...todos los que sabían algo sobre el tema parpadearon con asombro y desesperación
ante semejante acto de ceguera, fanatismo e idiotez. Ninguna trama de espionaje
suministró jamás tanta información sobre cohetería, misilística y tecnología
aeroespacial avanzada a una potencia extranjera de un solo golpe. Con este
monumental gol en propia portería, los Estados Unidos exportaron un programa
espacial entero a la República Popular China de Mao. Un programa espacial que
se llamaba Qian Xuesen.
En 1955, la República Popular China era un país inmenso, superpoblado y atrasado recién salido de la Revolución que la fundó y de la Guerra de Corea. Apenas empezaba a apuntar algo llamado industria china; la mera idea de que pudieran tener un sector aeroespacial capaz ya no de mandar gente al espacio, sino de fabricar un avión sencillo, era pura fantasía.
En 1975, veinte años después, la República Popular China ya había desarrollado un extenso programa de misiles balísticos y lanzadores espaciales que le permitió poner sus primeros satélites en órbita. En 2003 lanzó su primer taikonauta al cosmos. Actualmente se plantea instalar estaciones espaciales, mandar misiones a la Luna y Marte y convertirse en un operador comercial de primer orden. El programa espacial chino es el otro gran programa espacial, la otra gran esperanza para nuestro futuro en las estrellas.
Como siempre, hubo muchas personas brillantes detrás de todos estos logros; y como casi siempre, hubo al menos una que destacó por encima de todas las demás; el cerebro, el alma del proyecto, el hombre cuyos ojos miraban a las estrellas y sus manos trabajaban pegadas a la tierra. Si en los Estados Unidos éste se llamaba Wernher von Braun y en la Unión Soviética Sergei Korolev, en la República Popular China su nombre fue Qian Xuesen. ¿Habías oído hablar alguna vez de él?
El becario genial.
Qian Xuesen (錢學森) –también transliterado como Tsien Hsue-Shen y de otras maneras– nació en Hangzhou siendo diciembre de 1911. Pocas semanas después sería derrocado por primera vez el último emperador de China (o penúltimo, según se mire) mientras el empobrecido país agrícola se deslizaba hacia la larga y compleja Guerra Civil que se saldaría finalmente con la Revolución y el triunfo de los comunistas de Mao. Podemos hacernos fácilmente una idea de los tiempos convulsos en que se formó el pequeño Qian, hijo de un funcionario público estatal.
Sin embargo, esto no le privó de recibir una educación de cierta calidad en un tiempo en que millones de campesinos desharrapados pasaban hambre, miseria y privaciones de toda especie. Su familia se mudó a Shanghai cuando él tenía tres años, pues a su padre le asignaron un cargo en el Ministerio de Educación. Allí estudió y terminaría graduándose como ingeniero mecánico de ferrocarriles en la Universidad Jiao Tong, siendo 1934; el año en que empezó la Larga Marcha.
El excelente desempeño de Qian en la universidad le hizo acreedor a una beca indemnizatoria por la Rebelión Boxer, que permitía a los estudiantes chinos más destacados proseguir su formación en los Estados Unidos. Así, después de un breve paso por la Fuerza Aérea China, el joven de veintitrés años abandonaba su país natal para seguir estudiando en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Allí se destacó otra vez, y de qué manera. A pesar de las dificultades idiomáticas, obtuvo un doctorado en Ingeniería Mecánica al año siguiente en esta prestigiosa institución; y, aprovechando su capacidad poco común en matemáticas teóricas, pasó al Instituto Tecnológico de California (CalTech) para continuar sus estudios bajo la dirección del legendario ingeniero aeroespacial Theodore von Kármán.
Fue por aquel entonces cuando Qian se evidenció como un genio extraordinario de quien nadie quería prescindir. Él, por su parte, comenzó a interesarse en el uso de cohetes para futuros vuelos espaciales siguiendo las ideas de Frank Malina. Protegidos por Von Kármán y junto a otros estudiantes del CalTech, pusieron en marcha un grupo de investigación en cohetería al que todo el mundo llamaba el escuadrón suicida debido a las características explosivas de sus trabajos. Este escuadrón suicida, años después, se convertiría en el Jet Propulsion Laboratory (JPL).
Durante la Segunda Guerra Mundial los estudiantes del escuadrón suicida fueron reclutados para las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, donde el ingeniero chino alcanzó el grado de coronel. Trabajaron en el desarrollo de diversos cohetes para la artillería y la aviación; un equipo dirigido por Qian produjo en 1944 el primer cohete norteamericano de etapas múltiples, llamado Private-A. Al finalizar el conflicto, él y Von Kármán fueron los primeros que viajaron a la Alemania derrotada para hacerse con sus especialistas y ponerle las manos encima a la V-2. Entre estos especialistas capturados se encontraba ni más ni menos que Wernher von Braun. Nadie podía sospechar por aquel entonces que el futuro padre del programa espacial chino estaba interrogando y evaluando al futuro padre del programa espacial norteamericano.
Tras la guerra, Qian siguió sirviendo a los Estados Unidos, apuntando cada vez más alto, cada vez más lejos. Von Kármán escribió sobre él: "A los 36 años, era un genio indisputable cuyo trabajo estaba proporcionándnos un ímpetu enorme para avanzar en la aerodinámica de alta velocidad y la propulsión a chorro." En Europa conoció a una famosa cantante de ópera llamada Jiang Ying, hija de un alto cargo vinculado a los nacionales anticomunistas de Chiang Kai-Shek, con quien se casaría durante una visita a China en 1947.
Poco después de su regreso a los Estados Unidos para dar clases en el MIT, Qian se convirtió en el director del Centro de Propulsión a Chorro Daniel y Florence Guggenheim del CalTech y se puso a trabajar en el diseño de un avión cósmico intercontinental que después se convertiría en el X-20 Dyna-Soar; un antecesor directo del transbordador espacial. Padre ya de su primer hijo y con otra peque en camino, solicitó la nacionalidad estadounidense en 1949. El doctor Qian Xuesen estaba a punto de convertirse en uno de los padres del programa espacial norteamericano, cada vez más y más cerca de las regiones del cosmos.
La histeria anticomunista.
Entonces, un informe del FBI cayó sobre él y su familia como un mazazo. Qian aparecía en una lista de miembros y simpatizantes del Partido Comunista de los Estados Unidos elaborada en 1938. Sus constantes servicios a Norteamérica no le sirvieron de nada, ni tampoco el hecho de estar casado con la hija de un nacional chino. Inmediatamente tras la victoria revolucionaria de Mao y con la caza de brujas del macarthismo ya en marcha, el ingeniero fue desprovisto de todas sus calificaciones securitarias, lo que le impedía trabajar de hecho en el sector aeroespacial. Imposibilitado así para mantener a su familia, anunció su intención de regresar a la ahora maoísta China (lo que probablemente no fuera más que una forma de presión para que le dejaran en paz).
Había medido mal el alcance y la extensión de la histeria anticomunista en los Estados Unidos. Este anuncio provocó que lo encerraran en la aislada prisión de Terminal Island. Muchas personas trataron de interceder por él, pero sólo lograron que fuera transferido a un severo régimen de arresto domiciliario en condiciones miserables. Le acusaron de espionaje por un supuesto intento de sacar documentos secretos de los Estados Unidos; tales documentos no eran otra cosa que tablas logarítmicas. Hasta el entonces Subsecretario de la Armada dijo, años después: "Fue la cosa más estúpida que este país hizo jamás. Qian no era más comunista que yo, y le obligamos a marcharse."
El caso es que uno de los mejores expertos en ingeniería aeroespacial de Estados Unidos y del mundo entero, con la cabeza llena de la ciencia más avanzada, quedó integrado en un programa de intercambio de prisioneros con la recién fundada República Popular China. En 1955, el doctor Qian Xuesen –co-fundador del Jet Propulsion Laboratory, padre de los cohetes norteamericanos de etapas múltiples, precursor del transbordador espacial, el genio de Von Kármán– fue deportado a la China de Mao a cambio de doce prisioneros de la Guerra de Corea. Con él marcharon también su esposa y sus dos hijos nacidos en los Estados Unidos. Y una inmensa cantidad de conocimientos que albergaba en su mente privilegiada.
Todos los que sabían algo sobre el tema parpadearon con asombro y desesperación ante semejante acto de ceguera, fanatismo e idiotez. Ninguna trama de espionaje suministró jamás tanta información sobre cohetería, misilística y tecnología aeroespacial avanzada a una potencia extranjera de un solo golpe. Con este monumental gol en propia portería, los Estados Unidos exportaron un programa espacial entero a la República Popular China de Mao. Un programa espacial que se llamaba Qian Xuesen. Aquí, a anticomunistas no nos gana nadie. ¡Faltaría más!
El viento del este.
Lógicamente, a las autoridades maoístas les faltó tiempo para ponerlo a trabajar dotándolo de todos los medios posibles en cuanto Qian pisó territorio chino. Como ni en China ni en ningún otro lugar del mundo –fuera de los Estados Unidos y la Unión Soviética– había instituciones del nivel suficiente para que el recién llegado pudiera explayarse a su gusto, le permitieron crear inmediatamente el Instituto de Mecánica de la Academia Sinica y lo hicieron jefe del programa de desarrollo de misiles balísticos. Rápidamente, el genio transformó de arriba abajo el débil programa chino de cohetes y misiles y formó un curso de estudiantes seleccionados que pronto viajaron a la URSS –con quien estaban en buenas relaciones por aquel entonces– para completar su formación con los ingenieros espaciales soviéticos que se disponían a lanzar el Sputnik.
Al parecer, en un último acto de lealtad con sus antiguos compañeros, Qian dejó deliberadamente en los Estados Unidos sus escritos precedentes y no aportó detalles sobre los programas norteamericanos a la URSS. En vez de eso, lo reconstruyó todo desde cero en China. Sobre la base de un misil de corto alcance soviético R-2 –una copia mejorada de la V-2 alemana, a diferencia de los siguientes diseños rusos, que eran totalmente autóctonos– nuestro deportado co-fundador del Jet Propulsion Laboratory puso en marcha un programa espacial y misilístico a gran escala durante las siguientes tres décadas.
En 1958, Qian ya tenía completado el diseño conceptual básico de la serie de misiles balísticos Dong Feng, que significa viento del este. Fue también por estas fechas cuando ingresó en el Partido Comunista de China, al parecer convertido finalmente en el rojo que nunca había sido antes. Los primeros lanzamientos del DF-1 –versión local del R-2– se iniciaron en 1960, seguidos rápidamente por el DF-2 de 1.000 km de alcance en 1962 –que muchos creen originado en el R-3 soviético– y el DF-3 en 1966, capaz de llevar una carga nuclear hasta las Filipinas. Inmediatamente después llegaría el DF-4 de etapas múltiples, en 1970, seguido por el DF-5 en 1971.
El DF-5 era ya un misil balístico intercontinental de diseño completamente propio, con más de 12.000 km de alcance y por tanto capaz de alcanzar el mundo entero excepto Sudamérica. Eso incluía a la URSS (con la que ahora ya no se llevaban tan bien), a Europa y... a los Estados Unidos, claro. En los dieciséis años transcurridos desde su deportación, el doctor Qian había llevado a China desde el carro tirado por bueyes hasta convertirse en la otra potencia nuclear con alcance global. Y no paraba de trabajar.
El largo viajero.
A esas alturas, el programa aeroespacial chino había alcanzado ya una entidad gigantesca y estaba listo para dar el siguiente paso. A primera hora de la noche del 24 de abril de 1970, desde un lugar inhóspito del Gobi llamado Jiuquan, un cohete llamado Larga Marcha 1 se separó del suelo sin intención alguna de caer sobre nadie. Su destino estaba allá arriba, en las estrellas.
Pocos minutos después, una extraña melodía comenzaba a bañar el mundo desde los cielos. Se trataba de una canción revolucionaria china, el Este es rojo (Dong Fang Hong), y siguió sonando durante los siguientes veintiséis días. Es decir, durante los veintiséis días que el primer satélite artificial chino permaneció en órbita. El doctor Qian Xuesen acababa de convertir a China, también, en una potencia espacial; mientras tanto, otros discípulos suyos se adentraban en la tarea de desarrollar misiles navales como el conocido Silkworm y sus sucesores.
Durante los siguientes años, China continuó lanzando y aprendiendo. A los Larga Marcha 1 les siguieron los 2, 3 y 4 que se han convertido en la columna vertebral de su programa. Forman una amplia panoplia de lanzadores ligeros, medios y pesados que no tienen mucho que envidiar a los de Estados Unidos, Rusia o Europa. Siguiendo el modelo del programa espacial soviético, desarrollaron los buques Yuanwang y se dispusieron a entrar en la liga de los grandes siguiendo una lógica muy parecida a las de las series Vostok, Soyuz y Salyut-Mir con tecnología propia.
Finalmente, Qian se retiró en 1991, a los ochenta años; tras ello, adoptó un perfil bajo y se interesó en el estudio científico de la medicina tradicional china. A su alrededor, la obra gigantesca que puso en marcha seguía su camino, llevando el primer taikonauta al espacio en 2003, disponiéndose a lanzar su primera estación espacial, adentrándose en el segmento comercial, preparándose para ir a la Luna y Marte y más allá, convirtiéndose cada vez más en uno de los jugadores principales para el futuro de la humanidad. Todo esto y más vieron sus ojos satisfechos antes de que pereciera en Beijing, a los 97 años de edad, el 31 de octubre de 2009.
Este fue Qian Xuesen, el Emperador de los Cohetes, el hombre discreto, sereno, amable y soñador que puso en marcha dos programas espaciales de inmenso valor. Considerado por todos el patriarca de la taikonáutica china, su obra se extenderá durante décadas y siglos en el futuro mientras sus huesos ancianos reposan en el Cementerio Revolucionario Babaoshan (lo que viene siendo el Arlington de los norteamericanos o el Novodevichi de los rusos, en versión china). Desde los cinco cosmódromos chinos, las naves espaciales que él concibió siguen despegando con toda normalidad. En ubicaciones secretas por toda la República Popular, los misiles atómicos que diseñó les protegen de cualquier agresión; y los que no son atómicos representan un excelente artículo de exportación. Como alguien dijo sobre otro programa espacial, esto ya no es una aventura, ahora es un trabajo. Que es, probablemente, lo mejor que se puede decir de algo así.
Qian Xuesen (1911-2009), ingeniero mecánico, miembro de la Academia China de Ciencias.
Coronel de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, co-fundador del Jet Propulsion Laboratory, precursor del transbordador espacial.
Fundador del programa espacial chino, Héroe de la Ciencia, Medalla al Mérito.
Diseñador de naves espaciales.
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