La pizarra de Yuri: De cuando los guerrilleros derrotaron a los robots (UAV)

domingo, 20 de diciembre de 2009

De cuando los guerrilleros derrotaron a los robots (UAV)

La resistencia iraquí nos ofrece una exquisita exhibición de guerra asimétrica


En realidad, era un secreto a voces entre los radioaficionados con mejor información o, simplemente, con la suerte de haber captado alguna de estas transmisiones. Y venía siéndolo desde los años noventa, durante las guerras que desintegraron a la antigua Yugoslavia: los aviones de reconocimiento sin piloto –UAV: unmanned aerial vehicle– que usan los Estados Unidos, la OTAN y sus aliados transmiten la señal de video sin cifrado alguno. De esta manera, la resistencia iraquí –y barruntan que hasta los afganos– han estado registrando durante años las imágenes captadas por los UAVs espías estadounidenses en numerosas ocasiones por todo el país.


Nos lo cuentan, entre otros muchos, medios poco sospechosos de antiamericanismo como el Wall Street Journal del amiguísimo de Chemari Aznar, Rupert Murdoch, propietario también de medios tan ideológicamente correctos como Fox News. Ahora dicen que el problema se conocía desde 2004, pero no es verdad. El problema, obviamente, se conoce desde el principio: cualquiera con dos dedos de sesera que tuviera acceso a los detalles tecnológicos de estas aeronaves no tripuladas tuvo que echarse las manos a la cabeza al observar el detalle. Como ya apunté en el artículo sobre los satélites espías, no hay nada más fácil en el mundo que detectar e interceptar cosas que han decidido emitirse a sí mismas: radio, radiotelefonía, radar, láser, televisión, etcétera. De nuevo nos encontramos con leyes físicas básicas que no pueden ser eliminadas por ningún laboratorio secreto de sabios locos, aquí o en Andrómeda.


Los más puñeteros hallarán sin duda sabroso saber que la oposición viene usando enlaces encriptados para sus UAVs al menos desde los tiempos del Tupolev Strizh, y actualmente con los Yak Pechela o los XianglongWZ-2000 de los amarillos. El motivo de que Estados Unidos y sus aliados ignoraran el cifrado en sus canales de video no obedece, por supuesto, a una carencia tecnológica; sino a una carencia económica. ¿Los rusos y los chinos tienen más pasta que los USAmericanos? En realidad tampoco (aunque en los últimos tiempos, cualquiera sabe...). Lo que ocurre es que pagan menos por sus sistemas de cifrado, que son de producción estatal o paraestatal. En Occidente, el state of the art en tecnologías de encriptación pertenece a empresas privadas, y los que se consideran realmente buenos valen una montaña de dinero en patentes y derechos varios. A esto lo llaman algunos retirar el cifrado porque ralentizaba la conexión (como si no hubiera cifrado de alto nivel para video en tiempo real; lo que pasa es que hay que pagarlo). Una vez más nos hallamos ante esas duras realidades de la vida que la fauna conspiranoica suele ignorar.



Pero vamos al ajo. Resulta que los moros del turbante, sin duda con la única intención de molestar a los defensores de la supremacía racial occidental, saben manejar ordenadores. Hasta saben instalarles un sintonizador de radiofrecuencia y un programa que se vende por 26 dólares, el Skygrabber, desarrollado por unos rusos que van por libre para que cualquier hijo de vecino pueda grabarse la tele por satélite en su portátil (parece que los malandrines lo acaban de subir a $45,95 aprovechando la publi, y bien que hacen). Me apuesto un redondo y parte del otro a que ni siquiera pagaron por él y lo tenían pirata, los muy terroristas. El caso es que o bien al barbudo iraquí o a su coleguita iraní o, en general, a cualquier persona con algo más que serrín en la mollera se le ocurrió conectar el portátil a una antena omnidireccional corriente en vez de a un plato de satélite. Et voilà! Video en directo desde los cielos, por cortesía de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, para irlo viendo sobre la marcha –por ejemplo, durante un combate– o almacenarlo en el disco duro y estudiarlo con posterioridad.


Aseguran las Fuerzas Armadas Gringas que el problema era conocido (ya te digo: como para no serlo), que no ha puesto en peligro a sus tropas (sólo faltaría que sabiéndolo hubieran utilizado los UAVs de tal modo que los delatara: sería como para fusilar a alguien) y que el asunto ya ha sido resuelto (a saber cuántos millones habrán pagado esta vez, con la economía hecha harapos). El caso es que durante todos estos años las transmisiones de sus aviones sin piloto más sofisticados se han hecho en abierto, permitiendo al enemigo –o a cualquiera que pasara por allí– seguirlas con un equipo que cuesta menos de dos mil euros. Al parecer, el problema no sólo se daba en los veteranos Predator, sino también en los modernos Reaper que están equipando ahora mismo, y en general en todas las aeronaves no tripuladas que vienen operando nuestros amigos del norte de América.

Pero el asunto es más grave de lo que pretenden demostrar. Resulta que el enemigo (¿resuena Gila en mis oídos?) no sólo ha podido ver el feed de video más o menos igual que un general norteamericano, sino que también ha aprendido muchas más cosas. Por ejemplo, qué le interesa observar a los Estados Unidos. Cómo lo hace. Qué tácticas de reconocimiento utiliza. Cuáles son las prestaciones de sus UAVs. Dónde están, desde dónde salen, a dónde van, cómo trabajan sus operadores, qué hacen cuando les cargan algún Hellfire para reventar a un desgraciado.


Teniendo en cuenta que estos medios aéreos se han usado masivamente en Iraq, puedo imaginarme fácilmente al iraní del J2, el ruso del GRU o el chino del Sexto Instituto poniendo ojos como platos cada vez que el coleguita moro le pasa las pelis a cambio de algún dinero o unos kilos de explosivos. Combinado con sus propios medios de recolección de inteligencia de señales, el mundo entero puede saber a estas alturas cómo el yanqui aplica sus más avanzadas tecnologías de reconocimiento táctico y subestratégico. Otra batalla ganada en la guerra contra el terrorismo, sin duda, que ya se ha comido un billón (europeo) de dólares en llevar la ley islámica a un sitio donde nunca hubo ley islámica, el antes secular Iraq (Nueva Constitución Iraquí, preámbulo y art. 2). O en reconvertir a los señores de la guerra afganos (no lo olvidemos: luchadores por la libertad y americanos nacidos en el sitio equivocado según Reagan y Thatcher) en operadores políticos democráticos y emprendedores globales (de la heroína) mientras siguen manteniendo a su pueblo en la miseria y la ignorancia más atroces, y por supuesto bañando en ácido sulfúrico a las chavalitas que les salen pelín precoces, un algo coquetas o –Alá no lo quiera– con ganas de estudiar. O las tres cosas, que ya es la peste. Puñeteras gafapastas, y encima rojas.

Los aviones sin piloto.


La primera aplicación militar que se encontró para la aviación, ya a finales del siglo XIX, fue la observación del campo de batalla; en un principio usando globos y luego, aviones. No es de extrañar, pues, que el primer uso para la siguiente iteración tecnológica –las aeronaves no tripuladas– fuera idéntica: el reconocimiento táctico o en los niveles inferiores del nivel estratégico. Desde su mismo origen, estos espías atmosféricos resultaron tan eficaces –y con tantas limitaciones– como sus hermanos mayores de las regiones cósmicas.

Reducidos a su mínima expresión, un UAV no es mucho más que un avión de aeromodelismo provisto de cámaras u otros sensores, que se controla mediante canales más o menos protegidos de telecomando. Sencillos mecanismos de pilotaje automático les confirieron, hace ya años, algunas capacidades autónomas como la de recorrer un determinado patron o seguir unas señales específicas. Conforme la tecnología informática ha ido avanzando, y con ella los medios de inteligencia artificial, algunas de estas aeronaves no tripuladas han adquirido progresivamente algunas posibilidades de reaccionar ante su entorno, aunque muy lejos aún de lo que puede hacer un ser humano.


En tiempos recientes, la miniaturización de las cámaras y otros sensores ha permitido crear avioncitos muy pequeños llamados micro UAVs, que pasan fácilmente desapercibidos. Los más populares en el mercado armamentístico son los ZALA rusos, como el ZALA 421-08 que puede ser teledirigido o guiado autónomamente por GLONASS (el GPS de ellos) y obtener imágenes ópticas y de infrarrojos con menos de dos kilos de peso, siendo prácticamente invisible a los ojos y los sensores por su reducido tamaño. En esta misma función, los norteamericanos usan el Dragon Eye. Otros muchos países han producido este tipo de aparatos, cuyas prestaciones son tan limitadas como su tamaño, pero sin duda resultan insuperables para la observación en el campo de batalla o en entornos urbanos con su alcance típico de 25 o 30 km.


En el extremo opuesto se encuentra el RQ-4 Global Hawk de los norteamericanos, que viene siendo una aeronave de reconocimiento del tipo del U-2 pero sin piloto. Capaz de volar a casi 20.000 metros de altitud, con 6.000 km de alcance y 650 km/h de velocidad, este avión de pleno derecho puede operar durante 36 horas seguidas observando al enemigo tanto en el rango óptico e infrarrojo como mediante su radar de apertura sintética.

Entre uno y otro extremo, se halla una multitud de aeronaves de esta clase producidas por más de una veintena de países, siendo Israel un exportador muy común en el campo. España desarrolla junto con Alemania el EADS Barracuda. Pero el más conocido de todos por su alto perfil en guerras recientes es el estadounidense MQ-1 Predator. Al igual que sus antecesores tripulados, estos modernos UAVs vienen incorporando ya algunas capacidades de combate, normalmente bajo la fórmula de cargarles un par de misiles ligeros del tipo del Hellfire para atacar blancos de oportunidad que surjan ante sus ojos electrónicos. También se les puede proveer con Stingers o similar con objeto de derribar aeronaves en condiciones análogas.

Las aeronaves no tripuladas son un arma extremadamente útil, e incluso económica, que por su proximidad al suelo y su capacidad de ser operados como un avión cualquiera no tiene muchas de las limitaciones que plagan a los satélites de reconocimiento. De hecho, ambos se complementan mutuamente para hacerse una idea global de lo que está ocurriendo en un determinado lugar.

Guerras de robots.


Los mayores problemas de los UAVs están relacionados con su necesidad de mantenerse en contacto con sus operadores, lo que los delata en el espectro radioelectrónico aunque sus señales viajen bien cifradas y puede permitir su interferencia a manos del enemigo; conforme van ganando en capacidades autónomas gracias al progreso de la computación, esta dificultad va reduciéndose.

Otro problema sustancial es que sus mecanismos defensivos son relativamente pobres, y desde luego muy lejos de los que puede adoptar un ser humano que se juega la vida sentado sobre su máquina. En realidad, la mayor protección de un UAV es su reducido tamaño y su bajo perfil en el radar y en el infrarrojo, lo que hace difícil apuntarles con misiles. A pesar de esto, en la mayoría de conflictos los UAVs son derribados rutinariamente. Durante el bombardeo de la OTAN contra Yugoslavia, en 1999, la Alianza Atlántica perdió un total de 35 aeronaves, incluido el notorio derribo de un avión invisible F-117 NightHawk que precipitó su retirada del servicio; 30 de estas pérdidas fueron UAVs.


De hecho, ya ha habido una guerra de los UAVs, o al menos una guerrita. Durante la escalada de tensiones que finalmente condujo a la guerra entre Rusia y Georgia de 2008, el bando georgiano estuvo enviando numerosos UAVs de reciente fabricación israelí para espiar a los independentistas de Abjasia, que cuentan con apoyo ruso. Entre marzo y mayo de ese año, los abjasios derribaron un mínimo de tres y un máximo de siete de tales aparatos (Elbit modelo Hermes 450). Sólo en una de las ocasiones pudo estar implicada un arma aérea verdaderamente poderosa, un caza de superioridad aérea Sukhoi Su-27 o quizás un MiG-29 perteneciente a la Fuerza Aérea Rusa operando desde Krasnodar o Maykop (los rusos lo niegan). El resto cayeron a manos de armas de infantería, un lanzamisiles tierra-aire fabricado antes del colapso de la URSS y los avioncitos de entrenamiento táctico L-39 Albatros que operan los abjasios.

Como ya he mencionado, el principal enemigo de los UAVs son sus propias transmisiones, que los delatan en el espectro radioelectrónico. Sería, por supuesto, posible construir uno de mediano tamaño que operara en modo silencioso, registrándolo todo en dispositivos de almacenamiento hasta su retorno a base o al menos hasta hallarse fuera de peligro; pero esto anularía sus capacidades más interesantes, como la posibilidad de espiar en tiempo real, reaccionar ante una observación llamativa, atacar un blanco de oportunidad o poner a prueba las defensas enemigas. En caso de pérdida por accidente o derribo, la misión no habría servido para nada. Y ni siquiera sería posible saber si va por buen camino o se ha desviado a lugares desaconsejables militar o políticamente. Hasta que no haya inteligencias artificiales capaces de pensar como un ser humano, y se puedan montar a bordo de una aeronave así, un UAV silencioso no es muy interesante ni muy útil.


Por otra parte, las señales de telecomando se pueden interferir, bien simplemente para suprimirlas y provocar la pérdida de control de la aeronave o incluso para volverla contra su propietario. No se ha hecho público que esto último haya sucedido en ningún conflicto real.

Y, como hemos visto, las observaciones realizadas por el UAV pueden ser también aprovechadas por el enemigo; si no van cifradas, incluso por un enemigo de baja tecnología como la resistencia iraquí. Es de suponer que un enemigo más poderoso y con mejores medios podría proponerse descifrar la encriptación de un canal protegido; esto de la criptografía tiene siempre el problema de que nunca sabes hasta dónde habrán llegado los matemáticos de tus oponentes.

Lo cierto es que hemos sido testigos de una excelente exhibición de guerra asimétrica, que es algo a lo que los españoles ya pusimos un nombre menos pijo hace muchos años: guerrilla. Esto es: combatir a un enemigo más poderoso con conocimiento del terreno, evitando sus mayores fortalezas y explotando sus mayores debilidades, encontrando maneras inteligentes de volver su propio poder contra él. Que es, en último término, como cualquier persona inteligente combate una guerra. Nadie dijo nunca que el enemigo se tuviera que comportar como en las maniobras militares, en los folletos de propaganda o en las simulaciones por ordenador. Quien espere un oponente así comete un profundo, un gravísimo error que le costará muy caro. Como puede verse con facilidad. Por televisión.

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3 comentarios:

  1. Magnifico articulo, muy interesante.

    Es increible como va aumentando poco a poco el uso de las UAV en las guerras.

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  2. yo he visto en primera persona operar a un equivalente casero del Zala, aunque la complejida de las cosas que llevaban tambien era bastante alta, como una antena plana de microondas orientada con servos a la localización por GPS del avion. Consiguieron una distancia de algo mas de 20 km, (la distacia entre aljaraque (huelva) y el mar).
    http://picasaweb.google.com/clubplusultra/ConcursoHelicopteros#5248497892742557106
    http://picasaweb.google.com/clubplusultra/ConcursoHelicopteros#5248498155018219058
    http://lh5.ggpht.com/_QONQGhLrhBQ/SNZpnFP6rZI/AAAAAAAABGg/yQxi4_cgWP8/s720/IMG_5214.JPG
    http://lh4.ggpht.com/_QONQGhLrhBQ/SNZpix1yD7I/AAAAAAAABGY/h70qQHA3Tbg/s576/IMG_5213.JPG

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  3. Me resulta muy difícil creer que las emisiones de los UAV no fuera encriptadas por no pagar la licencia.

    En mi trabajo ocasionalmente tengo que lidiar con procedimientos criptográficos de confidencialidad y autenticación y te puedo asegurar que existen sistemas gratuitos de encriptación lo suficientemente potentes como para su uso militar. Por otra parte, un encriptado sencillo que dé un poquito de esfuerzo al enemigo se puede programar en minutos, aunque parezca mentira (XOR de la información en bytes sobre una clave lo suficientemente larga que se repita, así de tonto).

    Es por eso que puedo creer en la ausencia de encriptación como un desprecio a la capacidad tecnológica del enemigo y no una cuestión de dinero. Como si el ejército USA no tuviera pasta, viendo lo que llegaron a gastar en el desarrollo del B2, y como si no hubieran oído hablar nunca de la importancia de la confidencialidad de las comunicaciones, cosa que sabía hasta Julio César.

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