jueves, 4 de febrero de 2010

El peor naufragio de la historia.

En el Titanic murieron 1.517 personas. A bordo del Wilhelm Gustloff, seis veces más.



El naufragio del RMS Titanic es, sin duda, el más famoso desastre naval de la historia. Pero no el peor, ni de lejos. Este dudoso honor corresponde al hundimiento del MV Wilhelm Gustloff, un transporte nazi que huía de Prusia Oriental ante el avance de las fuerzas soviéticas. A bordo se encontraban 1.656 soldados alemanes... y 8.956 civiles, embarcados a última hora. En su camino, acechaba el submarino ruso S-13.

Originariamente, el MV Wilhelm Gustloff era un buque civil de recreo construido en 1937 por los astilleros Blohm + Voss de Hamburgo para el Frente del Trabajo Alemán; estos astilleros, que usaron extensivamente trabajadores esclavos de su propio subcampo de concentración durante el periodo nazi, siguen actualmente en servicio como una subsidiaria del Grupo ThyssenKrupp. Se trataba de un moderno crucero con 208 metros de longitud y 25.484 toneladas de desplazamiento, la mitad que el Titanic y más grande que ningún buque de pasajeros actualmente en servicio bajo pabellón español. Asignado a la organización Kraft durch Freude ("Fuerza a través de la Alegría"), en quien se inspiró la Educación y Descanso del sindicato vertical franquista, realizó cruceros recreativos para los obreros que el régimen deseaba premiar como buenos trabajadores alemanes. Aunque, en la práctica, estos viajes resultaban demasiado caros para los obreros y terminaban disfrutando de ellos las clases medias próximas al régimen.

En el verano de 1939, apenas dos años después, el Wilhelm Gustloff abandonó estas tareas civiles para convertirse en un buque de transporte militar. Su primera asignación en este papel fue transportar la Legión Cóndor de vuelta a Alemania tras el final de la Guerra Civil Española, donde habían servido eficazmente en favor del bando nacional de Franco, estrecho aliado de Hitler por aquel entonces.

Desde que empezó la Segunda Guerra Mundial hasta noviembre de 1940, el Wilhelm Gustloff desempeñó funciones como buque hospital. Pero cuando los ingleses bloquearon la costa alemana, impidiéndole así salir del Mar Báltico, el barco fue anclado en el puerto de Gdynia, cerca de Danzig (hoy, Gdansk). Por aquella época, este sector de lo que hoy es Polonia aún formaba parte de Prusia Oriental, en el Reich Alemán. Allí se quedó, inmovilizado durante más de cuatro años, pintado de color gris militar y desempeñando funciones como cuartel y dormitorio para los 1.000 alumnos de la cercana escuela naval de submarinos, que luego tripularían los míticos U-boot.

La Operación Aníbal.

A principios de 1945, las cosas iban muy mal para Alemania. Ya hacía algún mes que los poco antes conquistadores de Europa combatían desesperadamente en su propio territorio, tratando de detener a los norteamericanos y británicos por el oeste mientras intentaban bloquear la avalancha soviética que se derramaba por el este. La doctrina de luchar hasta la victoria final y reprimir brutalmente cualquier clase de derrotismo condujo a retrasar la muy necesaria evacuación de los civiles alemanes de las zonas de conflicto. Especialmente en el Frente del Este, era cosa sabida que no cabía esperar mucha piedad de unos soldados soviéticos con ganas infinitas de vengar sus veinte millones de muertos y las incontables atrocidades cometidas por las fuerzas nazis en territorio de la URSS durante los tres años y medio anteriores, que tenían como objetivo último el exterminio y esclavización de la raza de infrahombres eslavos.

Así pues, cuando los soviéticos penetraron por fin en territorio del odiado enemigo alemán, rápidamente se extendieron los rumores de venganza brutal –unos ciertos y otros, falsos y amplificados por la propaganda nazi hasta la actualidad–. Y entraron exactamente por allí, por Prusia Oriental, que era lo que les quedaba más cerca en su camino a Berlín, capturado tres meses después. Si a los soldados soviéticos les quedaba algo de misericordia por sus enemigos, ésta se disolvió cuando empezaron a liberar a sus trabajadores esclavos y éstos les contaron el destino de la inmensa mayoría de los prisioneros rusos.

Pese a lo que cabía suponer, el mando alemán no ordenó evacuar a los civiles de Prusia Oriental hasta el 20 de enero de 1945, cuando el 2º Frente Bielorruso de Rokossovsky ya había rodeado la región y combatía a las puertas de Königsberg (hoy, Kaliningrado) tras provocar el colapso del Grupo de Ejércitos Centro comandado por Hans Reinhardt.

La evacuación se inició en medio del invierno, de una forma tan desorganizada que los civiles en fuga saturaban las carreteras heladas prácticamente sin suministros, dificultando los desplazamientos del ejército alemán... y encontrándose cada vez más a menudo con los tanques y aviones rusos, que disputaban el mismo espacio muy a las malas. Se cree que, entre unas cosas y otras, murieron unos 300.000.

En las zonas más próximas a la costa, el mando nazi definió una operación para evacuar por mar a los civiles y militares alemanes que predominaban allí. El plan era aparentemente sencillo: enviar grandes barcos cargados de soldados para la defensa final, y aprovechar el viaje de regreso sacando gente hacia Kiel y otros puntos de Alemania Occidental. La llamaron Operación Aníbal, y presentaba dos pequeños inconvenientes: al oeste, la aviación británica y norteamericana; al este, los submarinos soviéticos.

El último viaje del Wilhelm Gustloff.

Uno de los primeros en intentarlo fue, precisamente, este enorme transporte que en otro tiempo fuera de recreo y que llevaba cuatro años oxidándose en Prusia Oriental: el Wilhelm Gustloff. Estaba previsto que cargara al personal militar asociado a la escuela de guerra submarina, algunos heridos y completara sus plazas disponibles con unos pocos cientos de civiles seleccionados, en un viaje hacia Alemania Occidental, para luego regresar relleno de tropas frescas.Con el objeto de que pudiera protegerse un poco, lo equiparon con algunas pequeñas piezas antiaéreas, lo que terminó de otorgar un especto netamente militar al gran barco gris.

Pero el caos en los puertos era tan generalizado como en las carreteras. Millones de personas querían salir de allí como fuera, y entre ellos muchos jerifaltes nazis con sus familias y equipajes que hacían valer el rango hasta donde les era posible. Otros muchos sólo eran los pobres desgraciados habituales: viejos, mujeres, niños. Los muelles estaban llenos de gente luchando, sobornando, incluso prostituyéndose por un lugar a bordo mientras la tripulación de 173 hombres embarcaba a los militares: 918 oficiales, suboficiales y alumnos de la escuela de guerra submarina (suficientes para tripular setenta U-boot), 373 auxiliares navales femeninas y 162 heridos en los combates. Aunque con eso la capacidad de pasaje del Wilhelm Gustloff quedaba ya excedida, cargaron también a hasta 8.956 civiles en cualquier espacio disponible, desde las bodegas hasta las pistas recreativas de a bordo; inevitablemente, sin medios de rescate y emergencia ni para la mitad de ellos.

El Wilhelm Gustloff se hizo así a la mar a primera hora del 30 de enero de 1945 con 10.582 ocupantes a bordo, acompañado por el transatlántico Hansa –cargado de manera parecida– y dos buques torpederos a modo de escolta. Pero el Hansa presentó problemas mecánicos a poco de salir, con lo que tuvo que volver a puerto. El Wilhelm Gustloff prosiguió su camino escoltado por el torpedero Löwe, y durante las primeras horas el viaje le fue bien. Pero con tanto oficial de alto rango a bordo, los tres capitanes de navío presentes pronto comenzaron a discutir. Uno de ellos, un comandante naval militar, insistía en viajar cerca de la costa con las luces apagadas durante todo el recorrido. Al capitán civil, más veterano, lo de las luces apagadas no acababa de gustarle y viajar tan cerca de la orilla le parecía muy peligroso por el peligro de embarrancar. Finalmente, se impuso este último: navegarían por aguas profundas, buscando la protección de un convoy de barreminas que avanzaba hacia el oeste. Cuando cayó la noche de este primer –y último– día, el capitán del Wilhelm Gustloff ordenó encender las luces de posición, para no chocar con el convoy que buscaban. No podían saber que alguien les acechaba en el camino, apenas un poco más adelante.

El submarino S-13.

Quien les acechaba era un cierto capitán Alexander Marinesko, una rara avis rebelde e individualista en una fuerza tan poco dada al individualismo como la Marina Soviética. Por ello, había tenido muchos problemas disciplinarios, aunque su indudable valía como marino le permitió conservar sus galones. Marinesko, que también era mujeriego, borrachín y juerguista, ya había sido condecorado en el transcurso de una operación fallida pero donde él, personalmente, se desempeñó con gran capacidad y valentía. Marinesko comandaba el submarino soviético S-13, de la clase Stalinets, y tenía órdenes específicas de impedir los movimientos de la Marina Alemana por el Mar Báltico. Marinesko avistó las luces del Wilhelm Gustloff poco antes de las nueve de la noche, y supo que debía morir.

Es discutible que Marinesko supiese siquiera el calibre del blanco que se disponía a atacar. En medio de la noche y la neblina del invierno báltico, puede que no viera más que las luces de un navío grande. De todas formas el Wilhelm Gustloff era un blanco muy grande, asignado al mando militar, pintado de gris naval y provisto con pequeños cañones antiaéreos, que había venido viajando sin luces durante la mayor parte del camino; esencialmente, un transporte de tropas atiborrado desafortunadamente con civiles. A los ojos de cualquier capitán de submarino, eso es mucho más de lo necesario para convertirse en un blanco legítimo y quizás un poco estúpido por encender las luces y delatarse así.

Era una noche muy fría, por debajo de diez grados bajo cero y hielo en el mar a 19 millas de la costa. En las miras del capitán Marinesko había una sombra traicionada por aquellas tenues lucecillas verde y roja, escoltada por un torpedero. Seguramente no sabía que allí, entre el hielo, el acero y las tinieblas, trataba de darse calor y sobrevivir tanta gente. Seguramente, si lo hubiera sabido, tampoco le habría importado en exceso. No con veinte millones de muertos que vengar.

Apenas pasaban de las once de la noche (21:08 CET) cuando el submarino soviético S-13 disparó tres torpedos por el lado de babor contra la sombra que formaba el transporte alemán Wilhelm Gustloff, con 10.582 personas a bordo; siendo aún el 30 de enero de 1945.

Los tres torpedos impactaron contra el Wilhelm Gustloff y estallaron con precisión; ya dijimos que el capitán Marinesko era un marino capaz.

El hundimiento.

Fue una catástrofe. Muchas personas resultaron destrozadas en las explosiones, que abrieron grandes vías de agua. El Wilhelm Gustloff escoró primero un poco a estribor, y luego con fuerza a babor, mientras toda aquella gente trataba de huír sin suficientes chalecos o botes salvavidas ni para la mitad. Muchos saltaban al agua helada, sólo para morir de hipotermia poco después. Tardó apenas 45 minutos en hundirse. El torpedero de escolta y los barcos con los que acudían a encontrarse apenas pudieron rescatar a 1.250 supervivientes mientras el S-13 del capitán Marinesko y el torpedero T-36 se enzarzaban en un intecambio de disparos en el que ninguno de los dos resultó tocado. No hay un saldo exacto de víctimas, pero se cree que murieron en torno a 9.600 personas: seis veces más que en el Titanic.Y pico.

Algunos llevan insistiendo en que se trató de un crimen de guerra. Difícilmente: el Wilhelm Gustloff era indistinguible de un navío militar, llevaba alguna cantidad de pequeño armamento y se desplazaba por una zona de guerra bajo el mando y bandera de uno de los bandos en conflicto. El hundimiento del Wilhelm Gustloff fue, por encima de ninguna otra cosa, un desastre de la guerra.

Aparentemente, el capitán Marinesko tenía una relación extraña con la diosa Fortuna (además de con las dueñas de los garitos en los puertos del Báltico). O, más probablemente, su posición en primera línea frente a la Marina Alemana del Báltico le ponía repetidamente en posición de tener esta clase de encuentros. Apenas diez días después, se encontró muy cerca de allí con otro gran transporte que participaba en la Operación Aníbal: el General von Steuben. También le disparó y también lo hundió, con un saldo de 3.300 muertos y apenas 300 supervivientes: el tercer naufragio peor de la historia humana, a manos del mismo hombre comandando el mismo submarino. Las circunstancias fueron muy similares.

El segundo peor también sucedió en este escenario cuando otro submarino soviético, el L-3 comandado por el capitán Vladimir Konovalov, hundió al Goya, causando entre 6.000 y 8.000 muertos. La aviación británica, por su parte, se cobró al Cap Arcona y el SS Deutschland en el otro extremo del Báltico, también con muchos miles de vidas perdidas (en este caso, se trataba sobre todo de prisioneros aliados que los alemanes habían sacado de los campos de concentración durante las últimas semanas de guerra en Europa, con lo que cayeron a manos de sus propios compañeros).

Señoras, señores... así es la guerra. Así y peor. Por eso las personas sabias y conscientes no quieren guerras, odian las guerras, creen que sólo deben darse en estricta legítima defensa y se oponen a cualquier otra cosa con todas sus fuerzas. La guerra es un mal, el peor de los males, que además tiende a cobrarse las vidas de quienes menos culpa tienen. Como en aquellas heladas aguas del Báltico. Como en cualquier otro lugar.

Hay una novela magnífica del Premio Nobel de Literatura alemán Günter Grass ambientada en torno al hundimiento del Wilhelm Gustloff, titulada A paso de cangrejo. En España la edita Alfaguara con el ISBN 978-84-204-6458-9; alta literatura extremadamente recomendada que se puede comprar, por ejemplo, aquí.

10 comentarios:

  1. Muy interesante tu post. Enhorabuena por el magnífico blog que mantienes. :)

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  2. Una correccion, es Kraft durch Freude.

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  3. Corregido, había varios errores tipográficos. Andaba yo con los dedos flojos. :-D

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  4. Excelente, como siempre.

    Oye, antes no se podian los articulos votar??

    Saludos

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  5. No recuerdo en qué fecha lo puse... pero hace relativamente poco. Un par de meses y pico o así. Por eso los artículos antiguos sólo tienen algún voto ocasional, de quienes van pasando por ahí.

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  6. Sencillamente genial, gracias por el buen rato que me has echo pasar leyendote. Un saludo!

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  7. Me ha gustado mucho este artículo.
    Sigue así :)

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  8. A mí, hasta hace poco, si me preguntan por el peor desastre naval, respondería sin duda que fué el Titanic. Es toy seguro que el 90% de la gente dirá lo mismo. Curioso.

    Me apunto el libro, que hace tiempo que no le doy a la novela.
    Buen artículo :)

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  9. Jobá,que arte.El mejor relato en mucho tiempo.Y nos quieren engañar con el 3D suplantando el ingenio.No lo conseguiran.

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