el tema de que no había sarcófago de contención dado que se usaba también para producir material para armas atómicas, la central de Chernobyl ¿era segura o no? Si se hace lo mismo que se hizo con ella con una central occidental ¿ocurre lo mismo? (ya sé que el sacófago hubiera contanido al menos un tiempo la nube radiactiva) Porque si oyes a algún "enterao" de por aquí, parece que era una estufa y echaban el uranio a mano.
Excelent
ResponderEliminarUn placer leerte. Gracias.
ResponderEliminarMe ha encantado Yuri.
ResponderEliminarHe tenido la suerte de trabajar un par de años en la recarga de combustible de la central nuclear de Almaraz, y teniendo como guía de la central al jefe de protección radiológica (gran amigo).
Todo el texto me ha recordado a mis paseos por la zona de contención, la "habitación roja" debajo del culo de la vasija del reactor, a los presionadores de vapor, la piscina de combustible, el Efecto Cherenkov (precioso y espectacular)...
Es una gran pena lo que sucedió en Chernobil, esperemos que no se vuelva a actuar de forma tan irresponsable, y no necesitemos más super-heroes.
Desde aquí un recuerdo para todos ellos.
Muy bueno, me ha emocionado. Te pongo en mi facebook
ResponderEliminarMuy bueno, no conocía la historia de esos 3 hombres, que fueron verdaderos heroes.
ResponderEliminarGracias por este artículo, el primero que leo de tu blog. Es fascinante y ha conseguido emocionarme. Cuando quieras contar más "verdades" sobre Chernobil no dudes en escribir otro, nos has dejado con ganas de más :)
ResponderEliminarGracias.
ResponderEliminarGracias a todos vosotros. Y vosotras. :)
ResponderEliminarUndry: no es cierto que en Chernóbyl se fabricara material para armas nucleares. Todas las centrales nucleares producen una pequeña cantidad de plutonio-239 y otros isótopos potencialmente militares, pero es malo, caro e ineficiente. No tiene sentido. La URSS contaba (y Rusia cuenta) con gigantescos reactores regeneradores del tipo FBR y plantas de ultrapurificación en Beloyarsk, Mayak y otros lugares, donde producía los materiales supergrade para armas nucleares de manera masiva, económica y con la calidad adecuada. Chernóbyl era una central eléctrica estrictamente civil, y los reactores RBMK son pobres productores de este tipo de sustancias.
Es difícil evaluar lo que habría pasado en "un Chernóbyl occidental". Hubo varios modelos de centrales que eran tan seguras (o poco seguras) como Chernóbyl muy extendidas en Occidente. Diversas estimaciones sobre la energía liberada durante la explosión de Chernóbyl-4 hablan de un embalamiento energético entre el 10.000% y el 40.000% sobre el nominal. Hay por ahí estudios sugiriendo que las protecciones occidentales (y entre ellas la famosa "cúpula") habrían resistido la explosión en el rango inferior, pero no en el superior. Una observación interesante: toda estructura en cúpula es mucho más resistente de fuera hacia adentro, que de dentro hacia afuera.
Saludos cordiales. :)
Interesante entrada gracias por compartirla
ResponderEliminarUn saludo.
historia que pocos conocemos, bastante bien presentada por cierto, y no he conocido quien la aguante si tragar saliva duramente, excelente post, dejo saludos.
ResponderEliminarImpresionante. Una historia así merece ser mucho más conocida...
ResponderEliminarPor conocimiento de personas que estuvieron allí trabajando, tengo mis dudas sobre la voluntariedad de los que allí había. Además tras una dcitadura marcada por la onmipresencia del estado, el termino voluntario ante una petición estatal, también se me hace raro. Conociendo a muchos rusos de esa generación, digamos que protestar no es lo suyo...
ResponderEliminarMe gustaría pensar que el problema fundamental fue un mal calculo del reisgo. Oí a Gorbachov en un documental, afrimar que el no podía suponer que el riesgo era tan grande si los propios expertos en la materia se alojaban en un hotel de la ciudad y le decian que estaba todo conrolado.
gracias
ResponderEliminarMil gracias por esta entrada.
ResponderEliminar¿De dónde puedo sacar ni que sean unas fotocopias del libro "La verdad sobre Chernóbyl"?
Un saludo desde los pies de los reactores de Vandellós.
La verdad es que realmente no sé cómo conseguir el libro a estas alturas. ¿Quizás en alguna biblioteca?
ResponderEliminarO si no, llamemos todos a la editorial (de buen rollo), a ver si se animan a reeditar. :-P Yo compraría tres o cuatro rápidos, como poco, para tres o cuatro personas, fijo.
Llorar es poco leyendo esto.
ResponderEliminarBuena entrada, ojalá no hubieras tenido que escribir sobre ello... Ojalá no hubiera pasado... Ojalá no vuelva a pasar.
MUY, pero MUY buena entrada. Tremendamente emotivo. Te felicito por hacer honor a estos héroes.
ResponderEliminarMuchas gracias.
Hola Yuri, gran relato. Por favor pasate de vez en cuando al hilo de FC para seguir conversando.
ResponderEliminarUn apunte, yo tengo el libro de "la verdad sobre Chernobyl", lo pude comprar de casualidad en una feria de libros de segunda mano, la verdad es que esta muy bien.
Espero que mañna la prensa y los medios se hagan eco de aquel fatidico dia de 1986 en el que la humanidad pudo cambiar de forma...
Mil gracias por traer a la luz este recuerdo.
ResponderEliminarUn relato formidable.Admiro a gente como tu por sacar la verdad a la luz y acernos conscientes de que hay mucha gente importante de verdad a la cual ni se conoce ni se le ha rendido un merecido homenaje
ResponderEliminarCon su permiso, solo quisiera darle la enhorabuena por esta entrada. Es Justicia en la mayor dimensión de la palabra, lo que usted acaba de hacer. Mi enhorabuena.
ResponderEliminarHasta ese momento habian sido hombres comunes, y de pronto, sus vidas cobraron un valor extraordinario, porque fueron moneda de cambio con la cual compraron la vida de otros millones.
ResponderEliminarMe ha dejado impresionado y conmovido con su relato. Que hombres tan valientes y especiales.
ResponderEliminarGracias por recordarnos a estas personas a las que tanto les debemos, y que buen trabajo el suyo. He estado revisando su blog y aunque hay cosas con las que quizás no esté muy de acuerdo, su calidad lo hace buena referencia.
Lo conocí por un administrador del blog La Ciencia y sus Demonios, espero que de vez en vez se de una vistada por ahí.
Saludos.
Darío.
Muchas gracias por dar a conocer a estos tres grandes hombres. Estupendo relato que emociona y pone la piel de gallina.
ResponderEliminarSabia la história que cuentas y ya en su tiempo me impresionó y ahora con los nombres de esta gente mas me ha impresionado, grácias por el articulo....bueníiiisimo.
ResponderEliminarImpresionante, no había leído este articulo hasta ahora y no puedo hacer otra cosa que felicitarte :)
ResponderEliminarEs de agradecer que alguien hable - por fin - de chernobil sin adornos propagandísticos.
ResponderEliminarNo sabía nada de esas tres personas. El último párrafo ha sido conmovedor.
Sobre la supuesta no voluntariedad de esas personas.... sabían los efectos de la radiación extrema.... y sabían que su muerte no iva a ser precisamente muy abradable. Y aún así decidieron ir.
ResponderEliminarPodrían haberse negado, morir fusilado siempre es una muerte más dulce que por una radiación extreman.