Y el misterio sin resolver de los ataques biológicos de 2001 en los Estados Unidos.
En castellano, el ántrax es una infección cutánea de poca gravedad causada por un estafilococo y se suele curar con higiene, compresas calientes y algún antibiótico. Cuando hablan por ahí de anthrax no se refieren a estas molestias menores, claro, sino a algo muchísimo peor: lo que en nuestro idioma se ha llamado siempre carbunco. El carbunco está provocado por una bacteria totalmente distinta, el bacillus anthracis, y su fama temible se debe a razones sencillas: es muy infeccioso, es muy letal y constituye una excelente arma biológica.
Bacillus anthracis.
El carbunco (o ántrax maligno) es un viejo conocido de la humanidad. Se trata, fundamentalmente, de una enfermedad del ganado y otros mamíferos y aves, incluyendo a los seres humanos. Anthrax significa carbón, en griego (ανθραξ, y de ahí viene también la palabra antracita). Carbunco, que en castellano antiguo era carbunclo o carbúnculo (y en catalán, por ejemplo, carboncle) se deriva del latín carbunculus, que significa asímismo carboncillo. En francés se dice directamente charbon; o sea, carbón. Y en ruso karbunkyl o úlcera siberiana, por ser allí muy común ya mucho antes de que nos pusiéramos a hacer perrerías con él.
El motivo de estos nombres tan carboníferos –ya mencionados así en la Ilíada de Homero, las Geórgicas de Virgilio y en los textos del protomédico Hipócrates– no es otro que su síntoma más característico en su variante cutánea: unas úlceras o pústulas negruzcas en la piel. Sin embargo, no siempre aparecen, pues dependiendo de la vía de infección el carbunco se presenta en tres variedades (o una combinación de las tres): respiratorio, gastrointestinal y cutáneo. Históricamente, la variante cutánea mataba al 20% de los enfermos, la gastrointestinal al 60% y la respiratoria al 95%. Con los tratamientos propios del siglo XXI y diagnosticándolo en fase temprana, estas cifras han caído a prácticamente el 0% (cutánea), el 25% (gastrointestinal) y el 45% (respiratoria). Tales datos convierten al carbunco pulmonar en una de las enfermedades más mortíferas que existen.
El motivo de tanta mortalidad es que el microorganismo que lo provoca, el bacillus anthracis, está envuelto en una cápsula capaz de inhibir la acción de los fagocitos mientras produce una compleja toxina compuesta por tres elementos diferentes. Estos elementos actúan sinérgicamente de varias maneras distintas para producir edemas o la destrucción celular. En el caso respiratorio no sólo es que los pulmones van resultando rápidamente destruidos con edema torácico masivo, sino que además el bacilo y su toxina se esparcen por todo el cuerpo de manera muy virulenta a través de los alveolos y el torrente sanguíneo, aniquilando los tejidos por donde pasa. El carbunco pulmonar tiene un periodo de incubación entre uno y seis días, pero tan pronto como se declara, rara vez tarda más de 72 horas en matar al paciente y normalmente menos de 48.
El bacillus anthracis es una bacteria gram-positiva con forma de palo o rectángulo alargado que suele tener de tres a seis milésimas de milímetro a lo largo y entre una y 1,2 a lo ancho. Es la única bacteria conocida que puede generar esa cápsula o cubierta proteínica que la protege de los fagocitos, y también la única causante de enfermedades capaz de transportar su propio factor de virulencia EF que provoca el edema característico. Se desarrolla tanto en condiciones aeróbicas como anaeróbicas y carece de movilidad propia. El carbunco es un patógeno sometido al nivel de bioseguridad 3 (excepto las muestras diagnósticas y el instrumental clínico, para los que resulta suficiente el 2). La variante pulmonar cursa con fiebre, cansancio y síntomas parecidos a los del resfriado común o la gripe. Tras una breve mejoría, aparecen abruptamente problemas respiratorios severos, neumonía, shock y complicaciones multiorgánicas generalizadas que conducen a la muerte con rapidez.
Este bacillus anthracis tiene otra propiedad: es capaz de formar unas esporas ovaladas que duran largo tiempo fijadas al suelo y la vegetación (incluyendo los pastos). Cuando está protegido por esta espora, el bacilo resulta extremadamente resistente al calor, al frío, a la falta de agua, a la luz ultravioleta, a la radiación gamma y a la mayor parte de los desinfectantes y otros tratamientos químicos, lo que le permite sobrevivir largo tiempo al aire libre. Estas esporas se desarrollan en cuanto la bacteria detecta que el ambiente le es hostil –por ejemplo, a partir de la muerte del huésped o cuando abandona su cuerpo por cualquier otra razón– y resultan muy difíciles de erradicar: pueden perdurar décadas e incluso siglos. Así, el territorio entero –y no sólo los seres vivos– se transforma en un reservorio del bacilo. Debido a esta característica, el carbunco ha sido endémico a lo largo de la historia en diversas regiones como África Occidental, el Caribe, el Oriente Próximo, el Territorio Noroeste de Canadá, el Sur de Siberia, Texas Occidental, partes de Europa Central, Grecia, Turquía, la ex-Yugoslavia y... España. Sí, España: a nuestros tatarabuelos, el carbunco se los comía con patatas. Está especialmente presente en la Meseta Central y actualmente se dan unos cincuenta casos al año (hace veinte años eran cien aproximadamente).
El carbunco pasa a los humanos sobre todo mediante la interacción con el ganado; más raramente, mediante la interacción con otros mamíferos como los perros. En general, la inmensa mayoría de casos de carbunco humano están relacionados con la ganadería y los productos ganaderos; en España, ovejas y cabras fundamentalmente. El mortífero carbunco pulmonar ha sido históricamente una enfermedad profesional de las personas que trabajan con pieles y pelos animales (como el cuero y la lana). Eso que queda tan guay de beber leche directamente de la ubre en plan Heidi es la manera más natural de contraer un estupendo carbunco cutáneo o gastrointestinal; y así caían los niños como chinches antes de que llegara la pasteurización (por Louis Pasteur, claro). Los veterinarios, ganaderos y sus familias han sido siempre la población de mayor riesgo.
El tratamiento contra el carbunco está basado en antibióticos capaces de matar al bacillus anthracis. Entre tales antibióticos se encuentra la doxicilina y otras tetraciclinas, la penicilina, la ciprofloxacina y la levofloxacina (en niños). Los pacientes graves, además, pueden recibir corticosteroides por vía intravenosa. La eficacia del tratamiento es significativamente mayor cuanto más pronto se detecta la enfermedad. Usando estos tratamientos, la medicina moderna es capaz de salvar a más de la mitad de las personas infectadas. No obstante, su letalidad sigue siendo pavorosamente alta y –al igual que ocurre con todos los microorganismos– el bacillus anthracis va evolucionando constantemente y aumentando su resistencia a los antibióticos.
Existen vacunas contra el carbunco desde los tiempos de Pasteur, pero su uso en humanos presenta relevantes efectos secundarios y su administración es compleja y no exenta de riesgos. En Estados Unidos, el programa de inmunización militar con Biothrax AVA ha causado graves controversias, y en Israel también. Ningún servicio sanitario del mundo las considera todavía aptas para su uso generalista entre la población civil, y como consecuencia no se vende al público. Notoriamente, el Ejército Ruso restringe el uso de sus múltiples vacunas contra el carbunco a "adultos sanos" en grave riesgo de quedar expuestos a cepas virulentas del bacilo. Es decir: soldados en un entorno de guerra biológica.
Arma biológica.
Pues, en todos estos casos, estamos hablando del carbunco natural. Pero resulta que todas estas propiedades tan curiosas del bacillus anthracis y muy particularmente del carbunco pulmonar –elevada tasa de mortalidad, acción relativamente rápida, grandes posibilidades de supervivencia y persistencia del bacilo fuera de un huésped, tendencia a permanecer en el mismo lugar sin extenderse incontroladamente, daño simultáneo a seres humanos y a la cabaña ganadera, resistencia térmica, hídrica y a desinfectantes y radiaciones, difícil vacunación– han hecho que se transformara en un candidato idóneo a arma biológica. Su flexibilidad y adaptabilidad a técnicas de selección evolutiva inducidas artificialmente y de ingeniería genética terminaron de convertirlo en el chico más popular del curso de medicina oscura durante muchísimos años.
Esta especie nuestra ha usado armas biológicas desde muy antiguo. Ya algunos textos hititas datados milenio y medio antes de nuestra era hablan de enviar enfermos de peste a territorio enemigo como estrategia militar. El uso de agentes infecciosos en puntas de flechas y lanzas –heces, sangre humana, venenos– era una práctica generalizada, así como la contaminación de las fuentes de agua del enemigo mediante técnicas que se encuentran a caballo entre la guerra química y la guerra biológica. Arrojarles animales venenosos vivos como serpientes o escorpiones, o cadáveres en descomposición, parece haber sido bastante común también. Durante la Edad Media, se usaron catapultas frecuentemente para arrojar los cuerpos de víctimas de la peste negra y otras fuentes infecciosas al interior de las ciudades sitiadas. Durante la colonización de Norteamérica, existen numerosos indicios que apuntan al contagio deliberado de la viruela contra las poblaciones indias nativas –más allá de la propia difusión natural de la enfermedad– y es posible que también se utilizara el sarampión contra los aborígenes polinésicos.
El primer uso del carbunco como arma biológica se produjo en 1916, durante un episodio muy poco conocido de la Primera Guerra Mundial. Desde 1809, el Gran Ducado de Finlandia había formado parte del Imperio Ruso de los zares. La Alemania del Segundo Reich, tratando de debilitar al enemigo ruso por todos los medios, suministró a los independentistas finlandeses ampollas de bacillus anthracis para usarlas contra los establos de la caballería zarista. Al parecer Alemania usó armas biológicas en más ocasiones durante la Primera Guerra Mundial –una guerra conocida por el uso extensivo de armas químicas–. El resultado fue inconcluyente.
La primera investigación seria sobre el uso del carbunco como arma biológica fue obra del famoso e infame Escuadrón 731 del Ejército Japonés, en Manchuria. En su singular afán por acumular tantos crímenes de guerra y contra la humanidad como fuera posible, estos japoneses infectaron con diversas enfermedades a cientos de miles de civiles chinos, muchos de los cuales perecieron. Entre tales enfermedades se encontraban varias versiones del carbunco. Los dirigentes del Escuadrón 731 y sus organizaciones paralelas que cayeron en manos soviéticas tras la Segunda Guerra Mundial fueron juzgados y condenados; pero las condenas fueron relativamente suaves, se dice que a cambio de los resultados de estos experimentos. Los que cayeron en manos norteamericanas pactaron directamente su libertad a cambio de estos mismos resultados y ni siquiera llegaron a pisar un tribunal (de manera notoria, el Dr. Shiro Ishii, máximo responsable de semejantes atrocidades).
La cepa Vollum-14578 y Gruinard Island, Escocia, 1942.
Y es que la investigación sobre armas biológicas modernas ya llevaba su recorrido tanto en Occidente como en la URSS; por supuesto, siempre bajo la excusa formal de la investigación defensiva. Al parecer, los británicos fueron los primeros en obtener una cepa especialmente virulenta y proclive a ser usada como arma biológica de manera específica: la llamada cepa Vollum-14578, por el bacteriólogo Roy Lars Vollum de la Universidad de Oxford, quien la aisló en 1935 a partir de una vaca de Oxfordshire. Tras su victoria en la Batalla de Inglaterra, el Reino Unido comenzaba a intensificar su campaña de bombardeos estratégicos contra la Alemania Nazi y consideraron la posibilidad de incorporar a la misma el uso de armas biológicas. Bajo órdenes de Churchill –un gran aficionado al uso de gas venenoso y otras armas de destrucción masiva–, los científicos de Porton Down dirigidos por Sir Paul Fildes comenzaron a estudiar en profundidad la forma de contaminar Alemania con algún patógeno capaz de matar a grandes cantidades de población o al menos ganado, para rendirlos por hambre. Naturalmente, la cepa Vollum-14578 ocupó de inmediato el primer puesto de la lista.
El equipo de Sir Paul Fildes desarrolló dos programas paralelos. El primero fue la Operación Vegetarian, así, con coñita, que consistió en preparar cinco millones de pasteles de lino –por lo visto, le gusta mucho a las vacas– contaminados con carbunco para lanzarlos sobre las regiones ganaderas de Alemania; como indica el nombre, la idea era matar masivamente al ganado para dejar a los alemanes sin carne (o, complementariamente, que la enfermedad pasara a la población rural causando gran mortandad y forzando la evacuación de las zonas ganaderas). El segundo consistió en el desarrollo de una llamada "bomba N" (término que mucho después se reutilizaría para la bomba de neutrones, pero no tiene nada que ver). Esta bomba N era un concepto más sofisticado sobre la misma idea: una especie de bomba de racimo con submuniciones de carbunco, para su uso tanto en las regiones rurales como alrededor de las ciudades, de donde procedía buena parte de los suministros alimentarios consumidos por la población urbana.
Los cinco millones de pasteles de lino eran fáciles de preparar y se almacenaron en el propio Porton Down listos para su uso. Estas bombas-N, en cambio, necesitaban algunas pruebas para comprobar su funcionamiento y efectividad. Y se eligió la Isla de Gruinard, un islote deshabitado a apenas 1.100 metros de la costa escocesa que expropiaron a sus dueños. El equipo de investigadores de Porton Down dirigido por Fildes se estableció allí en 1942 para hacer numerosas pruebas de dispersión de esporas de carbunco contra el ganado (ovejas y vacas) y se sugiere que también contra típicas mascotas tanto rurales como urbanas (perros y gatos). Al parecer, el resultado de los estudios fue espectacular y Sir Paul Fildes y su equipo concluyeron que el carbunco no sólo podía usarse para destruir la ganadería enemiga, sino que era capaz de dejar inhabitables sus ciudades "durante décadas".
El equipo de guerra biológica de Porton Down grabó filmó sus actividades en la Isla de Gruinard. Este video, secreto hasta 1997, muestra algunas de las mismas.
En noviembre de 1942, Fildes y un colega viajaron a Washington D.C. para solicitar a los Estados Unidos que iniciaran la fabricación de grandes cantidades de esporas de carbunco ("agente N") y también toxina botulínica ("agente X"). Los norteamericanos accedieron y en 1943 se fundaba el Laboratorio de Guerra Biológica del Ejército de los Estados Unidos en un aeródromo militar decomisionado que pasó a llamarse Camp Detrick y luego Fort Detrick. Su director científico fue el bacteriólogo Ira L. Baldwin y el investigador jefe, George W. Merck, presidente de la multinacional farmacéutica Merck. Que, curiosamente, era en su origen una empresa alemana.
Sin embargo, el Presidente Franklin D. Roosevelt no estaba tan dispuesto como Churchill (y algunos de sus propios generales, como Marshall) a iniciar una guerra biológica contra Alemania. Roosevelt insistía en que los aliados debían respetar el Protocolo de Ginebra de 1925. Por otra parte, durante 1943 quedó demostrado que la combinación de grandes cantidades de bombas explosivas e incendiarias sobre las ciudades e industrias alemanas resultaba suficientemente devastador, por lo que estas "bombas N" no serían necesarias. Los constantes bombardeos sobre Colonia, la destrucción de Hamburgo en el verano de 1943 y los grandes avances soviéticos a partir de agosto de este mismo mismo año convencieron a muchos de que el recurso a esas armas inciertas y temibles no estaba justificado. Además, el Proyecto Manhattan para la construcción de la bomba atómica iba a buen ritmo y al mismo tiempo se temía que Alemania respondiera con la misma moneda al Reino Unido si se veía atacada con armamento biológico.
Debido todos estos motivos, la Operación Vegetarian fue quedando relegada. Churchill aún quiso reactivarla en marzo de 1944, y pidió a los Estados Unidos que fabricaran 500.000 bombas de carbunco; éstas empezaron a construirse en Canadá. El éxito del desembarco de Normandía y la evidencia de que pronto serían los aliados quienes estarían administrando una Alemania derrotada terminó de desactivar el proyecto.
Los cinco millones de pasteles de pasto infectado con carbunco fueron incinerados en Porton Down a finales de 1945. Sin embargo, todos los intentos de descontaminar la isla de Gruinard, donde el carbunco se había dispersado efectivamente, resultaron inútiles debido a la durabilidad de las esporas y su resistencia a la mayor parte de desinfectantes químicos. No quedó otro remedio que ponerla en cuarentena durante los siguientes 48 años.
A partir de 1981, diversas iniciativas ciudadanas –vinculadas sobre todo al ecopacifismo y al nacionalismo escocés– comenzaron a presionar con fuerza al gobierno británico para que limpiaran Gruinard. Esta limpieza se produjo finalmente en 1986, retirando el suelo más contaminado y cubriendo el resto con formaldehído disuelto en agua de mar. Dejaron un rebaño de prueba, que en 1990 seguía gozando de buena salud, con lo que la isla fue declarada segura por fin. En la actualidad sigue deshabitada excepto por el rebaño en cuestión.
Vista actual de la isla de Gruinard desde la costa con Google Street View.
La cepa 836 y Sverdlovsk, 1979.
Esta no es la clase de carrera en la que la URSS estuviera dispuesta a quedarse atrás. El lysenkoísmo hizo un daño inmenso a la biología soviética (y a su producción agrícola), pero en el mismo año en que murió Stalin (1953), el Ejército Rojo recuperó el control de todas las investigaciones biológicas militares. Y lo mantuvo durante los siguientes veinte años, hasta que toda traza de lysenkoísmo hubo desaparecido de la URSS y el programa era ya tan monumental y llegaba a tantos ámbitos a la vez que se justificaba la creación de un inmenso conglomerado mixto civil-militar bajo el nombre –más o menos confidencial– de Biopreparat.
Biopreparat siguió al pie de la letra el argumento universal de que las investigaciones en guerra biológica son estrictamente defensivas. Sin embargo, el número, tamaño y tecnología de sus instalaciones conocidas durante unas inspecciones internacionales realizadas en los años '90 cuentan más bien una historia de producción industrial masiva de algo. O algos.
Entre estas instalaciones se contaron como mínimo el Instituto VECTOR de Virología y Biotecnología (Novosibirsk, con instalaciones de nivel de seguridad 4, uno de los dos repositorios legales de viruela que quedan en el mundo y más o menos equivalente al Centro de Control de Enfermedades y el Mando de Defensa Química y Biológica del Ejército de los Estados Unidos a la vez); el Instituto de Preparados Bioquímicos Ultrapuros de San Petersburgo; el Instituto de Bioquímica Aplicada de Kirov; el antiguo Instituto Científico-Técnico de Microbiología de Stepnagorsk (ahora en Kazajstán y desactivado como el campo de pruebas de la isla Vozrozhdeniye, la Gruinard soviética); y al menos cuatro grandes fábricas por todo el país. Más la instalación original: el Complejo 19 de Sverdlovsk (actualmente Ekaterinburgo). Fue en Sverdlovsk donde ocurrió algo muy malo durante la primavera de 1979.
La verdad es que aún no se sabe lo que pasó. Las autoridades entonces soviéticas y ahora rusas siguen diciendo que tuvo su origen en una partida de carne incontrolada sanitariamente, procedente de granjas próximas y vendida al público en el mercado negro. Las agencias de espionaje y numerosos especialistas occidentales insisten una y otra vez en que se trató de una fuga de material militar del Complejo 19. A partir del día 2 de abril de 1979, y en un breve periodo de tiempo, hasta 68 personas murieron de carbunco en esta entonces ciudad cerrada situada 1.450 km al este de Moscú (sigue habiendo al menos dos localidades cerradas en las proximidades: Lesnoy y Novouralsk; pero parece que ambas están relacionadas con el armamento nuclear). Otras fuentes elevan la cifra a 105, aunque esto es bastante dudoso; la versión original, por su parte, hablaba de 13 o 17. La mayor parte de los muertos estaban relacionados con una fábrica de cerámica cercana; aparentemente, no hubo víctimas en el propio complejo. El diagnóstico más común fue "neumonía infecciosa". El KGB y la policía local anduvieron tiroteando perros y otros mamíferos vagabundos durante varias semanas para incinerar sus cadáveres a continuación.
Y esto es todo lo que se puede decir honestamente sobre los sucesos de abril de 1979. En todo caso, si fue un escape de carbunco del Complejo 19, tuvo que producirse en una cantidad francamente baja (en principio compatible con una verdadera investigación defensiva para la producción de vacunas o para el estudio de la dispersión en caso de ataque biológico enemigo). La fuente más fiable (Meselson) afirma que fue una fuga en estas cantidades reducidas, ocasionada por un error humano al retirar un filtro exterior obstruido sin notificarlo apropiadamente al turno siguiente. Ken Alibek opina que este carbunco pertenecía a su cepa 836, pero las declaraciones de Ken Alibek se han demostrado cada vez más dudosas con el paso de los años (y cada vez más relacionadas con sus intereses en la industria farmacéutica militar). Aparentemente la cepa 836 existe o existió: se han encontrado rastros de la misma en la instalación abandonada de Stepnogorsk y en la isla Vozrozhdeniye; pero resulta imposible determinar si este fue el origen de la infección en Sverdlovsk-19.
Tampoco se sabe si Biopreparat sigue existiendo en la actualidad, o no, o todo lo contrario. Tanto el Instituto VECTOR de Novosibirsk como el Complejo 19 de Ekaterinburgo han sido recientemente ampliados y mejorados, al menos en lo que se puede ver desde el exterior (nuevas instalaciones, medidas de seguridad perimetral avanzadas, etc.). Algunas fuentes hablan de la existencia de una cepa de carbunco mucho más avanzada, modificada mediante técnicas de ingeniería genética, que llevaría el nombre de H-4. Al igual que ocurriera en tiempos soviéticos, el programa ruso de defensa biológica continúa en la más completa oscuridad. Y, por supuesto, es investigación estrictamente defensiva. Faltaría más.
Complejo 19-34, Ekaterinburgo (antes Sverdlovsk-19).
La Guerra del Matorral.
En este mismo año de 1979, el penúltimo gobierno blanco del África Subsahariana se tambaleaba agónicamente ante los mismos ojos de la Sudáfrica del apartheid. Rodesia, una antigua posesión británica que había declarado unilateralmente su independecia en 1965 ante la negativa de Londres de descolonizar territorios africanos donde no hubiese un gobierno de la mayoría, combatía contra al menos tres guerrillas negras diferentes: la Guerra del Matorral. Y los blancos iban perdiendo.
Fue en este contexto donde se produjo el mayor brote de carbunco de la historia contemporánea. El carbunco no es endémico en África meridional, y durante el periodo 1950-1978 sólo hubo 334 casos humanos al sur de Rodesia (lo que ahora se llama Zimbabwe). Sin embargo, a finales de 1978 las cifras comenzaron a multiplicarse; pero, curiosamente, sólo lo hicieron en los territorios concedidos a los agricultores y ganaderos negros –las Tribal Trust Lands–, mientras que las tierras en posesión de colonos blancos no resultaban alcanzadas por el bacilo.
Durante 1979 este brote se convirtió en el principal problema sanitario del país, y para finales de año un tercio de las tierras tribales (el 17% del territorio nacional) estaba plagado de carbunco. Hasta mediados de 1980 se registraron 10.738 casos en humanos (treinta y dos veces más que en los 28 años anteriores, sumados). Estas infecciones eran fundamentalmente de tipo cutáneo; 182 personas perecieron y centenares más quedaron con graves secuelas. Centenares de miles de cabezas de ganado resultaron afectadas.
Finalmente el acuerdo de Lancaster House terminó con la guerra y con el dominio blanco de Rodesia, mediante unas elecciones generales un poco raritas que ganó el actual presidente Mugabe. Y, aparentemente, también acabó con el brote. Para finales de 1980, los casos de carbunco comenzaban a volver a sus cifras históricas. Al parecer, la cepa causante del brote era de origen local. La cuestión es que estas cepas locales nunca habían causado problemas y no han vuelto a hacerlo desde entonces.
Inevitablemente, pronto surgieron acusaciones de que las fuerzas armadas blancas –y muy específicamente los escuadrones de la muerte llamados Selous Scouts– habían utilizado carbunco como arma de guerra biológica contra las comunidades negras, a la desesperada, antes de ser derrotados. El origen de este carbunco no sería otro que el programa sudafricano de armas de destrucción masiva, cuyo ámbito químico y biológico estaba dirigido por el cardiólogo Wouter Basson –médico personal del Primer Ministro Botha– bajo el nombre en clave Proyecto Costa (publicación de UNIDIR al respecto). Otro personaje que rondaba por allí en aquellos tiempos era el virólogo Steven J. Hatfill, a quien nos vamos a encontrar de nuevo un poquito más adelante. Casualidades de la vida, y eso.
Nunca se pudo establecer si el brote de Zimbabwe se trató de un ataque biológico, y en su caso si el carbunco procedía de la Sudáfrica del apartheid. En sus declaraciones ante la Comisión para la Verdad y la Reconciliación, el profesor Basson no aportó ninguna información clara (informes del juicio). La posición del actual gobierno sudafricano –pese al cambio de régimen– es muy similar a la del ruso, también a pesar de sus propias transformaciones políticas: aquí nunca hubo un programa de guerra biológica, y si alguna vez lo hubo, fue estrictamente defensivo. Hoy por hoy, todo el asunto permanece en la oscuridad.
La cepa Vollum-1B y Saddam Hussein.
Otro país conocido por sus relaciones con el carbunco fue, claro, el Iraq de Saddam Hussein (antes de 1991). En los tiempos en que el dictador iraquí era uno de our bastards, Occidente le suministró extensivamente tecnologías para desarrollar armas de destrucción masiva, y las armas biológicas no constituyeron una excepción.
Donald Rumsfeld, entonces enviado especial del Presidente Ronald Reagan, se entrevista con Saddam Hussein y su viceprimer ministro Tariq Aziz en 1983.Según las detalladas notas existentes sobre el encuentro, el tirano iraquí se mostró muy complacido con la visita del estadounidense, durante la que trataron sobre cuestiones regionales de interés mutuo, compartieron la enemistad hacia Irán y Siria y conversaron sobre los esfuerzos de Estados Unidos para encontrar rutas alternativas para transportar el petróleo de Iraq interrumpido por estos dos países.
Todas las cepas biológicas militares del Iraq de Saddam procedían de American Type Culture Collection (ATCC), una entidad privada norteamericana estrechamente vinculada al Gobierno de los Estados Unidos. Específicamente, la cepa de carbunco militar era un subtipo más virulenta de la Vollum-14578 usado durante la Segunda Guerra Mundial para la Operación Vegetarian que vimos más arriba. Se la conoce generalmente como Vollum-1B.
Se dice que esta cepa Vollum-1B fue aislada en uno de varios accidentes biológicos ocurridos en los Estados Unidos. Al parecer, en 1951 un microbiólogo llamado William A. Boyles inhaló Vollum-14578 mientras trabajaba en Fort Detrick y murió poco después víctima de una forma muy agresiva de carbunco pulmonar. Esta variante demostradamente letal –puede que mutada dentro de su organismo– pasó a ser la niña bonita del programa norteamericano y británico durante los años '60 y fue también la suministrada a Iraq por ATCC en 1986, junto a otras de menor virulencia para el desarrollo de vacunas. Con esta cepa Iraq produjo unos 8.000 litros de carbunco militar, parte de los cuales fueron militarizados en bombas y misiles pero nunca se llegaron a utilizar. Al igual que el resto del programa NBQ iraquí, este carbunco fue desactivado y eliminado en los años '90, mucho antes de la invasión de 2003. Nadie ha encontrado prueba alguna de que pudiera haber sido transferido a otros países, como dijeron algunos para salvar la cara después de que se comprobara que en Iraq no quedaban armas de destrucción masiva a pesar de toda la propaganda belicista con que nos obsequiaron.
La cepa Ames y Estados Unidos, 2001.
Oficialmente, los Estados Unidos destruyeron todas sus armas biológicas en 1969, bajo la presidencia de Richard Nixon. Hecho esto, firmaron la Convención de Armas Biológicas, al igual que la Unión Soviética, Sudáfrica, Iraq y muchos más. A partir de ese momento, se sumaron también al discurso habitual de que nuestra investigación es estrictamente defensiva, aunque negándose sistemáticamente a que los protocolos de verificación se extiendan a las empresas privadas (incluso las empresas privadas que tienen estrechos lazos con el Gobierno).
Desde 1981, los Estados Unidos utilizan para su investigación defensiva una cepa de carbunco nueva y aún mucho más virulenta que la Vollum-1B: la llamada cepa Ames. Según cuentan, la encontraron en una vaca fallecida en Texas en 1981.Estas investigaciones se desarrollan en el USAMRIID, que es en lo que se convirtieron las antiguas instalaciones de Fort Detrick; y también en el Centro Médico Walter Reed y un par de unidades navales. Tanto el USAMRIID como el Walter Reed y la Armada trabajan habitualmente con numerosas empresas privadas; entre ellas, una llamada SAIC.
En 2001, poco después de los ataques del 11-S, se produjo un suceso que creó gran escándalo y paranoia y que seguramente recordarás: dos senadores demócratas y varios medios de comunicación recibieron envíos postales con carbunco. Veintidós personas resultaron infectadas, once de ellas con carbunco pulmonar: murieron cinco, una tasa de letalidad del 45% a pesar de los avanzados medios médicos que se usaron para salvarles la vida. Se trataba de dos trabajadores postales que manejaron las cartas –Thomas Morris y Joseph Curseen–, Robert Stevens del diario sensacionalista Sun y dos personas que nadie sabe realmente cómo entraron en contacto con el bacilo: la enfermera de origen vietnamita Kathy Nguyen de Nueva York y la anciana Ottilie W. Lundgren de Connecticut.
Las cartas contaminadas iban acompañadas por notas manuscritas con textos del tipo "muerte a América, muerte a Israel, Alá es grande" y temáticas al uso. Mientras la Administración Bush argumentaba que estaban ante un nuevo ataque de Al Qaeda seguramente realizado con las armas de destrucción masiva iraquíes, y con ella la mayor parte de los medios de comunicación estadounidenses, el FBI se puso a investigar. Lógicamente, recurrieron al USAMRIID para todo el análisis científico-técnico.
La cosa comenzó a complicarse cuando se demostró que el bacilo utilizado en estos atentados era idéntico a la cepa Ames del propio USAMRIID. Los informes de esta institución asegurando que las muestras contenían bentonita o sílicio –sustancias utilizadas en la militarización del carbunco– se contradijeron, se reafirmaron y se volvieron a contradecir, determinando al final que era silicio. Una investigación interna demostró que había esporas de carbunco por buena parte del edificio de USAMRIID, fuera de las áreas seguras. Y entre el personal de USAMRIID que podía haber tenido acceso a esta cepa se encontraba un tal Steven Hatfill. ¿Te suena? Sí, es el mismo que anduvo por la Rodesia del supremacismo blanco durante el brote de carbunco de 1978-1980, y que llegó a trabajar para el Gobierno a través de la empresa SAIC tras su retorno a los Estados Unidos.
Hatfill se convirtió de inmediato en el primer sospechoso para el FBI por este motivo y por un paper que había redactado previamente describiendo un ataque muy parecido. Su nombre se filtró a la prensa y los medios lo despellejaron. Entonces se produjo un giro imprevisto: el FBI comenzó a fijarse en otro científico del USAMRIID, el doctor Bruce E. Ivins, un católico extremista que había participado en la primera investigación de los atentados. Tanto con Hatfill como con Ivins, estaban ante una situación de lobo cuidando a las gallinas. Así que el FBI empezó a buscarse otros laboratorios para proseguir los análisis (sobre todo, los Laboratorios Nacionales Lawrence Livermore) mientras iba abandonando la pista de Hatfill para centrarse en la de Ivins. Según la familia y los abogados de este último, la presión llegó a ser extrema e Ivins fue ingresado por depresión.
En la mañana del 27 de julio de 2008, el doctor Ivins se zampó dos frascos enteros de Tylenol, lo que viene siendo paracetamol. Lógicamente murió un par de días después, de fallo hepático y renal; una forma de morir bastante perra. Se decretó suicidio, algo ciertamente digno de consideración en un católico tan cañero. No se hizo autopsia. Apenas ocho días después, el Ministerio de Justicia declaraba a Ivins "único autor" de los atentados con carbunco de 2001 y la investigación se cerró o al menos desapareció de la vista del público (documentos del caso). El exculpado Hatfill ha obtenido al menos diez millones de dólares del estado y de la prensa en concepto de daños y perjuicios.
Numerosas personas y medios han protestado por lo que hasta el Wall Street Journal considera un caso poco claro. El antiguo vicecomandante del USAMRIID, Richard O. Spertzel, declaró en su día que "en mi opinión, hay quizá cuatro o cinco personas en todo el país que podrían ser capaces de hacer este material, y yo soy una de ellas [...] E incluso con un buen laboratorio y personal para llevarlo, me costaría un año conseguir un producto tan bueno." Antes, había dicho "no creo que la ciencia pueda identificar el laboratorio o país del que se derivan estas esporas de carbunco. La calidad del producto contenido en la carta al senador Daschle es mejor que lo que se ha encontrado en los programas de armas biológicas estadounidense, soviético o iraquí, especialmente en términos de pureza y concentración de las esporas." Eso fue antes de que la ciencia descubriese que la cepa procedía del propio USAMRIID, claro.
Todo lo relacionado con las armas biológicas se mantiene en el más riguroso secreto, hablemos de Estados Unidos, de Rusia o del antiguo Iraq. Y el uso militar del carbunco, como estrella tradicional de los investigadores en guerra bacteriológica, no constituye una excepción. La ingeniería genética y otras técnicas que permiten multiplicar su resistencia a los antibióticos y vacunas seguramente harán que sigamos oyendo hablar de este viejo enemigo de la humanidad durante una buena temporada más. El antiguo carbón de los griegos y romanos ha encontrado su camino a los arsenales –o al menos a los laboratorios– más sofisticados de nuestro tiempo. Y, como siempre hizo, no se marchará fácilmente.
Pedazo de artículo. Impresionante trabajo, en serio. No puedo ni imaginar las horas que llevará detrás de investigación y documentación.
ResponderEliminarUn artículo estupendo, aunque en algunos momentos he tenido que andar con la wikipedia al lado para poder enterarme de algo (^_^)
ResponderEliminarSimplemente genial.
ResponderEliminarRecuerdo en mi visita a Escocia, hace algunos años, haber pasado por el pueblo frente a la isla Gruinard y haber leído un cartel en el que se avisaba explícitamtnte que la isla estaba contaminada con anthrax y se prohibía su acceso. A ver si encuentro la foto que le hice al cartel y os la envío, por si queréis incluirla.
ResponderEliminarGran artículo, por cierto :D
Impresionante, no salgo de mi asombro ante tal maravilla de artículo ...
ResponderEliminarUna aclaración adicional, como bien dices "el carbunco es un patógeno sometido al nivel de bioseguridad 3 (excepto las muestras diagnósticas y el instrumental clínico, para los que resulta suficiente el 2)", ahora bien, no confundir, aunque están íntimamente relacionados, los niveles de bioseguridad (criterio del CDC) con la clasificación de los agentes biológicos en el ámbito laboral (http://www.insht.es/InshtWeb/Contenidos/Normativa/GuiasTecnicas/Ficheros/agen_bio.pdf); en este caso el Bacillus anthracis sería de Grupo de Riesgo 3. Hay matices entre ambos conceptos que mucha gente confunde.
No es tu caso, gran maestro. Mi más sincera admiración.
Gracias, gracias. :-)
ResponderEliminarEsta última semana no he tenido mucho tiempo para venir a los comentarios, pero evidentemente sigo leyéndoos. :-D
Buen artículo, bien documentado ademas.
ResponderEliminarLa verdad es que a saber que es lo que han podido hacer todos estos. Yo conozco por la carrera algunas técnicas de DNA recombinante y he estudiado muchos experimentos, tanto clásicos como actuales, y es increible lo que se puede conseguir manipulando organismos, todos lo sabemos.
Por eso , da miedo pensar lo que han podido preparar con estas técnicas aplicadas a hacer el mal, las posibilidades son muy grandes, incluso a mi se me ocurren según que cosas.....que seguro que a esta gente se les ha ocurrido ya hace años....
Saludos
Hola, respecto a lo de los ataques con ántrax por correo de 2001, hay gente que señala que algo parecido se hizo en los 50 la cita la encontré en un libro titulado "Ciudades Muertas", su autor Mike Davis (página 70), que puedes encontrar en la página web de "Traficantes de sueños".
ResponderEliminarUn saludo y enhorabuena por estos artículos tan accesibles y documentados.
Mike, yo también pasé muy cerca de la isla, tras visitar Ullapool!! Preciosa Escocia! Tengo un relato de mi viaje en 8 artículos con todo lujo de detalles y recomendaciones en http://glob.cranf.net/?cat=56 .
ResponderEliminarYuri, el caso de los experimentos japoneses en Manchuria no está exento de polémica.
Aunque se habla de miles de muertos (hasta 200000), hay quien considera que como ensayos dejaron bastante de desear y que su efectividad/número de bajas fue ridícula...
...aunque otras voces aseguran que en realidad el supuesto fracaso "oficial" de los experimentos fue iniciativa de USA tras ganar la guerra, parte del trato para quedarse con los resultados de las investigaciones.
Al respecto, hay un episodio del documental "La Ciencia en Guerra" de la BBC (que no está a la altura de otros de la misma casa), íntegramente dedicado a estos experimentos, y que concluye con la versión oficial de que fueron un fracaso.
(Perdona que use tanto comillas: prefiero las cursivas pero esto no deja.)
Excelente como siempre! Por algo este es de mis blogs favoritos.
ResponderEliminarSi la humanidad tuviera 2 dedos de frente esa mierda debería ser destruida mañana mismo.
ResponderEliminarHay que ser gilipollas para fabricar a conciencia super enfermedades que podrían acabar matando a cantidades absurdas de personas.
otra cosa yuri, y esto es más pensando en positivo. ¿sabías que la URSS investigó durante décadas el uso de bacteriófagos para combatir infecciones bacterianas, incluso la del ántrax?
ResponderEliminarmientras tanto, occidente miró hasta otro lado y hasta los años 90 del siglo pasado apenas se aplicó esta terapia con tan enorme potencial.
http://en.wikipedia.org/wiki/Phage_therapy
Estoy con la boca abierta todavía, menudo artículo. Gracias por tu esfuerzo te ha tenido que suponer un trabajo duro.
ResponderEliminarEstupendo artículo, como de costumbre.
ResponderEliminarHace años, mucho antes del 11 S, estuve planteándome vacunarme contra el carbunco gracias a ciertas "prácticas" ganaderas del norte de España, hace tiempo que esas prácticas no me afectan, de modo que dejé de panteármelo.
Respecto de las cartas infectadas, si, sigue siendo muy "misterioso", especialmente por los camiones de tierra que se la ha echado encima.
El verdadero problema del carbunco es que es muy fácil de producir, de manejar y no muy difícil de dispersar (si no tienes mucho aprecio a tu vida o estas vacunado, claro).
Una pequeña organización terrorista con pocos medios podría hacer un ataque de este tipo y con que consiguieran 5 o 10 víctimas el éxito propagandístico sería descomunal. Ésto es muy fácil de hacer con una sencilla bomba de plumas y carbunco natural.
denso pero revelador :)
ResponderEliminarExcelente articulo
ResponderEliminarFantástico :)
ResponderEliminar¡Muy bueno! Me lo he leído de cabo a rabo y me ha parecido muy interesante (especialmente por la relevancia que ha tenido en los últimos 60 años).
ResponderEliminarVeo que hay gente a la que le parece largo... bueno, yo he dejado pasar varios días esperando a tener un rato para leerlo, pero ha valido la pena. Es más, mejor así que una nota de prensa con la que no se aprende gran cosa.
Muchas gracias Yuri! A seguir así!
Me gustan tus artículos, sencillos, amenos, variados. Para el común de la gente. Sigue adelante, tienes pasta para difundir noticias, verdades, admitir errores y corregirlos y sobre todo para encantar a todos en todo el mundo.
ResponderEliminarGracias Yuri
Hace poco que empecé a visitar el blog, pero desde entonces estoy enganchadísimo. Es magnífico el articulo, y todos los que haces.
ResponderEliminarFelicidades por el blog yuri!!
Felicidades por el post. Como siempre un gran trabajo.
ResponderEliminarA mí me gustaría aportar una pequeña información que me parece muy interesante para vercómo se las gastan los yankis con el tema de la investigación militar.
Se sabe que entre 1949 y 1968 se realizaron experimentos secretos en los que se utilizaron diversas ciudades como San Francisco y New York, entre otras, en las que se dispersaron de forma subrepticia diversos gérmenes considerados inocuos (como Aspergillus fumigatus, Bacillus subtilis var. globigii y Serratia marcescens) para probar los métodos de aerosolizción, el comportamiento de los aerosoles sobre extensas áreas geográficas y el efecto de la irradiación solar y condiciones climáticas sobre la viabilidad de los microorganismos aerosolizados. Quizá el caso más estudiado en relación con estos experimentos fue un brote nosocomial de infecciones del tracto urinario por Serratia marcescens en el Hospital de Stanford (California), entre septiembre de 1950 y febrero de 1951, que ocasionó 11 casos, uno con una bacteriemia transitoria y una defunción por endocarditis. Diversas investigaciones posteriores atribuyeron estos curiosos brotes a los experimentos del ejército. También se llegaron a implicar otros aumentos en la incidencia de neumonía en San Francisco, California, Calhoun County, Alabama y Key West, Florida.
En el link del artículo de la Wikipedia sobre la Serratia marcescens podéis encontrar más información y bibliografía al respecto.
Increíble artículo!
ResponderEliminarAbsolutamente magnífico! Muchas gracias Yuri!!
ResponderEliminarArtículo impresionante.
ResponderEliminarPero lo de Steven Hatfill es de juzgado de guardia.
No creo en las conspiranoias, pero ese tipo no es trigo limpio.
Salu2
En nuestra zona ,cuando yo era chica ,el carbunclo de los animales-que era comùn en ese entonces- contagió a varios peones de campo.
ResponderEliminarUn capataz que tuvo mi madre ,que por razones de estudio de sus hijos se fué a trabajar a una estancia más cerca del poblado,obligado por sus nuevos patrones hizo curaciones del ganado vacuno ,se contagió y murió de carbunclo(en esos momentos no se le decía antrax y cuando las armas terroristas para mi fué una sorpresa que fueran la misma enfermedad).
Excelente. Ya estás tardando en hacer un artículo sobre el Lysenkoísmo.
ResponderEliminarPersonalmente también me gustaría uno sobre el Ébola.
Y ya puestos a pedir, uno sobre Hawkings y su teoría de la pérdida de información, me pondría palote.
GRACIAS POR LA DIVULGACIÓN.