El sistema de telefonía Altai, predecesor de las modernas redes de telecomunicaciones móviles.
Para los puristas, definamos primero lo que es un teléfono móvil: un dispositivo fácilmente transportable de comunicación bidireccional full duplex que permite conversar con cualquier otro dispositivo similar o de la red fija mediante la marcación directa de un número identificativo, a través de un sistema de conmutación automática. Estas peculiaridades lo distinguen de un transceptor de radio o radiotelefonía convencional. Un walkie-talkie no es, en puridad, un teléfono móvil. Una radio militar de campaña, tampoco. Ni los equipos de telecomunicaciones clásicos a bordo de un buque o un avión.
Para que una cosa sea un verdadero teléfono, tiene que poseer las cualidades de un teléfono de cara al usuario lego en tecnología: marco un número o recibo una llamada, hablo con alguien, puedo interrumpirle, cuelgo sin saber ni una palabra sobre frecuencias, transmisiones, electrónica o reglamentos. Sólo necesito un número al que llamar, y un timbre para recibir llamadas. Eso es un teléfono. Si lo puedo llevar por ahí más o menos a mi aire, entonces es un teléfono móvil.
Rondaba el año 1910 cuando un tal Lars Magnus Ericsson instaló un teléfono en su automóvil. Pero no era un verdadero teléfono móvil; sólo un teléfono que se movía. Resultaba preciso detenerse y conectarlo a la red fija ya existente para hablar con él, por supuesto a través de una operadora. Alemania desplegó diversos sistemas de radiotelefonía a partir de 1926. En 1946, dos ingenieros soviéticos crearon un radioteléfono montado en un coche en movimiento que podía enlazar con la red telefónica conmutada. En 1954, Humphrey Bogart llamaba desde su limusina en la peli Sabrina, aunque nunca nos quedó muy claro cómo. En 1956, la compañía Ericsson –sí, fundada por el mismo tipo que acarreaba un teléfono en su coche– creó el primer sistema de telefonía móvil automática verdadero, el MTA. El terminal pesaba 40 kg. El sistema sólo estuvo disponible en Estocolmo y Gotemburgo, con un total de 125 usuarios, todos ellos altos cargos políticos, militares o económicos.
Corría 1957 cuando el joven ingeniero electrónico soviético Leonid I. Kupriyanovich patentó en la URSS un radiófono llamado LK-1, con su correspondiente estación base (certificado de autor 15.494 del 1 de noviembre de 1957). Este era un sistema de telefonía móvil automática con diversas ventajas: enlazaba fácilmente con la red fija, podía servir a varios usuarios a la vez, y sobre todo sólo pesaba 3 kg con 30 km de alcance y 30 horas de batería. Apareció en muchas revistas populares de su época.
El LK-1 era un terminal con disco rotativo, lo que resultaba francamente incómodo a bordo de un coche en marcha. Por eso y porque 3 kg le parecían demasiado, en 1958 creó un terminal "de bolsillo" que sólo pesaba 500 gramos. Ericsson sólo podía ofrecer a sus clientes un terminal de 9 kg en 1965 con el MTB: siete años después.
A partir de 1958, la Unión Soviética estableció el estándar de telefonía móvil automática MRT-1327 en una frecuencia base de 150 MHz y se puso a instalar el invento de Kupriyanovich por las principales ciudades bajo el nombre Altai. Sus desarrolladores principales fueron el Instituto de Investigación Científica para las Comunicaciones de Voronezh (VNIIS) y el Instituto Estatal de Proyectos Especializados (GSPI). En 1963 este sistema ya estaba disponible en todo el área de Moscú, y para 1970 alcanzaba a treinta ciudades. Altai permitía hablar en multiconferencia y se dice, se cuenta, se sugiere que estaba provisto de cifrado para las conversaciones más delicadas. ¿Su problema? Sólo podía servir 16 canales simultáneos, con lo que su uso quedaba restringido a altos cargos políticos, militares, científicos y económicos –exactamente como el sistema sueco de Ericsson, que en las mismas fechas sólo alcanzaba a tres ciudades y 600 clientes.
Pero en la URSS, prácticamente toda la nomenklatura, el generalato, los científicos de alto nivel y los directivos de las grandes compañías industriales disponían de un Altai: varios miles de usuarios. Llevar un Altai en el coche se convirtió en un símbolo de éxito social a gran escala. Esto condujo a un curioso sistema de prioridades, en el que los teléfonos más importantes desconectaban automáticamente a los menos importantes cuando los canales disponibles en una ciudad quedaban agotados. Por ello, comenzaron a instalar más estaciones base que operaban en frecuencias ligeramente distintas, con objeto de multiplicar la disponibilidad, particularmente en el área de Moscú; eso convirtió al Altai en el primer sistema de telefonía móvil multifrecuencia.
Por supuesto, no se trataba de un sistema de telefonía móvil celular. Si bien la idea de utilizar células para gestionar un sistema de telecomunicaciones móviles ya había sido apuntada por los Laboratorios Bell norteamericanos en 1947, la tecnología digital necesaria para llevarlo a la práctica no estuvo disponible hasta 1971. Aunque en Finlandia instalaron una red de telefonía móvil realmente celular por esas fechas, sólo empezó a generalizarse a partir de 1982. También es verdad que con áreas de cobertura de 30 km de radio, la necesidad de mantener una conversación entre célula y célula no les resultaba tan perentoria.
Aquí hubo que esperar hasta 1976 para que la entonces llamada Compañía Telefónica Nacional de España ofreciera un cierto Teléfono Automático en Vehículos o TAV, que sólo funcionaba en Madrid y Barcelona. Al igual que sus homólogos, apenas podía atender a un número muy reducido de personas con cargos importantes (o mucho dinero). Fue sustituido por el TMA-450 aprovechando el incio del Mundial de Fútbol de 1982, y luego llegó el TMA-900 bajo el nombre comercial MoviLine.
No fue hasta principios de los años 90 cuando los sistemas celulares totalmente digitales basados en el estándar GSM se extendieron por todo el mundo, haciendo la telefonía móvil accesible a las masas.
Tras el colapso de la URSS, el Altai fue desapareciendo progresivamente. En la actualidad, parte del sistema de estaciones base sustentadas en el estándar soviético MRT-1327 se sigue utilizando en la infraestructura de comunicaciones móviles de Rusia. Pero, sin duda, fue la primera vez en que un país de gran extensión dispuso de un verdadero sistema de telefonía móvil automática operativo por numerosas ciudades hasta el extremo de convertirse en un símbolo, allá por los ya lejanos '60. Quizás por eso a los rusos de ahora les gusten tanto los móviles. A fin de cuentas, ¿quién no quiere sentirse miembro del politburó, aunque sea sólo un poco? No es tan distinto de los anuncios con familia perfecta y feliz que salen en nuestra televisión.
Actualmente, operan en Rusia hasta cuarenta compañías de telefonía móvil, todas ellas basadas en los estándares GSM 900/1800 y CDMA. Las más importantes, con cobertura en las zonas más pobladas de la Unión, son MTS, Beeline-Vympelcom y MegaFon. Para las regiones más remotas se ha vuelto popular durante los últimos años la telefonía móvil satelitaria, especialmente a través de Globalstar e Inmarsat. Si bien los altos cargos, claro, utilizan hoy por hoy las constelaciones rusas de satélites de telecomunicaciones con sus correspondientes niveles de protección; aunque ahora ya es discutible, por el otro extremo, si estos sistemas satelitarios son aún verdadera telefonía o algo más.
Imágenes de los teléfonos móviles Altai soviéticos propiedad de englishrussia.com
Recuerdo haber visto en el coche de Carrero Blanco, expuesto en el Museo del Ejército, un telefono del tipo que dices...debía de ser de los primeros en tenerlo...para lo que le debió de durar...
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