Capítulo anterior: La fórmula del dragón
N*
(Número de estrellas en la galaxia)
(Número de estrellas en la galaxia)
Pero, ¿dónde buscar?
Bien, lo más lógico es empezar buscando cerca. Las distancias que separan a los cuerpos celestes son prodigiosas, por lo que si la hija de la lluvia ha de buscar a los iguales demasiado lejos, tanto localizarlos como entrar en contacto con ellos puede convertirse en un verdadero problema.
Por otra parte, conocemos ya muy bien nuestro sistema solar. Lo hemos observado incontables veces con nuestros telescopios y lo recorren constantemente naves fabricadas por nuestras manos, cuyos ojos robóticos estudian cada uno de sus detalles, desvelándonos poco a poco hasta sus secretos más íntimos. A estas horas tenemos la certeza de que alrededor de nuestra estrella madre, el Sol, no hay más que una civilización inteligente: nosotros. Ni siquiera los consabidos marcianos resultaron estar ahí. Hace años hubo quien creyó ver, en fotos de las primeras misiones a Marte, caras gigantes, pirámides y toda clase de construcciones que se le antojaron hechas por las manos de alguien. Vuelos más recientes, con mejores cámaras y equipos, han confirmado que se trata de montañas, mesetas y otros accidentes naturales de forma singular.
No, no vamos a encontrar a otra gente alrededor del Sol. Te lo digo yo. Habrá que mirar en otras estrellas, pues.
Nuestra galaxia parece un lugar sensato para observar. La inmensa mayoría de estrellas que vemos en el cielo están en la misma. Una galaxia es una acumulación de estrellas más o menos concentradas que orbitan en torno a un punto central, a unas distancias –vamos a decirlo así– razonables.
Nuestra galaxia se llama la Vía Láctea y es del tipo espiral. Es decir, que tiene unos brazos enormes llenos de estrellas dando vueltas lejos de su centro. Se llama Vía Láctea porque en las noches muy oscuras y con el cielo muy limpio podemos distinguir el brazo en el que estamos nosotros como un tenue reguero blanquecino similar a la leche derramada. Y según la mitología griega, se formó cuando el héroe Hércules estaba mamando de la diosa Hera y se le vertió de los labios una gota de leche. Como hipótesis científica, la verdad, no es gran cosa; pero ya se sabe que a la hora de poner nombres la gente antigua manda mucho.
La Vía Láctea, en realidad, es una gran acumulación estelar que viene a medir unos cien mil años-luz de punta a punta. Esto de los años-luz es un poco lioso si no tienes costumbre; parece más una medida de tiempo que de espacio, ¿verdad? Bueno, un año-luz es la distancia que puede recorrer la luz en un año, o sea, unos diez billones de kilómetros (sí, con “b”). Eso significa que nuestra galaxia tiene un trillón de kilómetros entre sus extremos, pasito arriba, pasito abajo. O sea: viajando con un Ferrari necesitarías veintipico veces la edad del Universo para recorrerla, a todo pedal y sin detenerte por nada. Parece un sitio lo bastante grande para buscar, ¿no te parece? Sobre todo si tenemos en cuenta que la galaxia más próxima de similares características –M31 Andrómeda– se encuentra veinte veces más lejos. Por cierto que Andrómeda puede verse a veces a simple vista: así de grandes son las galaxias. Parece una estrellita. No lo es. Ah, sí, se está echando sobre nosotros a toda velocidad. Chocaremos dentro de tres mil millones de años, no te preocupes.
Bien, y todo esto, ¿a qué viene?
Pues viene a cuento de que, para hacerse una idea de cuántos amiguitos podría tener nuestra solitaria hija de la lluvia, primero ha de saber en cuántos lugares posibles pueden vivir. Dado que es difícil imaginar la existencia de formas de vida en sitios donde no haya cantidades significativas de materia estable, eso significa que habrá que buscar donde la haya, claro: planetas, satélites, asteroides, lo que sea. Cosas que den vueltas alrededor de estrellas, de soles como el nuestro. Por lo tanto, saber cuántas estrellas hay en la Vía Láctea no parece una mala manera de comenzar. Nos da una pista fundamental sobre cuántos hogares puede haber para otras gentes.
Contar las estrellas de un monstruo con el tamaño de la Vía Láctea no es cosa tan sencilla como tirar mano del dedo de señalar y ponerse: “una, dos, tres, cuatro, cinco...”. Entre otras cosas porque, contando a razón de una por segundo, te harían falta aproximadamente ciento treinta vidas para completar el trabajo, sin descanso ni para dormir, ni para comer, ni para lo otro. Sí, ya empezamos con los condenados números grandecitos otra vez. Es lo que tienen estas cosas del espacio.
Por fortuna, existe una manera rápida de echar las cuentas si sólo necesitamos una estimación aproximada. La inmensa mayoría de la materia luminosa del Universo está en forma de estrellas. Y la luminosidad de la galaxia se puede medir con instrumentos. Tras medirla y dividir, descubrimos que en la Vía Láctea hay una cantidad de luz equivalente a la que producirían cien mil millones de soles como el nuestro.
Pero llevamos muchos años estudiando las estrellas y sabemos que la mayor parte son más pequeñas que el Sol. De hecho, tenemos una idea bastante precisa de cómo se distribuyen según su tamaño y brillo. Combinando esta distribución con el dato de luminosidad, podemos concluir razonablemente que en la Vía Láctea deben existir entre doscientos y cuatrocientos mil millones de estrellas. No es una cifra muy exacta, así que lo dejaremos en trescientos mil millones para que nadie se enfade, o se enfaden todos, como suele ocurrir en estos casos. La verdad es que son un montón de parcelas disponibles para que nuestros ansiados extraterrestres puedan tener su casa dentro de esta misma galaxia.
Lamentablemente, un sol resulta un lugar aún más inhóspito para la vida que el mismísimo espacio interestelar. Son bombas termonucleares masivas en constante equilibrio entre explotar y colapsar, donde ninguna forma de materia organizada puede estructurarse. Incluso a millones de kilómetros, el calor y la radiación harían sumamente difícil que una forma de vida pudiera desarrollarse y evolucionar.
Así pues, el recuento de estrellas nos dice en cuántos lugares de la Vía Láctea podría haber vida, y dónde. Pero sólo indica lugares posibles, a lo bruto. En realidad, lo que nos interesa de todos esos soles es su capacidad para tener objetos orbitando a su alrededor. Objetos donde las condiciones sean menos extremas y la materia y la energía puedan alcanzar estructuras complejas con más facilidad. Planetas y satélites, para entendernos. Ahí es donde está la chicha.
Próximo capítulo en La Pizarra de Yuri el jueves, 17/09/2009: Mundos al calor de otros soles.
Me encanta... :D Me parece que cuando esté terminado me voy a leer la historia unas cuantas veces por puro placer. En realidad, no puede haber historia más fascinante que esta :)
ResponderEliminarA mi entender, es la historia más fascinante del mundo. ;)
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