lunes, 21 de septiembre de 2009

Yo, robotista.

Robótica (I)

Entre todas esas cosas que uno va haciendo para ganarse las ñoclas en este planeta, durante un tiempo trabajé en robótica industrial.

Lo que para mí tiene su miga: pertenezco a la última generación que pudo leer a Isaac Asimov cuando aún vivía Isaac Asimov; me crié viendo Mazinger Z en una tele en blanco y negro que luego fue de color; y fui a ver La Guerra de las Galaxias con su R2D2 y C3PO –eso que ahora llaman Star Wars– de la mano de mi padre la misma semana en que la estrenaron por estos lares de aquí. Podrás imaginar fácilmente que cuando surgió la posibilidad de trabajar entre robots de verdad y encima cobrar dinero por ello la oferta se me hizo difícil de resistir. Qué demonio; mi jefe de entonces nunca lo supo, pero habría aceptado el curro a cambio de un catre y un plato de lentejas. Bueno, o casi.

Los robots de verdad no se parecen a C3PO. Ni siquiera a R2D2. Y mucho menos a Mazinger Z. Son, generalmente, brazos robóticos que constituyen parte de las líneas de producción industrial, aunque los hay de otros tipos y con otras funciones. Recuerdan, eso sí, a Terminator; no en su aspecto físico, sino en su carácter: una máquina que repite obsesivamente la función que tiene asignada, llueva, truene o haga calor, sin parar ni respirar. Con una fuerza capaz de partir a un hombre por la mitad sin grandes dificultades.

Hoy por hoy, todavía no son muy listos, la verdad. Es preciso programarles cada movimiento, cada acción, interconectados con el funcionamiento del resto de la línea. Difícilmente un robot industrial contemporáneo podría protagonizar alguna de esas películas donde las máquinas se rebelan contra los humanos. El principal riesgo para las personas son los accidentes laborales: si algún imprudente comete el error de penetrar en el radio de acción de un robot activo saltándose las protecciones, corre el peligro de que un súbito revés le rompa todos los huesos como ni siquiera Mike Tyson habría sido capaz de hacerlo en sus buenos tiempos.

El robot industrial es, por lo común, una máquina parcialmente autónoma con su propio sistema controlador. En la imagen de la derecha puedes ver a este que te escribe programando movimientos a un Fanuc M-410 de cuatro ejes y dos toneladas, con un alcance de más de tres metros. Ya disculparás que me haya tapado la cara, pero lo prefiero así y tampoco te pierdes nada. El dispositivo que tengo en las manos es –como ya habrás supuesto– el mando, conectado a un armario de control que no se ve en esta foto. El mando es en realidad una consola de programación que permite también mover el robot y especificarle todas las acciones. El lenguaje de programación se parece bastante a un BASIC o un Pascal de los antiguos.

Programarlos, sobre todo si el ingeniero de turno ha hecho bien su trabajo al diseñar la línea, es relativamente fácil. La parte más delicada y difícil –al menos para mí– fue siempre describirle los movimientos y trayectorias que deberá recorrer una y otra vez para realizar su función, sobre todo cuando es preciso que lo haga de manera coordinada con otros robots; movimientos a realizar en el mínimo tiempo posible. Más que una técnica, es un arte, o una extraña forma de competición contra los tiempos y ciclos de producción. Los robots son caros, y el cliente prefiere evitar la compra de unidades adicionales si puedes asegurarle la máxima productividad con los mínimos posibles.

Este trabajo conlleva su responsabilidad, pues además de las posibles pérdidas de producción y competitividad futuras para el cliente si lo has hecho mal, es hasta cierto punto sencillo que un error de programación o una señal incontrolada provoque una colisión del brazo robot contra otro o contra cualquier objeto dentro del radio de acción. Esos objetos, lamentablemente, suelen ser maquinaria igualmente costosa. Aunque el robot va provisto de numerosos limitadores de movimiento por hardware y software, su propósito es interactuar con el mundo real, y en el mundo real hay cosas con las que se puede chocar. Dependiendo de lo que haya alrededor, no es difícil hacer daños valorados en mucho dinero (o, en el peor de los casos, lesionar a algún desprevenido que pase por allí). Por ello, requiere paciencia y método. Con paciencia, método y un buen diseño de ingeniería base, cualquier persona puede aprender a manejar y programar robots bastante bien. Es un trabajo bonito, desafiante, exigente y con frecuencia bien pagado.

Y, sobre todo, podrás llamarte "robotista", como en las novelas de Asimov. Lo que, al menos para este que te escribe, no es moco de pavo; aunque haga ya algún tiempo que no le pone las manos encima a ninguno de estos amigos de metal.


Dos robots Fanuc M-16 de seis ejes programados por el autor trabajando en coordinación para una industria alimentaria, pasando pastitas calientes de la cinta de un horno a un conformador, y de ahí a una cinta enfriadora/transportadora para su embalaje. Esta tarea es más difícil de lo que parece, pues se trata de un producto extremadamente delicado que se vuelve crujiente en el conformador y se daña con facilidad. ¡Qué buenas!

9 comentarios:

  1. De Asimov, por suerte me queda mucho por leer, entre otras las novelas de robots, aunque ya he leido algo de fundación, con R. Daneel Olivaw al frente.

    Por esta aportación *****
    La verdad es que eres un crack, de aquí a pocas entregas a este ritmo pones alguna foto tuya a bordo de un transbordador o algo así jajaja.


    Suerte

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  2. Bufff, yo tambien es estaddo de pica teclas para un robot de esos, el problema es cuando se hacen viejos y tienes intergeneraciones que cada uno tiene su idioma y sus rarezas

    yo trabaje con un robot que en X absolutas positivas movia la Y una decima :S, tuve cambiar 30 programas y salieran 60 de ellos :S

    Dan muchas alegrias y estan muy bien pero a veces dan unos disgustos....

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  3. xDD

    Como en todo curro que se precie Joseca jajaja.

    Un saludo

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  4. Los antiguos eran la peste. Repetibilidad, ¿para qué? ¡La imaginación al poder! :D

    Yo temblaba cuando entraba en alguna instalación realizada en los '90. A saber lo que te encontrabas ahí.

    Pero son chulos. Muy chulos. ;)

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  5. Nunca toqué un Kuka. ¿Qué tal son?

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  6. Desgraciadamente tampoco he tocado fisicamente ninguno, pero mi proyecto fin de carrera estaba relacionado con los brazos roboticos (haciendo cosillas en Microsoft Robotics Studio). Los de KUKA tenian varias aplicaciones para ese programa que me fueron muy utiles. A partir de ahi me fui interesando mas por el tema y vi la cantidad de brazos roboticos que tienen (y bastantes videos por internet). Tambien llegue a hacer una entrevista para trabajar con ellos en Alemania, desgraciadamente no la pase.

    He visto que tus robots tambien son alemanes. Es increible la cantidad de empresas alemanas en sectores punteros.

    Un saludo Yuri ;)

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  7. Fanuc es japonesa. ;) Los que son también así de ojos rectos son los de ABB (suizos-suecos).

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  8. Por partes:
    Acabo de terminar un libro que es un compendio de la mayoría de relatos de Asimov sobre robots: El robot completo. Muy recomendable.
    En la carrera (Automática) una de las asignaturas eran temas de robots, y teníamos un simulador (muy cutre, la verdad) que se programa con VALII, creo, ya hace unos añitos. Y me cagüen en todas las coordenadas espaciales: matrices y matrices.
    Un día nos llevaron de excursión a la fabrica de Mercedes-Vitoria y era fascinante como montaban, cortaban... un precioso baile preciso.
    Y por último, lo de que hay que tener cuidadín cuidadín, pues si porque en el departamento de la uni, había un KUKA y un alumno inspirado le métió cañita y tiró una pared(no os alarmeis, pared-cubiculo-oficina) por consecuente: velocidad limitada de movimiento al brazo.
    Aun así, también me encantaría trabajar de ello...

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